La historia-que, como sabemos, siempre la escriben quienes vencen o dominan-, cubre con un manto de ominoso silencio a los que desafían el orden establecido. Por eso no resulta extraño que condenase al olvido a una figura inmensa, la de Charlotte Perkins Gilman. Sus ideas y actitudes nos resultan hoy totalmente cercanas pero fueron de una modernidad peligrosamente radical hace 100 años. Aunque su memoria ya fue rescatada por el feminismo de los años 70, continúa siendo bastante desconocida en el ámbito hispánico. Os invito a descubrir, o a conocer mejor, a esta impresionante creadora y pensadora. No os defraudará.
Nace
la "Nueva Mujer"
Charlotte
Perkins Gilman nació en Hartford, Connecticut, el 3 de julio de
1860. Su padre pronto abandonó a la familia, que se quedó sin
medios de vida. Por ello Charlotte creció con sus tías maternas, lo
cual resultó una verdadera suerte para su futuro porque se trataba
de verdaderas activistas políticas, que le servirían como modelo
femenino de referencia. Una de ellas era la célebre Harriet Beecher
Stowe, autora de La cabaña del tío Tom (1852), a quien el
presidente Lincoln calificó como la mujercita que encendió la mecha
de la guerra civil americana en favor de la democracia y la igualdad
entre blancos y negros.La otra, Isabella Beecher Hooker, quizá no es tan famosa como la anterior pero en su época fue una gran conferenciante y líder del movimiento sufragista.
Aunque
Charlotte estudió un año en la Escuela de Diseño de Rhode Island,
su formación fue mayormente autodidacta. Pronto demostró unas
desmesuradas dotes intelectuales. Escribió ficción, poesía y
ensayo, impartió conferencias y su talento era tan grande que, en
una época que marginaba a la mujer al ámbito estrictamente doméstico, le
permitió vivir de su trabajo. Era una reformista que ejemplificó
con su persona el modelo para la "New Woman", la
"Nueva Mujer". Vestida con su característico atuendo amplio y cómodo, libre del opresor corsé, Charlotte practicaba
deporte, le encantaba caminar al aire libre y tomar baños fríos
tonificantes. Asistía a clubs de lectura, estudiaba idiomas y se
interesaba tanto por la historia como por las ciencias. Con una vida
tan activa, meditó mucho la decisión de casarse, pues temía que
las obligaciones familiares pudieran acabar con su libertad. Al final
contrajo matrimonio, en 1882, con Charles Walter Stettson, un pintor
colorista (de ambientes típicos americanos). Y, como era de esperar,
Charlotte acabó sufriendo una severa depresión, al verse limitada
en sus aspiraciones intelectuales tras el nacimiento de su primera
hija cuando tenía 25 años.
El
período amarillo
Durante
tres largos años, Charlotte soportó los embates de una grave crisis
nerviosa. Ante aquella situación cronificada, recurrió a la ayuda
del especialista más renombrado del país, el neurobiólogo Silas
Weir Mitchell. Sin embargo, su reconocido tratamiento, que prescribía
un reposo mental absoluto, acarreó el
derrumbe psicológico definitivo a la hiperactiva Charlotte, llevándola a las puertas de la
locura. Si la autora sufría intensamente al no poder dedicarse a sus
aficiones intelectuales en la forma para la que estaba tan preparada,
prohibirle la escritura resultó el mazazo definitivo para su salud.
Al cabo de tres meses de tratamiento, presa de una total postración,
con continuas crisis de llanto, una amiga le ayudó a pasar página
en su vida. Abandonó no sólo aquella perniciosa cura sino también
a su marido, una decisión verdaderamente insólita para la época.
Muchos años después, y al objeto de ayudar a otras mujeres en su
misma situación, Charlotte narró su penosa experiencia en un relato
magistral, El papel pintado amarillo (1891). En él, la
protagonista se adentra por los senderos del extravío mental por
culpa de un tratamiento que le impide toda actividad intelectual. En
su autobiografía, publicada en 1935, Charlotte recalcó que al
escribir esa historia pretendía evitar que la espantosa cura
arruinara la vida de más mujeres. Con ese fin, envió el cuento al
doctor Mitchell quien, captando la indirecta, dejó de prescribir
aquella castradora terapia.
