Santa Librada. La virgen mártir barbuda. |
Hasta que se cayó de la bestia del odio, Paulo de Tarso
persiguió encarnizadamente a los cristianos. El mito de una Magdalena pecadora
y luego eremita es sin duda una invención espuria. La figura de la arrepentida
ha tomado distintas metamorfosis, su fascinación depende de una rara
combinación de deseo y piedad, afecto y compasión, desprecio y misericordia. Atracción y repulsión. Identificación y extrañeza.
El converso puede llegar a ser doctor de la Iglesia. San
Agustín de Tagaste (Numidia), antes de ser un gran maestro de retórica y el
santo obispo de Hipona, fue gran pecador, como él mismo confiesa vivió una
juventud desarreglada y tuvo un hijo ilegítimo. El reproche de su amante lo ha
imaginado recientemente el filósofo noruego Jostein Gaarder (Vita Brevis, 1996). Puede que Agustín, además de apasionado amante fuese también dócil "madrero".
Otros y otras cayeron en el fango pero luego se levantaron.
Son los arrepentidos, y sobre ellos, las arrepentidas. José Mª Montes en su Libro de los Santos cita como santas
patronas de las prostitutas arrepentidas: Afra, Lucía, María Magdalena y
Thais.
No señala a María de Edesa, a
la que algunos cristianos consideran también digna de la más alta gloria.
Nacida en una buena familia siria del siglo IV, huérfana con siete años, fue
adoptada por su tío, el ermitaño Abraham Kidunaia con el que llevó durante
veinte años vida sencilla de oración y sacrificio. Como el diablo jamás descansa, el ángel caído se valió de un monje para seducirla. Avergonzada, ya que no quiso que se
enterase su tío, desesperada le abandonó para acabar en un burdel. Entregaba su cuerpo por dinero convencida de la perdición
sin remedio de su alma.
Rostro imaginario de Santa María de Edesa |
Ajeno a lo sucedido, Abraham vio en un sueño a un dragón que
se tragaba una paloma y, dos días después, al mismo dragón destripado, entonces
se acercó para extraerle la paloma del vientre abierto, misteriosamente
intacta. Al cabo se dio cuenta de que el diablo había secuestrado a la hija de
su alma y rezó por ella durante dos años. Por fin le llegó la noticia del
triste oficio de María. Sin dudarlo salió en busca de la corderilla extraviada
disfrazado de soldado. Concertó una cita lúbrica con su sobrina que al
principio no le reconoció, hasta que, llorando, Abraham le rogó que volviera a
casa. Conmovida por la fuerza del amor, María regresó a su ermita y a una vida
de penitencia. A los tres años obtuvo como señal clara del perdón de Dios el
don de los milagros. El 29 de octubre se celebra la festividad de Santa María
de Edesa y San Abraham Kidunaia.
Conversión de Santa Afra |
Del mismo siglo IV es Afra
de Augsburgo considerada también penitente por haber ejercido presuntamente la prostitución, y ensalzada como mártir por haber sido quemada
viva a causa de su fe cristiana durante la persecución de Diocleciano. Afra fue
convertida y bautizada por el obispo Narciso junto con su madre Hilaria y sus
sirvientas: Digna, Eunomia y Eutropia. La consideración de su ocupación
anterior como prostituta por parte de los cronistas cristianos es dudosa. Afra
estuvo consagrada como sacerdotisa de Venus desde pequeña, al servicio de la
diosa. Y puede que tanto la madre como la hija y esclavas antes citadas
ejercieran como hieródulas, es decir,
como servidoras sagradas del culto a Venus, entre sus rituales propios se
incluía la práctica del sexo con los devotos que acudían al templo, un tipo de
“prostitución sagrada” que tenía sus análogos en Persia y Egipto. Se suponía
que la diosa entraba en el cuerpo de la sacerdotisa en el momento de la cópula
en una especie de trance o conversión divina, el devoto se unía así también a
la diosa, un ritual religioso de extrema piedad que la fe cristiana con su sexo-fobia
equiparó a la prostitución. Esto explicaría por qué los textos antiguos la
llaman “Venérea” (de Venus). El nombre “Afra” puede venir del latín y
significar “africana”, o del árabe: “de color de polvo”. Su festividad se
celebra el 24 de mayo.
Santa Lucía de Siracusa |
Lucía de Siracusa murió también durante la persecución
de Diocleciano. En su martirio fue llevada a una casa de citas, rociada con
orina y quemada tras impregnar su cuerpo desnudo de pez y azufre. Como eso no
bastara para darle muerte, le atravesaron la garganta con una espada. Una confusa
tradición afirma que antes se arrancó los ojos con los dedos para no ver más y
sólo sentir a Dios, por lo que Santa Lucía es reconocida como patrona de los
ciegos, además de patrona de las meretrices, aunque ella misma no lo hubiese
sido.
Thais del Greco, tenida también por Magdalena arrepentida. |
A Thais se la
considera una de las Madres del Yermo.
Cortesana alejandrina rica y bella durante el siglo IV, es venerada hoy por
coptos, ortodoxos y católicos. Dionisio el Exiguo, el monje escita que inventó
la Era Cristiana (Anno Domini),
tradujo un esbozo de su biografía del griego al latín. No está claro quién la
convirtió, pero durante tres años se recluyó en una celda entregada a la penitencia,
luego vivió entre las monjas del desierto por poco tiempo. Durante la Edad
Media las leyendas sobre la santa gozaron de gran popularidad. Roswita de
Gandersheim escribió sobre ella en su obra Pafnutius.
