Frente al horror de la guerra y la pelea por el poder, Safo nos descubre el estupor del amor, el nuevo canto personal de esta "décima musa" que inspirará al mundo:
"De ella quisiera el andar seductor y el claro brillo de los ojos ver antes que los carros de los lidios y los infantes con sus armas" fr. 16
Mitad del siglo VII a. C, estamos en los tiempos casi míticos en los que se crea la ciudad-estado, triunfan las aristocracias y nace el pensamiento libre; y del canto religioso, ritual, ceremonial, coral y comunitario, emerge la lírica arcaica, mélica, monódica, el canto amoroso de un corazón solitario, acompañado, eso sí, de la lira, la cítara de siete cuerdas o la doble flauta. De la lírica popular, dialógica y mimética, nacerá luego, a fines del VI, el teatro.
Safo. Charles Mengin, 1877 |
De Safo, compatriota de Alceo, sabemos poco, alusiones de los cómicos atenienses, de Platón (que mucho la apreciaba), una biografía del peripatético Cameleonte en el s. IV a. C., y diversas referencias en autores tardíos. Los fragmentos suyos que conservamos son escasos: unos seiscientos cincuenta versos.
Desde la antigüedad, bajo el nombre de "cuestión sáfica" se han ido construyendo y discutiendo diversas leyendas, la historia de su amor a Faón y su suicidio, saltando al mar desde la roca de Léucade. Sus supuestos amores con Alceo y los que, totalmente anacrónicos, se le atribuyen con Anacreonte.
¿Era una maestra rodeada de alumnas como dice la Suda, una mujer casera y trabajadora como afirma un papiro?, ¿educaba a las muchachas nobles de Lesbos y Jonia, rindiendo culto a la areté? Desde luego, fue muy apreciada en Mitilene, pero no le faltaron enemigos y también fue acusada de disoluta y amante de mujeres, e incluso de prostituta (cf. Séneca, Epist. 88, 37).
Safo será ya siempre la poetisa admirada e imitada por Catulo, que recrea su famoso fragmento 31, o la inspiradora de amores perversos cantada por Baudelaire y Pierre Louys, o la severa rectora de un pensionado de "señoritas nobles", que las prepara para el matrimonio.
Casi todos los juicios que se han vertido sobre ella pertenecen a una moralidad que sin duda le hubiera resultado extraña.
Amanda Brewster Sewell, 1896 |
Lo cierto es que, según la Suda, nació en Éreso, en la isla de Lesbos, y tuvo su madurez (acmé), como Alceo, hacia el 600 a. C. De un mismo padre, Escamandrónimo, tuvo tres hermanos y estuvo casada con Cércilas, de quien concibió una hija: Cleis. Según testimonios antiguos era pequeña y morena. De su hermano Caraxo nos habla Heródoto (II, 135), por lo visto era comerciante e hizo negocios en Náucratis (Egipto), pero se arruinó por culpa de una hetera tracia, Ródopis, a la que Safo nombra Dórica.
Hay testimonios de que tuvo problemas económicos y de que obtenía -a cambio de sus poemas o enseñanzas- ingresos de sus amigas. También de que estuvo desterrada en Siracusa, probablemente -como Alceo- por causa de la tiranía de Mírsilo, quien tal vez le embargase los bienes familiares. No hay razón para pensar que bajo el régimen de Pítaco se le devolvieran, pero, al contrario que Alceo, no fue desterrada por Pítaco, aunque Safo habla mal de los Pentílidas, con una de las cuales Pítaco se casó.
Hacia el 590 a. C. vivía en Mitilene con un lujo que se refleja en sus poemas: fiestas, perfumes, vestidos, flores..., y su orgullo consiste en su don de las Musas. Llama a su casa la "casa de las servidoras de las Musas". Compone epitalamios para bodas, sin duda por encargo. Su círculo es similar al de los clubs aristocráticos de varones, como el de Alceo. Pero no habla de guerras ni de política, sino que sus temas son autobiográficos, familiares y, sobre todo, eróticos. Abundan las invocaciones a ciertos dioses: Afrodita, Eros, Persuasión, Hera, Ártemis, las Musas, las Gracias. Resalta la conexión de Lesbos con Asia Menor, con Lidia y Focea, de donde vienen los objetos de lujo, o con ciudades como Colofón o Mileto.
No hay duda de que Safo ama a las muchachas del grupo: pide a la diosa Afrodita que cedan a su amor o describe su pasión valiéndose de modelos míticos. Y surgen los eternos motivos: celos, olvido, abandono, nostalgia de los buenos momentos, consuelo. Critica a sus rivales Andrómeda y Gorgo, sin duda directoras de otros grupos de mujeres. Ella ama la belleza por encima de todo. En este ambiente vivió una larga vida. Algunos fragmentos se refieren a un amor heterosexual, porque entonces no había incompatibilidad entre estos círculos formados por personas de un mismo sexo, de una parte, y la vida familiar y el matrimonio, de otra. En aquella época, el matrimonio estaba relacionado con la estirpe y la vida social, más que con la intimidad y el amor.
En sus epitalamios repite temas tradicionales: la crítica del eros heterosexual por parte de las amigas de la novia, el llanto por la virginidad que ya no volverá... Contrasta los ideales de una sociedad fuertemente masculina con otra femenina. Entre ambas, la tregua del matrimonio. Pero los verdaderos ideales están fuera, en el grupo femenino centrado en el culto a Eros y las Musas, y unido en torno a la figura de Safo.
