domingo, 23 de febrero de 2020

ARREPENTIDAS Y SANTAS



Santa Librada. La virgen mártir barbuda.

Hasta que se cayó de la bestia del odio, Paulo de Tarso persiguió encarnizadamente a los cristianos. El mito de una Magdalena pecadora y luego eremita es sin duda una invención espuria. La figura de la arrepentida ha tomado distintas metamorfosis, su fascinación depende de una rara combinación de deseo y piedad, afecto y compasión, desprecio y misericordia. Atracción y repulsión. Identificación y extrañeza.

El converso puede llegar a ser doctor de la Iglesia. San Agustín de Tagaste (Numidia), antes de ser un gran maestro de retórica y el santo obispo de Hipona, fue gran pecador, como él mismo confiesa vivió una juventud desarreglada y tuvo un hijo ilegítimo. El reproche de su amante lo ha imaginado recientemente el filósofo noruego Jostein Gaarder (Vita Brevis, 1996). Puede que Agustín, además de apasionado amante fuese también dócil "madrero".

Otros y otras cayeron en el fango pero luego se levantaron. Son los arrepentidos, y sobre ellos, las arrepentidas. José Mª Montes en su Libro de los Santos cita como santas patronas de las prostitutas arrepentidas: Afra, Lucía, María Magdalena y Thais. 

No señala a María de Edesa, a la que algunos cristianos consideran también digna de la más alta gloria. Nacida en una buena familia siria del siglo IV, huérfana con siete años, fue adoptada por su tío, el ermitaño Abraham Kidunaia con el que llevó durante veinte años vida sencilla de oración y sacrificio. Como el diablo jamás descansa, el ángel caído se valió de un monje para seducirla. Avergonzada, ya que no quiso que se enterase su tío, desesperada le abandonó para acabar en un burdel. Entregaba su cuerpo por dinero convencida de la perdición sin remedio de su alma.

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Rostro imaginario de Santa María de Edesa

Ajeno a lo sucedido, Abraham vio en un sueño a un dragón que se tragaba una paloma y, dos días después, al mismo dragón destripado, entonces se acercó para extraerle la paloma del vientre abierto, misteriosamente intacta. Al cabo se dio cuenta de que el diablo había secuestrado a la hija de su alma y rezó por ella durante dos años. Por fin le llegó la noticia del triste oficio de María. Sin dudarlo salió en busca de la corderilla extraviada disfrazado de soldado. Concertó una cita lúbrica con su sobrina que al principio no le reconoció, hasta que, llorando, Abraham le rogó que volviera a casa. Conmovida por la fuerza del amor, María regresó a su ermita y a una vida de penitencia. A los tres años obtuvo como señal clara del perdón de Dios el don de los milagros. El 29 de octubre se celebra la festividad de Santa María de Edesa y San Abraham Kidunaia.

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Conversión de Santa Afra

Del mismo siglo IV es Afra de Augsburgo considerada también penitente por haber ejercido presuntamente la prostitución, y ensalzada como mártir por haber sido quemada viva a causa de su fe cristiana durante la persecución de Diocleciano. Afra fue convertida y bautizada por el obispo Narciso junto con su madre Hilaria y sus sirvientas: Digna, Eunomia y Eutropia. La consideración de su ocupación anterior como prostituta por parte de los cronistas cristianos es dudosa. Afra estuvo consagrada como sacerdotisa de Venus desde pequeña, al servicio de la diosa. Y puede que tanto la madre como la hija y esclavas antes citadas ejercieran como hieródulas, es decir, como servidoras sagradas del culto a Venus, entre sus rituales propios se incluía la práctica del sexo con los devotos que acudían al templo, un tipo de “prostitución sagrada” que tenía sus análogos en Persia y Egipto. Se suponía que la diosa entraba en el cuerpo de la sacerdotisa en el momento de la cópula en una especie de trance o conversión divina, el devoto se unía así también a la diosa, un ritual religioso de extrema piedad que la fe cristiana con su sexo-fobia equiparó a la prostitución. Esto explicaría por qué los textos antiguos la llaman “Venérea” (de Venus). El nombre “Afra” puede venir del latín y significar “africana”, o del árabe: “de color de polvo”. Su festividad se celebra el 24 de mayo.

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Santa Lucía de Siracusa

Lucía de Siracusa murió también durante la persecución de Diocleciano. En su martirio fue llevada a una casa de citas, rociada con orina y quemada tras impregnar su cuerpo desnudo de pez y azufre. Como eso no bastara para darle muerte, le atravesaron la garganta con una espada. Una confusa tradición afirma que antes se arrancó los ojos con los dedos para no ver más y sólo sentir a Dios, por lo que Santa Lucía es reconocida como patrona de los ciegos, además de patrona de las meretrices, aunque ella misma no lo hubiese sido.

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Thais del Greco, tenida también por Magdalena arrepentida.