Anatole France le dedicó una novela histórica, y Jules Massenet una ópera a
partir de la novela de A. France. Su fiesta se celebra el 8 de octubre.
El tema de la penitente arrepentida tuvo su valor en los
poemas medievales juglarescos. Se trata de hagiografías de tono lírico y
métrica corta. Debieron de circular muchos, pero sólo dos se nos han conservado
en un mismo manuscrito: el Libro de la
infancia y Muerte de Jesús (Libre dels
tres Reys d’Orient) y la Vida de
Santa María Egipciaca. En casi
un millar y medio de versos de principios del siglo XIII se relata la leyenda
de la famosa pecadora de Egipto que, maldita por sus padres y tras diecisiete
años de apasionada vida disoluta en Alejandría, se convierte al cristianismo
cuando dos ángeles le impiden entrar en el templo de Jerusalén, arrepentida se
vuelve penitente y ermitaña durante cuarenta y siete años, como nos cuenta
Zósimo de Palestina, que la halló desnuda y clarividente, y poco después
enterró sus restos mortales con la ayuda de un león del desierto.
María de Egipto |
Manuel Alvar creía que Sofronio, fallecido en el 638,
escribió la primera biografía de la Egipciaca y que luego su relato se
multiplicó en griego, en latín y en lenguas romances. Su vida se convirtió en
arquetipo de arrepentidas, pero la Iglesia la excluyó de su santoral, lo que no
impidió que la plástica barroca la adoptara como tema predilecto. Los críticos
destacan los valores poéticos en la descripción de la belleza de la santa:
La faz tenié colorada
como la rosa cuando es granada,
boque chica e por mesura,
muy fermosa la catadura.
Su cuello e su petrina,
tal como flor dell espina
de sus tetiellas bien es sana,
tales son como maçana.
Un personaje del ingenioso Pedro Aretino, cuya madre fue
también placer de mil hombres, cuenta la historia de Nefixa (sin fisura, sin raja o rajadura), doncella hija de nobles
que ejerció la prostitución como acto de piedad hacia mendigos y limosneros en
la Serenísima Venecia, como Nefisa o Nefissa aparece citada en La lozana andaluza de Francisco Delicado
y en la Cárcel de amor de Diego de
San Pedro. A su prematura muerte, Nefixa, o también Nefija, fue elevada a los
altares y su misericordiosa hazaña alcanzó los pasillos del Vaticano donde nadie
puso impedimento para que se le encendieran velas a la Santa de las prostitutas,
meretrices, noctilucas y cortesanas. Bien es verdad que duró en el santoral
poco tiempo. “Santa Nefija y doña Urraca, que daban limosna de su cuerpo; a los
moros por dinero, a los cristianos de balde” (“Quevedo en la Nueva España”,
UNAM).
Recreación de santa Nefija, patrona de las prostitutas |
El culto a Santa
Librada o Santa Wilgefortis
surgió en el siglo XV, proclamada patrona de las mujeres malcasadas. En su
leyenda se la pinta como una nonelliza del siglo VIII (novena de un parto de
nueve mellizos, cosa insólita), repudiada por su madre y prometida por su padre,
rey Portugal, al rey moro de Sicilia. Para evitar que la casaran, ella hizo
voto de castidad y rezó tanto para que Dios la convirtiera en un ser repulsivo
que le creció vello en todo el cuerpo y barba. Así que el rey moro la despreció
y el padre colérico la hizo crucificar. Según otras versiones, dejó de comer
porque no quería casarse, su anorexia voluntaria le provocó un desequilibrio
hormonal que le quebró las uñas y le hizo crecer el vello. Wilgefortis es
conocida actualmente como la Santa Barbuda. Aunque nunca fue canonizada, se la
venera porque atiende un pedido muy particular: deshacer casamientos
indeseados. En la Bayona gallega existe un santuario dedicado a Santa Liberata. Hace siglos que se dice
que allí fue martirizada la niña, aunque sus presuntos restos se veneran en la
catedral de Sigüenza. En Sevilla se conservan varias representaciones suyas en
la iglesia de San Nicolás y en la Catedral. Se decía a los estudiantes que la
Santa Librada del Salvador era como la rana de la universidad de Salamanca, si
la encontrabas aprobabas una asignatura.
Últimamente la Virgen barbuda crucificada se ha convertido en
un icono LGBTQ expreso, digo expreso porque pudo haberlo sido inexpreso o
inconscio durante siglos. La idea de que la mártir no quisiera casarse por ser
lesbiana ha inspirado exposiciones artísticas en la actualidad. En la novela
gráfica Castle Waiting de la
norteamericana Linda Medley aparece la Orden de Santa Wilgefortis, un convento
lleno de monjas barbudas.
Nada menos que en Praga, bohemio corazón de Europa, nos
topamos también con Santa Librada (Starosta).
Fue allí donde alguien recordó un sortilegio dirigido a la santa por la
embarazada a punto de dar a luz: “Santa Librada, santa Librada: / ¡Que sea tan
fácil la salida/ como gustosa fue la entrada!”.