Para conocer mejor esta fascinante obra, os propongo estos enlaces:
-A una entrada sobre feminismo, darwinismo y la ciencia médica en El papel pintado amarillo:http://anthropotopia.blogspot.com.es/2016/11/locas-en-el-laboratorio-el-papel.html
-A la versión en castellano del relato :http://www.lamaquinadeltiempo.com/prosas/perkins01.html
-Pero no dejéis de leer la versión en inglés para captar la estupenda prosa de la autora: https://www.nlm.nih.gov/literatureofprescription/exhibitionAssets/digitalDocs/The-Yellow-Wall-Paper.pdf
Para conocer mejor esta fascinante obra, os propongo estos enlaces:
-A una entrada sobre feminismo, darwinismo y la ciencia médica en El papel pintado amarillo:http://anthropotopia.blogspot.com.es/2016/11/locas-en-el-laboratorio-el-papel.html
-A la versión en castellano del relato :http://www.lamaquinadeltiempo.com/prosas/perkins01.html
-Pero no dejéis de leer la versión en inglés para captar la estupenda prosa de la autora: https://www.nlm.nih.gov/literatureofprescription/exhibitionAssets/digitalDocs/The-Yellow-Wall-Paper.pdf
Una
autora feminista
El
relato, descubierto por el feminismo de los años 70, se publicó en
1996 y no tardó en incorporarse al nuevo canon literario. Sin duda
constituye una lectura imprescindible para comprender aquella etapa
de luchas por la libertad creadora de la mujer, libradas cruelmente
sobre el campo de batalla de sus cuerpos y mentes. Pero El papel
pintado amarillo no fue la única obra feminista de Charlotte. En
el conocido poema An obstacle habla de que los prejuicios y
la intransigencia, tanto como la falta de apoyo, son los obstáculos
que encuentran las mujeres para avanzar en un mundo patriarcal,
aunque el final de esta espléndida poesía es más esperanzador que
el de The Yellow Wallpaper:
I was climbing up a mountain-path
With many things to do,
Important business of my own,
And other people’s too,
When I ran against a Prejudice
That quite cut off the view.
My work was such as could not wait,
My path quite clearly showed,
My strength and time were limited,
I carried quite a load;
And there that hulking Prejudice
Sat all across the road.
So I spoke to him politely,
For he was huge and high,
And begged that he would move a bit
And let me travel by.
He smiled, but as for moving! —
He didn’t even try.
And then I reasoned quietly
With that colossal mule:
My time was short — no other path —
The mountain winds were cool.
I argued like a Solomon;
He sat there like a fool.
Then I flew into a passion,
and I danced and howled and swore.
I pelted and belabored him
Till I was stiff and sore;
He got as mad as I did —
But he sat there as before.
And then I begged him on my knees;
I might be kneeling still
If so I hoped to move that mass
Of obdurate ill-will —
As well invite the monument
To vacate Bunker Hill!
So I sat before him helpess,
In an ecstasy of woe —
The mountain mists were rising fast,
The sun was sinking slow —
When a sudden inspiration came,
As sudden winds do blow.
I took my hat, I took my stick,
My load I settled fair,
I approached that awful incubus
With an absent-minded air —
And I walked directly through him,
Una
obra de ficción fundamental en su producción es Herland,
traducida como De ellas. Un mundo femenino (1915). En ella
describe una sociedad utópica construida a medida de las mujeres,
justo lo contrario al panorama androcéntrico de su época, que era
el blanco de su aguda sátira. En esta novela denunciaba la injusta e
intolerable opresión sobre las mujeres, con el fin de concienciar al
público de la necesidad de una amplia reforma para conseguir un
mundo más igualitario y feliz. Para ello era imprescindible superar
la hipocresía que escondía la visión de la mujer como el ángel
del hogar, que permitía recluirla entre cuatro paredes para
garantizar la moralidad familiar y social. Por el contrario, la mujer
necesitaba un trabajo fuera del hogar y no limitarse a ser un objeto
intelectualmente vacío. La autora veía a la indumentaria de la
época como una herramienta opresora más, con sus sombreros, zapatos
y vestidos, creaciones masculinas que, como ya dijera Mary
Woollstonecraft un siglo antes, hacían de la mujer “una esclava
coqueta”.
Después
de todo lo anterior, quizá resulte curioso constatar que Charlotte
no se identificaba como feminista. Para entender esta aparente
contradicción es preciso tener en cuenta que ella tenía una visión
más amplia y avanzada que el feminismo de la época, principalmente
orientado a la obtención del sufragio femenino. Las feministas de la
primera ola confiaban en que el reconocimiento de la igualdad política a
través del voto generaría por sí sola el cambio social. Charlotte,
mucho más ambiciosa y clarividente, aspiraba a una transformación radical de la
sociedad como única manera de suprimir la dominación sobre las mujeres.
