En la primera parte de esta entrada intentamos ubicar la figura de Agatha Christie en el marco del imperio colonial británico, en torno a la Gran Exposición que tuvo lugar en 1924 y que la escritora patrocinó dando la vuelta al mundo en 1922 junto con su esposo, Sir Archibald Christie.(Podéis acceder a su contenido en este enlace: http://mujeresparalahistoria.blogspot.com.es/2016/01/agatha-christie-i-el-gran-tour.html )En esta segunda parte, después la traumática ruptura de su matrimonio, Agatha dio un giro radical a su vida marchándose a Oriente Medio. Mientras se convertía en la novelista más leída de la historia, estuvo dedicándose intensamente a la arqueología durante treinta años hasta llegar a convertirse en una auténtica experta en cerámica prehistórica. Esa actividad, lo mismo que la experiencia de sus viajes a lo largo y ancho del Imperio, se reflejó en las andanzas de Hercules Poirot. Como en la ocasión anterior, intentaremos leer la vida y obra de la escritora en este segundo fructífero periodo proyectadas sobre el contexto histórico previo y posterior a la Segunda Guerra Mundial.
Un caso sin resolver
Agatha acababa de publicar uno de sus mejores títulos, El asesinato de Roger Ackroyd. Esa novela la convirtió en una auténtica celebridad, pero no pudo disfrutar las mieles del éxito. En 1926 su esposo le pidió el divorcio para casarse con su secretaria. Abrumada por el peso de esa tragedia personal, Agatha protagonizó el mayor de los misterios de su carrera. Desapareció durante once días sin que las numerosas fuerzas policiales desplegadas en su busca, a las que se sumaron más de 15.000 voluntarios, pudieran dar con ella. Conan Doyle incluso proporcionó uno de sus guantes a una medium para que intentara "visualizarla". Su coche apareció al pie de un lago y se la había dado por muerta. Al final la encontraron en un hotel de Harrogate, donde se hallaba inscrita como una tal Teresa Neele -apellido de la amante del Sr. Christie-, de Ciudad del Cabo, quizá el último lugar en que Agatha se sintió feliz en su matrimonio. Si estuvo aquejada de amnesia, quién sabe qué dijo e hizo durante todo ese tiempo. O tal vez se limitó a huir, ajena al revuelo que se había organizado, hasta que pudiera asimilar su trauma psicológico. Nunca lo sabremos porque no dejó nada escrito sobre ello. Lo que sí nos consta es que aquel tremendo escándalo fue aireado en los periódicos de medio mundo, lo que sin duda hizo sentir aún más vejada y avergonzada a esta mujer que tan celosamente guardaba sus secretos.
Probablemente Agatha comprendió que si quería preservar el poco crédito social que le quedaba, y escapar de la depresión que la estaba atenazando, debía desaparecer de la escena inglesa durante una temporada. Así que, invitada por una de sus entusiastas lectoras, la esposa del arqueólogo Leonard Wooley-quien se hallaba excavando en Ur, la antigua Babilonia de Nabucodonosor-, en 1928 Agatha subió al Orient Express, recorriendo más de 30.000 km. para huir de sus fantasmas. Su experiencia en Mesopotamia la sedujo hasta tal punto que se apresuró a volver en la siguiente temporada de excavaciones. Fue entonces cuando intimó con Max Mallowan, el joven ayudante de Wooley. Este, para su total sorpresa, le propuso matrimonio. Él tenía 24 años y ella 40 y, una vez más, Agatha se atrevió a desafiar los fuertes prejuicios de la sociedad británica aceptando tal propuesta.
Probablemente Agatha comprendió que si quería preservar el poco crédito social que le quedaba, y escapar de la depresión que la estaba atenazando, debía desaparecer de la escena inglesa durante una temporada. Así que, invitada por una de sus entusiastas lectoras, la esposa del arqueólogo Leonard Wooley-quien se hallaba excavando en Ur, la antigua Babilonia de Nabucodonosor-, en 1928 Agatha subió al Orient Express, recorriendo más de 30.000 km. para huir de sus fantasmas. Su experiencia en Mesopotamia la sedujo hasta tal punto que se apresuró a volver en la siguiente temporada de excavaciones. Fue entonces cuando intimó con Max Mallowan, el joven ayudante de Wooley. Este, para su total sorpresa, le propuso matrimonio. Él tenía 24 años y ella 40 y, una vez más, Agatha se atrevió a desafiar los fuertes prejuicios de la sociedad británica aceptando tal propuesta.