A Thais se la considera una de las Madres del Yermo. Cortesana alejandrina rica y bella durante el siglo IV, es venerada hoy por coptos, ortodoxos y católicos. Dionisio el Exiguo, el monje escita que inventó la Era Cristiana (Anno Domini), tradujo un esbozo de su biografía del griego al latín. No está claro quién la convirtió, pero durante tres años se recluyó en una celda entregada a la penitencia, luego vivió entre las monjas del desierto por poco tiempo. Durante la Edad Media las leyendas sobre la santa gozaron de gran popularidad. Roswita de Gandersheim escribió sobre ella en su obra Pafnutius. Anatole France le dedicó una novela histórica, y Jules Massenet una ópera a partir de la novela de A. France. Su fiesta se celebra el 8 de octubre.

El tema de la penitente arrepentida tuvo su valor en los poemas medievales juglarescos. Se trata de hagiografías de tono lírico y métrica corta. Debieron de circular muchos, pero sólo dos se nos han conservado en un mismo manuscrito: el Libro de la infancia y Muerte de Jesús (Libre dels tres Reys d’Orient) y la Vida de Santa María Egipciaca. En casi un millar y medio de versos de principios del siglo XIII se relata la leyenda de la famosa pecadora de Egipto que, maldita por sus padres y tras diecisiete años de apasionada vida disoluta en Alejandría, se convierte al cristianismo cuando dos ángeles le impiden entrar en el templo de Jerusalén, arrepentida se vuelve penitente y ermitaña durante cuarenta y siete años, como nos cuenta Zósimo de Palestina, que la halló desnuda y clarividente, y poco después enterró sus restos mortales con la ayuda de un león del desierto.

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María de Egipto
Manuel Alvar creía que Sofronio, fallecido en el 638, escribió la primera biografía de la Egipciaca y que luego su relato se multiplicó en griego, en latín y en lenguas romances. Su vida se convirtió en arquetipo de arrepentidas, pero la Iglesia la excluyó de su santoral, lo que no impidió que la plástica barroca la adoptara como tema predilecto. Los críticos destacan los valores poéticos en la descripción de la belleza de la santa:

La faz tenié colorada
como la rosa cuando es granada,
boque chica e por mesura,
muy fermosa la catadura.
Su cuello e su petrina,
tal como flor dell espina
de sus tetiellas bien es sana,
tales son como maçana.

Un personaje del ingenioso Pedro Aretino, cuya madre fue también placer de mil hombres, cuenta la historia de Nefixa (sin fisura, sin raja o rajadura), doncella hija de nobles que ejerció la prostitución como acto de piedad hacia mendigos y limosneros en la Serenísima Venecia, como Nefisa o Nefissa aparece citada en La lozana andaluza de Francisco Delicado y en la Cárcel de amor de Diego de San Pedro. A su prematura muerte, Nefixa, o también Nefija, fue elevada a los altares y su misericordiosa hazaña alcanzó los pasillos del Vaticano donde nadie puso impedimento para que se le encendieran velas a la Santa de las prostitutas, meretrices, noctilucas y cortesanas. Bien es verdad que duró en el santoral poco tiempo. “Santa Nefija y doña Urraca, que daban limosna de su cuerpo; a los moros por dinero, a los cristianos de balde” (“Quevedo en la Nueva España”, UNAM).

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Recreación de santa Nefija, patrona de las prostitutas

El culto a Santa Librada o Santa Wilgefortis surgió en el siglo XV, proclamada patrona de las mujeres malcasadas. En su leyenda se la pinta como una nonelliza del siglo VIII (novena de un parto de nueve mellizos, cosa insólita), repudiada por su madre y prometida por su padre, rey Portugal, al rey moro de Sicilia. Para evitar que la casaran, ella hizo voto de castidad y rezó tanto para que Dios la convirtiera en un ser repulsivo que le creció vello en todo el cuerpo y barba. Así que el rey moro la despreció y el padre colérico la hizo crucificar. Según otras versiones, dejó de comer porque no quería casarse, su anorexia voluntaria le provocó un desequilibrio hormonal que le quebró las uñas y le hizo crecer el vello. Wilgefortis es conocida actualmente como la Santa Barbuda. Aunque nunca fue canonizada, se la venera porque atiende un pedido muy particular: deshacer casamientos indeseados. En la Bayona gallega existe un santuario dedicado a Santa Liberata. Hace siglos que se dice que allí fue martirizada la niña, aunque sus presuntos restos se veneran en la catedral de Sigüenza. En Sevilla se conservan varias representaciones suyas en la iglesia de San Nicolás y en la Catedral. Se decía a los estudiantes que la Santa Librada del Salvador era como la rana de la universidad de Salamanca, si la encontrabas aprobabas una asignatura.

Últimamente la Virgen barbuda crucificada se ha convertido en un icono LGBTQ expreso, digo expreso porque pudo haberlo sido inexpreso o inconscio durante siglos. La idea de que la mártir no quisiera casarse por ser lesbiana ha inspirado exposiciones artísticas en la actualidad. En la novela gráfica Castle Waiting de la norteamericana Linda Medley aparece la Orden de Santa Wilgefortis, un convento lleno de monjas barbudas.

Nada menos que en Praga, bohemio corazón de Europa, nos topamos también con Santa Librada (Starosta). Fue allí donde alguien recordó un sortilegio dirigido a la santa por la embarazada a punto de dar a luz: “Santa Librada, santa Librada: / ¡Que sea tan fácil la salida/ como gustosa fue la entrada!”.