Después
de su divorcio en 1894, Charlotte se trasladó a California, donde se
entregó a la causa del feminismo y el socialismo utópico, siendo
seguidora de Susan B. Anthony y de Elizabeth Caddy Stanton, que había
sido una de las promotoras de la trascendental Declaración de
Derechos de Seneca Falls, Nueva York, en 1848. Durante cinco años
Charlotte participó en un circuito de conferencias por todo el país
denunciando el carácter opresor del matrimonio, con sus cargas
derivadas de la maternidad y el cuidado del hogar. Se trataba de
poner de manifiesto el lugar que la Nueva Mujer podía y debía ocupar en la
sociedad.
En
1898 Charlotte publicó su obra teórica más ambiciosa e innovadora,
Mujer y economía. Un estudio sobre la relación económica entre
hombre y mujer como factor de la evolución social. Basándose en
la teoría evolucionista, tan en boga en aquel período, Charlotte
contempla el papel asignado a la mujer como una respuesta a las
exigencias y los condicionantes del medio social, no como un hecho
natural inmodificable. Por ello, concluía que la situación de
dependencia de las mujeres podía modificarse incidiendo
adecuadamente sobre el diseño de las relaciones sociales. Charlotte
destacaba el valor que el trabajo de la mujer podía aportar a la
economía capitalista, y que su independencia financiera conllevaría
un beneficio para la sociedad en su conjunto. La autora acusaba a los
hombres de debilitar la raza al preferir a pequeñas y débiles
criaturas como esposas, en lugar de las mujeres fuertes que podían
llegar a ser. Pero la escritora no era contraria al trabajo
doméstico. Antes al contrario, consideraba que el hogar es un lugar
muy propicio para desarrollar las cualidades más humanas, el amor y
la ética del cuidado, pero siempre evitando que su estructura y
obligaciones conviertan a los niños y a las mujeres en prisioneros, sometidos a un padre y un esposo dominante. También denunciaba la
degradación de la mujer a la categoría de mero objeto en las
transacciones matrimoniales. Charlotte abordó estas cuestiones en
otras obras posteriores, como Concerning Children (1900), The
Home: It’s Work and Influence (1903) y en Human Work
(1904), siempre bajo presupuestos cercanos a la sociología. Todas
estas ideas, finalmente, cobrarían vida literaria en De ellas (1915), que
ya hemos mencionado arriba.
En
1900 Charlotte contrajo matrimonio con su primo George H. Gilman.
Como trabajaba en Wall Street, la escritora se trasladó a vivir a
Nueva York, donde continuó con sus inquietudes intelectuales. En
1909 fundó un periódico literario, Forerunner, cuyos
artículos escribía ella en su totalidad y que se ocupaban de los
asuntos sociales del momento. Sin duda Charlotte fue una blogera
avant la lettre. A la muerte repentina de su esposo en 1916
volvió a California para vivir con su hija y su nieto. En 1932, cuando
tenía 72 años, le fue diagnosticado un cáncer incurable que le
llevaría al suicidio dos años después.
Anticipando
el lema feminista de los años 70, Charlotte hizo política de su
vida privada. Utilizó de forma subversiva su propia experiencia
traumática con la finalidad explícita de transformar la sociedad.
Aunque tenemos que felicitarnos de que el rescate de la memoria
femenina haya traído de vuelta su figura y su obra, hay que
profundizar en ese trabajo haciéndola presente a un público cada
vez más amplio.
Fuentes
consultadas:
-
Gilman, Charlotte Perkins: El
papel pintado amarillo.
Edición bilingüe. Editorial Contraseña, 2012.
-Goodman,
Lizbeth (ed.): Literature and Gender. Routledge, 1996.
-Showalter,
Elaine: The Female Malady.
Women, Madness and English Culture, 1830-1980. Virago
Press, 2014.
-Sparknotes:
The Yellow Wall Paper.
Muy acertado el rescate de esta gran escritora, cdi desconocida en nuestro ámbito cultural. La obra El Papel Pintado Amarillo es digna de conocerse, para ser conscientes de cómo el paradigma androcéntrico ha intentado controlar la fuerza creativa intelectual de las mujeres, someterla a una reglas estrechas en las que cualquier intento de escape era señalado como enfermedad y locura. A veces pienso cuánto talento se ha desperdiciado en nuestra cultura por estas decisiones tomadas desde fuera del mundo femenino.
ResponderEliminar¡Enhorabuena por la entrada!