Comenzar una nueva vida en Siria
Se casaron en 1930 y, para que Agatha pudiera acompañarlo en sus excavaciones, Mallowan buscó un yacimiento adecuado. Lo encontró en la antigua Nínive (Mosul), en Siria, constituida en Protectorado francés tras la Primera Guerra Mundial. En Nínive excavaron cinco niveles de profundidad, lo que permitió establecer, por vez primera, el esquema cronológico de la prehistoria asiria. Entonces la Arqueología era una disciplina todavía en formación. El pequeño grupo de investigadores ensayaba nuevos métodos de trabajo: excavaban grandes trincheras y, dentro de ellas, cuadros en los que poder identificar los diferentes niveles de ocupación humana. La mitad de las piezas que obtuvieron se enviaban al Museo Británico, donde hoy podemos verlas todavía.
En 1933 se trasladaron a Tell Arpachiya, donde los resultados obtenidos por Mallowan fueron una auténtica novedad. La palabra "tell" se refiere a un yacimiento formado por sucesivas etapas de ocupación a lo largo de los siglos y que tiene la apariencia de un montículo erosionado por el viento. La dirección de las excavaciones se llevaba a cabo por un pequeño grupo de occidentales, sólo cuatro personas, entre las que se encontraba Agatha, pero para las tareas de excavación contaban con unos 180 trabajadores locales.
Otro importante yacimiento donde investigaron fue Chagar Bazar, al noroeste de Siria, donde permanecieron durante tres temporadas, de 1935 a 1937. Agatha, cada vez más implicada en el trabajo arqueológico de la expedición, contaría sus experiencias en un libro, Come, tell me how you live, título que hace alusión tanto a sus actividades cotidianas en Oriente como, de manera más genérica, al trabajo habitual de los arqueólogos, lo que descubren con sus picos y palas acerca de las vidas de los hombres del pasado. Agatha nos da una bonita lección de humildad acerca del verdadero trabajo arqueológico:“Ocasionalmente hay un palacio real, a veces un templo, más raramente un enterramiento real. Éstas cosas son espectaculares. Salen en los periódicos y en titulares, pero la arqueología en realidad se ocupa de la vida cotidiana del antiguo ceramista, del granjero, del artesano”.
Una novelista con alma de arqueóloga
Agatha no intervenía directamente en las tareas de excavación sino que clasificaba los restos, los etiquetaba y fotografiaba, anotando la entrada correspondiente en el diario. Para mejorar su técnica fotográfica incluso se matriculó en una escuela oficial. Su trabajo de registro documental ha sido considerado modélico. También se ocupaba de revelar las fotografías en condiciones muy precarias, porque su cuarto oscuro era una pequeña cueva a la que entraba gateando y donde debía permanecer en cuclillas con un calor asfixiante, así que se levantaba a las 6 de la mañana para aprovechar el momento más fresco del día. Se convirtió en una colaboradora verdaderamente imprescindible, aunque su esposo nunca lo reconoció de manera abierta. No sólo acabó ocupándose de controlar a los trabajadores sino que también se encargaba de limpiar las piezas, para lo que utilizaba sus cremas faciales, y además recomponía los fragmentos de cerámica. Tenía una habilidad inusitada para ello, sin duda relacionada con su talento para los enigmas. Su capacidad de trabajo era verdaderamente envidiable: durante los 30 años de su vida que dedicó a la arqueología-de 1930 a 1958-, no dejó de escribir sus novelas cada vez más exitosas.
En el libro que relata su vida al pie del yacimiento deja constancia de múltiples reflexiones sobre las piezas encontradas. Así, respecto a las diosas madres sedentes, de formas prominentes, asociadas a cultos mágicos o religiosos, escribe que estas madonnas de grandes pechos, grotescos y primitivos, representaban sin duda el consuelo y la ayuda. A veces han perdido la cabeza, otras sólo tienen una gran nariz o barbilla por todo rasgo facial. En estas figuras pueden detectarse bandas negras que corresponderían a pulseras, brazaletes, tobilleras, collares y taparrabos, así como a decoración corporal consistente en pinturas o tatuajes, lo cual resulta muy elocuente a la hora de imaginar el aspecto que presentarían aquellas mujeres de hace 7000 años. No cabe duda que para ellas, lo mismo que para nosotros hoy en día, también la piel era un medio de expresión social.
