sábado, 6 de marzo de 2021

TELESILA Y LA POESÍA FEMENINA DE SU TIEMPO

 

Tiziano. Muerte de Acteón (1570-1575).
A manos de Diana (la Ártemis o Artemisa griega)

CURADA POR EL ARTE. ARMADA POR LAS CIRCUNSTANCIAS

Telesila de Argos (Τελέσιλλα) debió de vivir a fines del siglo VI a. C. en esa ciudad del noreste de la península del Peloponeso que le sirve de apellido. Como otras artistas a lo largo de la historia, fue considerada "novena musa". Celebrada por Apolodoro, Pausanias, Luciano..., Plutarco es la fuente principal para recordar que procedía de noble familia, que padeció una grave enfermedad que la medicina hipocrática no supo curar, y que angustiada pidió socorro de los dioses y consultó al oráculo. El augurio le aconsejó que se dedicara al arte. Así lo hizo la ilustre argiva y, cultivando el canto, la música y la poesía, recobró la salud y con ella la fortaleza de ánimo.

Tan valerosa se mostró Telesila en el combate entre Esparta y Argos, que acabó elevada a la excelsa condición de heroína. Al parecer, muchos de sus paisanos varones habían sido masacrados en la invasión o cerco que los lacedemonios pusieron a Argos comandados por su rey Cleómenes I. Entonces Telesila, ni corta ni perezosa, tomó el escudo y la espada y armó y ordenó una escuadra femenina que repartió por el familiar camposanto, entre sepulcros, con lo que consiguió repeler a los espartanos matando a muchos; y a Demaralo, el extranjero que pretendía hacerse con el control de la ciudad, le echó fuera, a la fuerza.

Luis Carrillo y Sotomayor (Baena 1585?-1610), humanista cordobés de pluma y espada y precursor de la estética barroca, recoge la historia legendaria de Telesila, a la que llama Telesia, en su Libro de la erudición poética, como ejemplo de compatibilidad entre el ejercicio de las letras y de las armas. Y así concluye, traduciendo a Plutarco, que no sólo las musas cantan las armas, sino también "aparejan" con ellas (ut Musae etiam arma ipsa non solum canant, sed parent). 

Argos, al noreste de Esparta en la península del Peloponeso.
Mapa de la Grecia arcaica

Otra versión cuenta que la poetisa y heroína participó indirectamente en el combate, pero que fue ella la que enardeció a los diezmados soldados argivos con sus cantos guerreros, ayudándoles decisivamente a rechazar al enemigo en el año 510 antes de Cristo.

Se conservan nueve fragmentos de sus poesías, uno de ellos en un metro que por su originalidad los alejandrinos llamaron “telesileo” (glicónico acéfalo). Ateneo afirma que Telesila compuso una oda a Apolo llamada Φιληλίας (Amigo del sol) y Pausanias añade a esa oda otra a Ártemis. Los versos que se conservan pertenecen a un partemio destinado a ser recitado, como su nombre indica, por un coro de vírgenes, que trata de los amores de Ártemis y Alfeo (río divinizado), la diosa huye del dios (φεύγοισα τòν᾽Αλφεóν), que sin duda deseaba mojarla.

CONTEXTO POÉTICO

Artemisa de Mitilene
(IV a. C.)
Telesila forma parte de un importante movimiento lírico de la Grecia continental, que contrasta con el de las islas del Egeo (Alceo, Safo, Anacreonte) y que se abre paso a partir del siglo VI a. C. y cuyos representantes son mujeres. A Telesila de Argos hay que añadir Mirtis, Práxila de Sición, Corina de Tanagra (en Beocia). Esta última es contemporánea de Píndaro. De hecho, Corina presenta a Mirtis rivalizando con Píndaro y el geógrafo Pausanias (s. II d. C.) confirma que Corina fue discípula de Mirtis y rival victoriosa de Píndaro en varios certámenes o festivales (agones).

Rodríguez Adrados las considera poetisas (*) comprometidas con cultos locales, coros y círculos femeninos asociados a templos. En efecto, la poesía de todas ellas es o hímnico-religiosa o mítica. En Argos se atribuían las danzas de coros enfrentados, masculinos y femeninos, a la conmemoración de la hazaña militar de Telesila, la cual armó y disfrazó de hombres a las mujeres para defender su ciudad, lo que demuestra según Adrados que estuvo ligada a dichos coros populares.

Práxila de Sición, por su parte, está relacionada con los dioses Dionisio y Adonis, sobre todo. Compuso himnos, escolios y ditirambos para banquetes. Sobre todo fueron las poetisas beocias las que cultivaron el mito. De Mirtis conocemos la paráfrasis de una historia de amor desgraciado: el de Ocna y Eunostos. Corina escribió seguramente largos mitos panhelénicos como el de los siete contra Tebas, las hijas de Minias o el escudo de Atenea; y otros más regionales, como el del gigantesco cazador Orión que acaba convertido en constelación, o el de los adivinos Evónimo y Acrefen, etc. Una parte de los poemas de Corina eran conocidos como Geroia o Veroîa, es decir, o bien como “historias de viejas” o como “relatos tradicionales”. La poesía de Corina, de la que nos quedan más vestigios que de la de Telesia, era simple y coloquial, destinada a festividades, menos personal e innovadora que la de Safo de Lesbos:

“Me llama Tespsícora para cantar bellas canciones a las tanagreas de blancos peplos y mucho disfruta la ciudad con mis cantos, mi charla melodiosa” (Corina de Tanagra)

“Lo más bello que dejo es la luz del sol, lo segundo las estrellas brillantes y la faz de la luna y también los higos maduros y las manzanas y las peras” (Práxila de Sición).

 

Adonis annua

INTERCAMBIO DE VESTIMENTAS

En reconocimiento a la bravura y arte de Telesila, Telesilla o Telesia de Argos, su ciudad le erigió una estatua en el templo de Afrodita y se instituyó un festival llamado Ὑβριστικά o Ἐνδυμάτια, en el cual mujeres y varones intercambiaban jovial y lúdicamente sus ropas.

(*) Nota bene: No se nos escapa que hoy mujeres que han escrito o escriben excelente poesía (como Gloria Fuertes), que prefieren hacerse llamar "poetas", en lugar de "poetisas"; sin embargo, "poetisa" se ajusta a la reivindicación feminista de la visibilidad del género, femenino, del artista. Así que hemos optado por dejar el apelativo tradicional que usa Rodríguez Adrados, que recoge, al menos, el sexo del autor.



2 comentarios:

  1. Pues un esfuerzo muy meritorio de recuperación de los nombres y del trabajo poético de mujeres talentosas y valientes que, no obstante la ley del velo, consiguieron hacer oir su voz en la Grecia arcaica. Como ocurre con la reverberación del Big bang, haciendo un esfuerzo, como el que pone José Biedma, todavía hoy podemos escuchar sus versos y rememorar sus hazañas. Me encanta que se pueble el aire de nombres femeninos olvidados, que vuelvan a la luz otra vez y ocupen el lugar que en justicia les corresponde. Bravo por ellas y por el autor del texto.

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