La abundancia de himnos religiosos en su producción ha podido suscitar su consideración como una especie de sacerdotisa de un "tíaso", un grupo de culto en torno a un solo dios. Pero sus poemas invocan a varios dioses y diosas, en conexión con la lozanía de la vegetación, la fecundidad, o con fenómenos orgiásticos como la propia poesía. Aunque sus poemas arrancan en lo esencial del himno y otras formas cultuales, son ya, con raras excepciones, poemas personales.
En sus fragmentos, el amor es un hechizo divino y una herida que produce la belleza, así el amor-pasión se convierte en un fin en sí mismo y no está sólo al servicio de la generación. El famoso fragmento 31 expresa los síntomas del entusiasmo amoroso y la resignación de Safo ante la pérdida de la amiga:
"Me parece igual a los dioses aquel varón que está sentado frente a ti y a tu lado te escucha mientras le hablas dulcemente
y mientras ríes con amor. Ello en verdad ha hecho desmayarse a mi corazón dentro del pecho: pues si te miro un punto, mi voz no me obedece, mi lengua queda rota, un suave fuego corre bajo mi piel, nada veo con mis ojos, me zumban los oídos, ...brota de mí el sudor, un temblor se apodera de mi toda, pálida cual la hierba me quedo y a punto de morir me veo a mi misma.
Pero hay que sufrir todas las cosas..."
(trad. literal de Francisco Rodríguez Adrados)
Una reconstrucción en "estrofas sáficas" de ese poema:
Igual parece a los eternos Dioses
quien logra verse frente a ti sentado.
¡Feliz si goza tu palabra suave,
Suave tu risa!
A mí en el pecho el corazón se oprime
Sólo en mirarte; ni la voz acierta
De mi garganta a prorrumpir, y rota
Calla la lengua.
Fuego sutil dentro de mi cuerpo todo
Presto discurre; los inciertos ojos
Vagan sin rumbo; los oídos hacen
Ronco zumbido.
Cúbrome toda de sudor helado;
Pálida quedo cual marchita yerba;
Y ya sin fuerzas, sin aliento, inerte,
Muerta parezco.
He aquí una fácil adaptación en griego clásico del fragmento 116D en el que la poetisa compara a su amor con una manzana olvidada en la rama más alta del árbol:
οἷον τὸ γλυκύμηλον ἐρεύθεται ἐπ' ἄκρῳ ὄζῳ,
ἄκρον ἐπ' ἀκροτατῳ· ἐλάθοντο δ' οἱ μηλοδροπεῖς,
οὐ μὴν ἐλάθοντ', ἀλλ' οὐκ ἐδúναντ' ἐφικέσθαι.
Igual que la dulce manzana se enrojece sobre la alta rama,
alta sobre lo más alto; y los recolectores la olvidaban,
en verdad no la olvidaban, sino que no la podían alcanzar.
Alceo y Safo. Cerámica de figuras rojas |
A Safo se le atribuye una innovación métrica, la estrofa llamada en su honor "sáfica". Compuesta por tres endecasílabos y un pentasílabo adónico con acento en la primera sílaba. Al principio no llevaba rima. Saltó de Italia a la España del XVI. En el neoclasicismo se hicieron rimar el primer y el tercer endecasílabo.
Un buen ejemplo de E. M. Villegas:
Si de mis ansias el amor supiste,
Tú, que las quejas de mi voz llevaste,
oye, no temas, y a mi ninfa dile
dile que muero.
Unamuno sintió gran interés por la estrofa sáfica y la usó y enriqueció con modificaciones:
Mientras no suene el grito en lo profundo
del seno inviolado de la Tierra,
andarás, Libertad, tú por los cielos
y tu esclavo a la gleba.
Safo y Alceo. Lawrence Alma Tadema, 1881. |
Preciosa y muy completa entrada, con ilustraciones muy bien escogidas, sobre un personaje de leyenda. Una aportación muy valiosa y oportuna para Ateneas. Un lujo de colaboración.
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ResponderEliminarMi querida amiga Lourdes Lacalle, que es una grandísima artista y tiene una muy refinada sensibilidad cultural, ha comentado en facebook esta entrada diciendo precioso realmente. Y cuántos datos. Yo siempre me pregunto cómo es posible obtener tanta información de un pasado tan lejano. Ay, y qué maravilla de cuadro que la ilustra en primer lugar (se refiere al de Charles Mengin). Me quito el sombrero ante el señor Biedma". Pues yo también, Lourdes.
Gracias, gracias. He contado para mi entrada con el muy erudito libro de Francisco Rodríguez Adrados, "Lírica griega arcaica. Poemas corales y monódicos, 700-300 a. C.", Gredos, 1980. Y con los manuales que uso en mis clases de griego, particularmente con el excelente de Javier Almodóvar y Juan Manuel Gómez (Editex). Resulta emocionante saber que, gracias a los avances tecnológicos y a la arqueología, se descubren antiguos papiros que resucitan versos de Alceo o de Safo que creíamos perdidos para siempre, como los fragilísimos rollos de papiro carbonizado de Herculano que están siendo descifrados gracias a los rayos X y nos devuelven fragmentos de Evangelios del siglo I. ¡No pierdo la esperanza de poder leer algún día las páginas o, al menos, algunos fragmentos, del segundo libro de la Poética de Aristoteles!
EliminarFelicidades por la interesante entrada, muy informativa sobre un personaje tan singular.
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