En el libro que relata su vida al pie del yacimiento deja constancia de múltiples reflexiones sobre las piezas encontradas. Así, respecto a las diosas madres sedentes, de formas prominentes, asociadas a cultos mágicos o religiosos, escribe que estas madonnas de grandes pechos, grotescos y primitivos, representaban sin duda el consuelo y la ayuda. A veces han perdido la cabeza, otras sólo tienen una gran nariz o barbilla por todo rasgo facial. En estas figuras pueden detectarse bandas negras que corresponderían a pulseras, brazaletes, tobilleras, collares y taparrabos, así como a decoración corporal consistente en pinturas o tatuajes, lo cual resulta muy elocuente a la hora de imaginar el aspecto que presentarían aquellas mujeres de hace 7000 años. No cabe duda que para ellas, lo mismo que para nosotros hoy en día, también la piel era un medio de expresión social.
Agatha debió de convertirse en una auténtica experta en arqueología, solo que tenemos una gran dificultad para catalogara personas que destacan en dos ámbitos y nos resulta más fácil, en su caso, seguir catalogándola como novelista, sobre todo teniendo en cuenta su extraordinario renombre. Me parece muy elocuente sobre su capacidad lo que dejó escrito con un punto de legítimo orgullo: “ Hace muchos años, cuando una vez le dije con tristeza a Max que era una lástima que no me hubiera acercado a la arqueología cuando era niña, a fin de estar mejor informada sobre el tema, dijo, "¿no te das cuenta de que en este momento sabes más sobre la cerámica prehistórica que cualquier otra mujer en Inglaterra?"
Antropología y medios de subsistencia
En Chagar Bazar el grupo de excavadores comprendía unos 140 trabajadores: árabes, kurdos, yazidíes y armenios cristianos. Mallowan necesitaba grandes dotes de diplomacia para organizar a un grupo tan heterogéneo. A las órdenes de capataces, los distribuían por etnias y aldeas de procedencia para evitar enfrentamientos entre ellos. Uno de los mayores conflictos fue fijar el día de descanso. Como los árabes constituían la mayor parte de los trabajadores, pretendían que se disfrutara los viernes, mientras que los armenios argumentaban que, dado que se trataba de un yacimiento "cristiano", debían cerrar los domingos. Mallowan, con admirable ecuanimidad, decidió que la vacatio tendría lugar los jueves, día que ninguna religión ordenaba descansar.
Como se premiaba el descubrimiento de piezas destacadas, pronto algunos trabajadores recurrieron a la argucia de presentar burdas falsificaciones como hallazgos, con el fin de recibir el estipendio prometido. Pero sobre todo nos interesa incidir en un problema que Agatha sugiere y que posee un hondo calado para la Antropología. Los trabajadores de las excavaciones recibían su paga cada 10 días, el tiempo que les duraba el saco de harina y cebollas que traían de sus casas. Sin embargo, una vez que cobraban, desaparecían por una temporada: “ tengo dinero ahora ¿Por qué continuar”, decían. Al cabo de 15 días se les acababa el dinero y volvían, lo cual hacía imposible toda regularidad en el trabajo de la excavación. Ello suponía un verdadero engorro dado que las cuadrillas sólo podían ser eficientes estando completas y con todos sus miembros bien adiestrados. Los franceses ya habían lidiado con tal problema organizativo durante la construcción del ferrocarril del Congo (1924-1934), y lo solucionaron reteniendo la mitad de la paga de los trabajadores en concepto de demora, con lo cual garantizaban que se trabajase sin interrupciones. El mando francés en Siria recomendó a Mallowan que utilizara ese sistema con sus empleados, pero el honesto arqueólogo se negó a ello por considerar que no era justo compensar el trabajo a tiempo completo solo con medio sueldo. La cuestión preocupó enormemente a los administradores coloniales, puesto que tales abusos darían lugar a una oleada de huelgas muy violentas en 1935, en protesta por las terribles condiciones de trabajo en las minas de cobre del norte de Rodesia (hoy Zambia) y en las colonias del Caribe.
