domingo, 27 de diciembre de 2020

PROFETISA ANA

Salterio de Ingeborg

Las mujeres no han dejado de tener un papel central en la iconografía cristiana. A fin de cuentas, ¡en el cristianismo Dios tiene madre! Ya en el Antiguo Testamento, y a pesar del sesgo patriarcal de la cultura semita, las profetisas desempeñan funciones semejantes a los profetas (W. R. F. Browning). Débora fue una juez que condujo al pueblo a la batalla (Jc 4, 1-10), Juldá fue consultada por el rey Josías acerca de la voluntad divina (2 R 22, 14-20).  

Pausanias, turista pionero que escribió un libro de sus viajes por el mundo griego en el siglo II, al hacer una parada en Delfos enumera cuatro sibilas y menciona una "sibila hebrea". La palabra "Sibyl" viene (a través del latín) de la palabra griega antigua "síbylla" (σίβυλλα), que significa "profetisa". Ejercieron como oráculos o profetisas muchas sibilas en el mundo antiguo, cuentan que la sibila persa predijo las hazañas de Alejandro Magno. La enciclopedia bizantina medieval, Suda, atribuye a la Sibila hebrea la autoría de los oráculos sibilinos, una colección de textos del siglo II al IV que se recogieron en el siglo VI.

Y en el Nuevo Testamento el evangelista Lucas cuenta que una profetisa, Ana, saludó y alabó a Jesús niño como el mesías durante su presentación en el templo (Lc 2, 26-38) y luego lo pregonó al mundo.

La ley de Moisés obligaba a consagrar a todo primogénito al Señor, sacrificando un par de tórtolas o dos pichones. Cuando José y María llevan a Jesús al templo hallan en él a Simeón, un hombre justo y piadoso al que el Espíritu Santo había anunciado que no moriría sin ver al Mesías. Simeón proclama que ya ha visto al Salvador y por tanto puede morir en paz: "luz para iluminar a las naciones"... "Este niño... será signo de contradicción para que sean descubiertos los pensamientos de todos; y a ti [le dice a María] una espada te atravesará el corazón".


"Estaba también la profetisa Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, de edad muy avanzada. Se había casado muy joven, y a los siete años de matrimonio había enviudado. Tenía ochenta y cuatro años. Estaba siempre en el templo, sirviendo a Dios noche y día con ayunos y oraciones. Se presentó en aquel mismo momento, y daba gloria a Dios hablando del niño a todos los que esperaban la liberación de Israel".

La imagen al principio de esta entrada pertenece al salterio de Ingeborg (c. 1195) elaborado en latín, si bien la leyenda de la escena dice L'offrande del temple. El salterio fue regalado a Ingeborg de Dinamarca, reina de Francia casada con Felipe II (rey entre 1180 y 1223), tal vez fuese encargado por el obispo Esteban de Tournai, o por Leonor de Vermandois, condesa de Beaumont-sur-Oise (1152-1213). Y es posible que el salterio sea obra extraordinaria del monasterio de monjas cistercienses de Fervaques, cerca de San Quintin. Pertenecerá luego a Luis IX el Santo (1226-1270). 

María y José presentan al niño en el templo. El anciano Simeón extiende sobre el altar sus manos cubiertas con su propia capa roja para recibir al Niño. La escena puede interpretarse como un ritual litúrgico que alude al sacrificio eucarístico. Víctimas propiciatorias serían aquí las dos palomas o tórtolas que sostiene a la derecha la profetisa Ana, la cual, excepcionalmente, no se representa en la miniatura del salterio como una anciana, sino como una joven coronada santa.


Giotto. Presentación de Jesús en el templo

En el cuadro de Giotto (ca. 1267-1337), Presentación de Jesús en el templo, la profetisa dorada, sin aureola pero con un ángel suspendido encima, hace una contorsión y un gesto expresivos con su mano derecha, mientras sostiene con el puño izquierdo un rollo de papiro.

Rembrandt. La profetisa Ana

En el maravilloso cuadro de Rembrandt, se ha pensado que la profetisa Ana podría ser la madre del autor. Como Velazquez o Picasso, el artista echaba mano para sus temas históricos o religiosos de modelos cercanos. Ana reconoció enseguida al mesías del que hablaban los profetas; buena conocedora de las Escrituras, sostiene en su regazo una Biblia parcialmente iluminada por un haz de luz procedente de la izquierda y que platea el dorso de su manto. La imagen de las telas está tan lograda que provoca sinestesias táctiles, sin duda son tejidos orientales que subrayan la procedencia del personaje. La mano muestra en detalle sus arrugas, las venas marcadas y las uñas desgastadas. El rostro absorto, concentrado, sereno, inteligente.

2 comentarios:

  1. Una entrada muy bonita y muy bien ilustrada. Las profetisas en la Biblia son una contradicción en una cultura patriarcal. El caso es que era bien recibido quien hablaba inspirado por el espíritu santo, hombres y mujeres. Elaine Pagel, en "Los evangelios apócrifos", cuenta que esa tradición de las mujeres profetisas continuó en el cristianismo primitivo hasta que fueron prohibidas como una corriente heterodoxa. De todas formas, esas profetisas de la Biblia son mujeres ancianas, asexuadas porque ya no pueden concebir. Es algo similar a lo que ocurría en Grecia con las sibilas, pues solo se permitía que lo fuesen las mayores de 50 años. Visto así, las profetisas son mujeres pero sin apariencia de tales y quizá por eso se aceptan sus palabras como sagradas, como salidas de la boca del dios.Al final no hay tanta contradicción con los principios del patriarcado sino una excepción que concuerda con sus principios.Enhorabuena al autor.

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  2. Gracias por el comentario, Encarna. También soy yo lector y estudiante de la E. Pagel. Hoy se suele identificar a la ligera el patriarcado y el maltrato. Mi abuelo,que ejercía de patriarca y hacía la compra, dejó de acudir a un tendero de abastos cuando se enteró de que le pegaba a su esposa. Jamás le vi levantar la voz a la suya o menospreciar a mi abuela Juana, que se dejó consumir al enviudar... Eso sí, tenían los papeles repartidos, él dirigía el taller de talabartería y guarnicionería y ella la casa, aunque ella también cosía dedales para los segadores y él era el despensero.

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