Ello constituyó un duro golpe tanto contra la política colonial como contra la teoría antropológica más al uso, la de Malinowski. Su visión del contacto cultural no daba respuesta ni a las situaciones de rápido cambio social que se estaban produciendo ni a la sorprendente capacidad de organización que mostraron aquellos trabajadores a pesar de carecer de un sistema formal de sindicatos, haciendo uso sólo de redes informales de comunicación. La Escuela de Manchester (Max Gluckman, J. Desmond Clark, Geodfrey Wilson…), en el contexto del Rhodes Livingstone Institute, intentó analizar esos conflictos. El sistema colonial aprovechaba el mantenimiento de los vínculos de los trabajadores con sus aldeas de procedencia para ahorrarse los costes de seguridad social. Los trabajadores nativos vivían inmersos en dos realidades muy distintas, la urbana y la rural. En las brazzavilles, ciudades indígenas que crecían muy rápidamente por el éxodo rural, había muchos más trabajadores de los necesarios. Constituían una especie de ejército de reserva de mano de obra que sobrevivía de manera precaria y que no podía prescindir de su célula familiar de origen para subsistir. Georges Balandier ya destacó que los salarios que percibían tenían características “coloniales”: los trabajadores se endeudaban con las compras inequitativas en las cantinas de los blancos, o bien su importe no cubría las necesidades totales de los obreros, porque siempre les pagaban por debajo del salario mínimo fijado por la administración, ya de por sí muy reducido. Con ello se desplazaba parte o todos los gastos de reproducción de la fuerza obrera a esas zonas rurales, teoría que desarrollaría de la forma más acabada el antropólogo francés Claude Meillassoux en Mujeres, graneros y capitales (1975).
Este autor invoca dos textos para poner de manifiesto las bases del sistema de explotación. En el informe de la Comisión de Salarios Indígenas en las minas de Rodesia se decía: “Es ventajoso para las minas que los trabajadores indígenas sean animados a volver a sus hogares al fin de su periodo de servicio. La perpetuación del sistema gracias al cual las minas pueden obtener trabajo sin cualificar a un precio inferior al pagado generalmente en la industria depende de esto, porque de otro modo los medios subsidiarios de subsistencia desaparecerían y el trabajador se haría un residente permanente del "Witwatersrand"”. En segundo lugar, el informe del gobernador de Uganda indicaba que “ es una buena política, cada vez que esto es posible, dejar el cuidado de los enfermos y débiles a los clanes tribales y las organizaciones familiares que tradicionalmente han asumido esta responsabilidad “. Y por su parte, Lord Hailey, uno de los grandes teóricos del colonialismo, pensaba que esas reservas familiares podían utilizarse como amortiguadores para satisfacer las necesidades de los desempleados y de los viejos sin ninguna carga para el Estado: “ no hay ninguna alternativa a esto más que una mano de obra permanente, instalada en las ciudades alrededor de las minas y las fábricas y completamente separada de la tierra; pero una mano de obra tal tendría necesidad de salarios más elevados, viviendas adecuadas, escuelas, distracciones y seguros sociales “. En términos del propio Meillassoux, “ las comunidades agrícolas de autosubsistencia, en razón de su coherencia y finalidad, son capaces de llevar a cabo funciones que el capitalismo prefiere no asumir en los países subdesarrollados: las funciones de seguridad social. El coste bajo de la fuerza de trabajo en estos países viene no solamente de la explotación del asalariado, sino también de la explotación del trabajo de sus parientes”... “ La rotación de la mano de obra migrante se obtiene por las discriminaciones que privan al trabajador de la seguridad social y de seguridad en el empleo y lo obligan a retornar a su país.… Las autorizaciones de trabajo son dadas sólo por un periodo limitado, renovables en determinadas condiciones… Los mecanismos de migraciones rotatorias funcionan dentro de un mismo país, entre zonas rurales y urbanizadas, o a nivel internacional entre países básicamente rurales y los países industrializados. Esto está en el origen de los inmensos movimientos de población entre África y Europa que no han parado de crecer desde la Segunda Guerra Mundial, migraciones que ciertos sociólogos retrasados, ciegos o cómplices, siguen atribuyendo a la mentalidad indígena o a su tradición“. Como demuestra el atinado análisis de Meillassoux, la familia se convierte así en el reducto mínimo que viene soportando el peso de todos los modos de producción a lo largo de la historia. Lo más llamativo es que este planteamientos no solo explica situaciones tribales sino también lo que está sucediendo en los mercados laborales de nuestro mundo globalizado.
Ello constituyó un duro golpe tanto contra la política colonial como contra la teoría antropológica más al uso, la de Malinowski. Su visión del contacto cultural no daba respuesta ni a las situaciones de rápido cambio social que se estaban produciendo ni a la sorprendente capacidad de organización que mostraron aquellos trabajadores a pesar de carecer de un sistema formal de sindicatos, haciendo uso sólo de redes informales de comunicación. La Escuela de Manchester (Max Gluckman, J. Desmond Clark, Geodfrey Wilson…), en el contexto del Rhodes Livingstone Institute, intentó analizar esos conflictos. El sistema colonial aprovechaba el mantenimiento de los vínculos de los trabajadores con sus aldeas de procedencia para ahorrarse los costes de seguridad social. Los trabajadores nativos vivían inmersos en dos realidades muy distintas, la urbana y la rural. En las brazzavilles, ciudades indígenas que crecían muy rápidamente por el éxodo rural, había muchos más trabajadores de los necesarios. Constituían una especie de ejército de reserva de mano de obra que sobrevivía de manera precaria y que no podía prescindir de su célula familiar de origen para subsistir. Georges Balandier ya destacó que los salarios que percibían tenían características “coloniales”: los trabajadores se endeudaban con las compras inequitativas en las cantinas de los blancos, o bien su importe no cubría las necesidades totales de los obreros, porque siempre les pagaban por debajo del salario mínimo fijado por la administración, ya de por sí muy reducido. Con ello se desplazaba parte o todos los gastos de reproducción de la fuerza obrera a esas zonas rurales, teoría que desarrollaría de la forma más acabada el antropólogo francés Claude Meillassoux en Mujeres, graneros y capitales (1975).
Este autor invoca dos textos para poner de manifiesto las bases del sistema de explotación. En el informe de la Comisión de Salarios Indígenas en las minas de Rodesia se decía: “Es ventajoso para las minas que los trabajadores indígenas sean animados a volver a sus hogares al fin de su periodo de servicio. La perpetuación del sistema gracias al cual las minas pueden obtener trabajo sin cualificar a un precio inferior al pagado generalmente en la industria depende de esto, porque de otro modo los medios subsidiarios de subsistencia desaparecerían y el trabajador se haría un residente permanente del "Witwatersrand"”. En segundo lugar, el informe del gobernador de Uganda indicaba que “ es una buena política, cada vez que esto es posible, dejar el cuidado de los enfermos y débiles a los clanes tribales y las organizaciones familiares que tradicionalmente han asumido esta responsabilidad “. Y por su parte, Lord Hailey, uno de los grandes teóricos del colonialismo, pensaba que esas reservas familiares podían utilizarse como amortiguadores para satisfacer las necesidades de los desempleados y de los viejos sin ninguna carga para el Estado: “ no hay ninguna alternativa a esto más que una mano de obra permanente, instalada en las ciudades alrededor de las minas y las fábricas y completamente separada de la tierra; pero una mano de obra tal tendría necesidad de salarios más elevados, viviendas adecuadas, escuelas, distracciones y seguros sociales “. En términos del propio Meillassoux, “ las comunidades agrícolas de autosubsistencia, en razón de su coherencia y finalidad, son capaces de llevar a cabo funciones que el capitalismo prefiere no asumir en los países subdesarrollados: las funciones de seguridad social. El coste bajo de la fuerza de trabajo en estos países viene no solamente de la explotación del asalariado, sino también de la explotación del trabajo de sus parientes”... “ La rotación de la mano de obra migrante se obtiene por las discriminaciones que privan al trabajador de la seguridad social y de seguridad en el empleo y lo obligan a retornar a su país.… Las autorizaciones de trabajo son dadas sólo por un periodo limitado, renovables en determinadas condiciones… Los mecanismos de migraciones rotatorias funcionan dentro de un mismo país, entre zonas rurales y urbanizadas, o a nivel internacional entre países básicamente rurales y los países industrializados. Esto está en el origen de los inmensos movimientos de población entre África y Europa que no han parado de crecer desde la Segunda Guerra Mundial, migraciones que ciertos sociólogos retrasados, ciegos o cómplices, siguen atribuyendo a la mentalidad indígena o a su tradición“. Como demuestra el atinado análisis de Meillassoux, la familia se convierte así en el reducto mínimo que viene soportando el peso de todos los modos de producción a lo largo de la historia. Lo más llamativo es que este planteamientos no solo explica situaciones tribales sino también lo que está sucediendo en los mercados laborales de nuestro mundo globalizado.
Entre 1937 y 1938 los Mallowan excavaron en otro importante yacimiento sirio, Tell Brak. Uno de los más originales descubrimientos que realizaron allí son los ídolos de ojos, encontrados a miles en el llamado Templo del Ojo. Son pequeñas figuras de alabastro de enormes óculos. Algunas tienen un solo par, otras tres, cuatro y hasta seis ojos, y una última modalidad porta en las manos unos ojos pequeños. Se trataba de ofrendas dedicadas a los dioses. Como sucedía en el antiguo Egipto, los ladrones accedían a los lugares donde estaban depositadas estas figuras, valiosas por los metales preciosos que las adornaban. En la huida a veces dejaban caer algunas, como esta cabeza de 17 cm, una de las esculturas antropomórficas más antiguas que se conocen y que debía de estar pegada a un poste.
La creciente tensión internacional obligó a Agatha y a su esposo, en 1938, a trasladarse a otro lugar más seguro, el valle de Balikh, en la frontera sirio-turca. Pero la guerra les obligó a retornar a Inglaterra. Allí comenzó escribir Come, tell me how you live, que fue publicada en 1946. De manera amena, cuenta las curiosas situaciones que les sucedieron en los yacimientos de Chagar Bazar y Tell Brak, como la casa llena de ratones en que tuvo que vivir mientras trabajaban en este último lugar, y con los que acabó para siempre un gato súper-profesional, un verdadero asesino a sueldo, tan frío y cerebral como un personaje de novela negra. O la fama de gran médica que adquirió Agatha entre las mujeres de la zona-a pesar de que solo disponía de aspirinas y bicarbonato-, gracias a su amabilidad y simpatía y, sobre todo, a la experiencia que había adquirido como enfermera voluntaria de la Cruz Roja durante la Gran Guerra. La llamaban la Khatun, un título otorgado a las esposas del soberano turco. Agatha habla con frecuencia de aquellas mujeres. Las que más le gustaban, seguro que porque se acercaban a su ideal de mujer occidental emancipada, eran las kurdas. Le parecían enormes flores alegremente coloreadas por sus vistosos vestidos verdes, rojos y amarillos, y sus turbantes anaranjados. Las describe como altas, guapas, con una prestancia orgullosa, con caras broncíneas de rasgos regulares y ojos azules. En cambio, las árabes le parecían modestas y tímidas porque escondían la cara cuando les hablaba y sólo la miraban directamente desde la distancia, siempre vestidas de negro o con colores oscuros. Ninguna se atrevía hablar a un varón en presencia de extraños. Por el contrario, apunta Agatha, una kurda no tiene ninguna duda de que es tan buena como cualquier hombre, o incluso mejor. Andaban fuera de sus casas bromeando, pasando el tiempo amistosamente. Eran felices a pesar de que vivían en casuchas de barro y, por toda posesión, sólo tenían unos pocos cacharros para cocinar.
Agatha también menciona su experiencia con otras religiones de la zona, como su visita al patriarca de la Iglesia maronita, católicos bajo el rito oriental implantado por San Marón en el siglo IV en Antioquía (Siria). E igualmente alude a los jazidíes, miembros de una religión precristiana de Oriente Medio que tenía su principal foco en Nínive. Esta religión se remonta al segundo milenio antes de Cristo y entre sus miembros hoy día predominan los kurdos de Siria, aunque también hay comunidades más pequeñas en Armenia, Georgia, Rusia e Irán. Actualmente su situación es muy delicada.Su credo se caracteriza por el sincretismo: aúna la cosmogonía propia de la antigua religión persa con el islam sufí, sin olvidar las influencias cristianas. Los musulmanes acusan a los yadizíes de adorar a Satán y Agatha se hace eco de ello. Sin embargo, parece una confusión con el nombre de Shaytan. Para los creyentes de esta religión, Dios creó el mundo y lo dejó al cuidado de siete santos o ángeles. El principal de ellos es Shaytan, cuyo nombre sagrado nunca debe ser pronunciado. Se le conoce también como Melek Taus, el ángel del pavo real. A la edad de Shaytan sucederá la de Jesús, a quien reconocen solo como profeta, pues aún no ha llegado su momento. En el templo sagrado de los yazidíes Agatha contempló una serpiente esculpida, animal sagrado que ayudó a poner en movimiento el Arca de Noé, lo que evidencia esos rasgos sincréticos.
Melek Taus |
En su forzoso retiro inglés, Agatha rememoraría los maravillosos momentos pasados en Oriente: "Porque amo aquel país amable y fértil y a sus gentes sencillas que saben cómo reír y cómo disfrutar de la vida, que son despreocupados y felices, que tienen dignidad, buenos modales, y un gran sentido del humor, y para las que la muerte no es terrible…Inshallah ("Si Dios quiere"), iré allí de nuevo, y las cosas que amo no habrán desaparecido de esta tierra…"
Yacimiento de Nimrud |
Su esperanza se hizo realidad pues, una vez normalizada la situación postbélica y superada la enorme crisis económica que soportó Gran Bretaña, los Mallowan pudieron volver a sus excavaciones. Durante 1949 a 1958 trabajaron en Nimrud, una antigua ciudad asiria situada junto al Tigris y que alcanzó su máxima preeminencia como capital durante el reinado de Asurbanipal II (883-859 a. C.). Layard había sido el primer arqueólogo en excavar en el yacimiento entre 1845 y 1851, descubriendo el palacio real con sus maravillosos relieves que podemos ver en el Museo Británico.
Una pieza maravillosa del conjunto que halló el equipo de Mallowan es la famosísima placa de marfil del león devorando a un joven africano. Este muestra vetas doradas en el cabello rizado y en los brazaletes, en una escena que posee un delicado fondo vegetal. A pesar de toda su belleza y la maestría de su ejecución, este pequeño prodigio es simplemente un aplique que adornaba el mobiliario. Pasé muchos ratos admirando esta pieza cuando se expuso en el Museo Arqueológico de Alicante y nuevamente me deleité con ella en Londres. Pero todavía me es mucho más querida y cercana desde que sé que Agatha la limpió con tanto esmero con sus potingues y con una aguja de hacer calceta y nos la devolvió en su esplendor para que todos pudiéramos disfrutarla.
Poirot, un detective colonial
Nada pasa por nuestras vidas sin dejar alguna huella. Por eso, no debería extrañarnos que en la obra de Agatha resulten reconocibles múltiples pistas de sus viajes y de su pasión por la arqueología. Me parece muy sugerente la afirmación que se realizó en el diario argentino La Nación (14 de enero de 2007): "Las aventuras de Jane Marple transcurren en general en casas de campo, entre ciudadanos irreprochables, de vida aburrida; las pequeñas intrigas de pueblo, las enemistades en sordina, los pequeños pecados del pasado se cargan de significado cuando el crimen llega al pueblo y lo despierta. Las aventuras de Poirot, en cambio, muchas veces tienen un aire de exotismo. La señorita Marple se ocupa de atrapar a los criminales en el interior de Inglaterra; Poirot, en los confines del Imperio”.
Ciertamente, Poirot visita Europa y viaja por casi todo el imperio británico. Como cuando Agatha se dirigió a Oriente Medio en 1928 en el Orient Express, desde Calais a Estambul, Poirot resolvió uno de sus más famosos casos en el tren que unía Europa con Asia. Un crimen cometido mientras este lujoso ferrocarril traspasaba las fronteras, cuya perseguibilidad penal planteaba un curioso problema de derecho internacional, en qué país se había producido la muerte de la víctima a causa de las sucesivas puñaladas. Poirot, sin embargó, resolvió el caso por medio de la “justicia poética”: inventando una explicación exculpatoria para cada uno de los 12 “ jurados” que habían juzgado y ejecutado “justamente” al malvado.
En Cita con la muerte (1938), mientras viaja por Próximo Oriente, Poirot se hace cargo del asesinato de una despótica mujer del que aparecen como responsables todos sus hijos. En esta novela vemos como el detective, de vacaciones en Jerusalén, viaja a Petra, uno de los yacimientos arqueológicos más espectaculares.
Para La aventura de la tumba egipcia, publicada en 1923, Agatha se inspiró en el descubrimiento de la tumba de Tutankhamon y la muerte, en abril de 1933, de su patrocinador, Lord Carnavon. La leyenda de la maldición de los faraones explicaba aparentemente una serie de asesinatos: tras el descubrimiento de una tumba de un faraón de la VIII dinastía, varios miembros de la expedición morían en extrañas circunstancias. Pero Poirot utilizó su implacable lógica para descubrir al verdadero culpable.
Como hiciera Agatha en 1910, acompañando a su madre enferma, el detective viaja a Egipto y resuelve el caso de Muerte en el Nilo (1937). El detective visita las pirámides y los templos de Abu Simbel y Karnak. El villano de esta novela es, precisamente, un arqueólogo italiano, Guido Richetti. La historia transcurre a espaldas de la población egipcia. De ella sólo se ve a los pequeños vendedores de souvenirs asediando a los turistas, o al personal del servicio moviéndose como entre sombras. Sólo encontramos un guiño a los conocimientos de la escritora sobre cerámica prehistórica en Anatolia.
En Asesinato en Mesopotamia (1936) todos los miembros de la excavación parecen sospechosos del asesinato de la señora Leidner, personaje inspirado en Katherin, la esposa del arqueólogo Leonard Wooley que tanto hizo para ayudar a Agatha a superar el fracaso de su primer matrimonio. La propia novelista aparecía, en su papel de enfermera de la Sra. Leidner , como narradora de la historia. La escritora dedicó este libro a sus muchos amigos arqueólogos de Irak y Siria. En él la autora describe al cargante Poirot, al que ya estaba cogiendo una ojeriza mayúscula: “ No sé cómo me lo había imaginado: quizá alguien parecido a Sherlock Holmes, alto y delgado, con un rostro alerta e inteligente. Por supuesto, sabía que era extranjero, pero no esperaba que lo fuera hasta tal extremo. Ustedes ya me entienden"..."Al contemplarlo, le entraban a una ganas de reír. Tenía un aspecto como sólo se ve en las películas o en el teatro. Medía aproximadamente 1. 65, regordete, viejo, con unos bigotes enormes y la cabeza en forma de huevo. ¡Parecía un peluquero de comedia cómica! ¿Este era el hombre que iba a averiguar quién la mató? “
Se advierte con claridad que, por aquel entonces, Agatha encontraba a Poirot totalmente insufrible por su egocentrismo pero, visto que Arthur Conan Doyle se vio obligado, por las fuertes presiones de la prensa, y hasta por su propia madre, a resucitar a Sherlock Holmes, Agatha se guardó muy bien de matarlo. Después de incluirlo en 33 de sus 66 novelas y en 54 de los relatos cortos, se limitó a dejar de escribir sobre él hacia 1940, lo que coincide con la Segunda Guerra Mundial y el declive del poderío imperial de Gran Bretaña.
Se advierte con claridad que, por aquel entonces, Agatha encontraba a Poirot totalmente insufrible por su egocentrismo pero, visto que Arthur Conan Doyle se vio obligado, por las fuertes presiones de la prensa, y hasta por su propia madre, a resucitar a Sherlock Holmes, Agatha se guardó muy bien de matarlo. Después de incluirlo en 33 de sus 66 novelas y en 54 de los relatos cortos, se limitó a dejar de escribir sobre él hacia 1940, lo que coincide con la Segunda Guerra Mundial y el declive del poderío imperial de Gran Bretaña.
Poirot había llegado a Inglaterra en 1916 como refugiado belga. Su amistad con el capitán Hastings asimilaba fácilmente a estos dos personajes a la pareja que formaban Holmes y Watson. Su última historia, Telón, no se publicó hasta 1975. El New York Times ya había publicado su obituario el 8 de agosto de ese mismo año: “ Hércules Poirot, un detective belga que llegó a ser internacionalmente famoso, ha muerto en Inglaterra. Su edad se desconocía".
Además de las novelas de Poirot, Agatha describió muchas otras historias en escenarios imperiales. La primera novela que escribió, Snow in the desert, con el ingenioso seudónimo de Monosyllaba, estaba situada en Egipto, un país que fascinaba a la autora desde su temprano viaje en 1910. Quizá la más original de sus obras sea La venganza de Nofret (1944), una novela histórica de detectives. La trama transcurre en el Alto Egipto y se basó en un hallazgo arqueológico real, el de las cartas de un sacerdote del dios Ka correspondiente a la XI dinastía. Después de Diez negritos, es su novela con más asesinatos.
Templo de Abu Simbel |
Por último, en Intriga en Bagdad (1951) una joven inglesa conoce a un chico que va a trabajar a Bagdad junto con un conservador de la cultura, en una trama en la que aparecen arqueólogos, contrabandistas y espías.
Agatha Marilyn Clarissa, de soltera Miller, ostenta el récord de ventas junto a la Biblia y a Shakespeare, nada menos . Sus libros han sido traducidos a más de 100 idiomas. Como una vez dijo distraídamente Max Mallowan a Agatha, yo también “creo que eres maravillosa, querida”.
Fuentes consultadas:
-Christie, Agatha: Come, tell me how you live. 1946.World Public Library.
-Christie, Agatha: Muerte en el Nilo. RBA, 2014.
-Christie, Agatha: Asesinato en Mesopotamia. RBA, 2010.
-Martínez Veiga, Ubaldo: Historia de la Antropología. Teoría, praxis y lugares de estudio. Uned, 2008.
-Agatha Christie and Archeology. The British Museum.Web. 23-12-2015.
-Arrieta, Julio: La arqueóloga Agatha Christie. 1-3-2013. El Correo. Web.9-7-2014.
-Carretón, Adrián: Agatha Christie. La arqueología hecha literatura. 23-11-2013. web.25-12-2015.
-Colomer, Alvaro: Max Mallowan y Agatha Christie.Web.25-12-2015.
-Lubelsky, Amy: In the Field with Agatha Christie.2-4-2002. Web. 25-12-2015.
-Pulín, Carmen: Agatha Christie en Oriente. Web.26-12-2015.
-Agatha Christie. Wikipedia. Web.5-1-2016.
-Yadizíes. wikipedia.Web.25-12-2015.
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