miércoles, 22 de marzo de 2017

OLIVA SABUCO

En memoria de Eduardo Ruiz Jarén, 
gran amador de Oliva y de la Filosofía humanista

Acuarela de José Rodríguez Expósito para mi presentación de
 "La actualidad de la Nueva Filosofia de Oliva Sabuco".
III Congreso Internacional Oliva Sabuco, Alcaraz, Albacete (2010)

Contemplando la curva de ballesta del Alto Guadalquivir desde una biblioteca atalaya del sur, miro al noreste y más allá de las crestas azuladas de las sierras de Cazorla y Segura. Por allí, en Alcaraz (Albacete), el 2 de diciembre de 1562 nació Oliva, hija de Francisca Cózar y de Miguel Sabuco. Tomó apellidos literarios de dos madrinas, así que su obra, la Nueva Filosofía de la Naturaleza del hombre, salió en Madrid en 1587 "escrita y sacada a la luz" por doña Oliva Sabuco de Nantes y Barrera y dedicada al Rey Felipe II, con una deliciosa carta en que doña Oliva, desposada en 1580 con Acacio Buedo, se presenta como humilde sierva de su Católica Majestad, rogándole que, como caballero de alta prosapia, favorezca a las mujeres en sus aventuras.

Obedezco a la autora de la epístola nuncupatoria. Favorezco a doña Oliva, aunque su autoría resulte discutible por motivos que ahora no vienen al caso. Pero indicaré por lo menos que se ha pretendido sustraer a doña Oliva la maternidad de la Nueva Filosofía para dársela a su padre, el bachiller don Miguel Sabuco quien, además de boticario, parece ser (tampoco esto es seguro) que ejerció como procurador síndico y letrado. Tal es el caso contemporáneo de Domingo Henares, campeón de "los miguelistas" y gran conocedor, editor, traductor e intérprete de la obra y su contexto (Miguel Sabuco. Nueva Filosofía..., Diputación de Albacete, 2009), quien sin duda cuenta con buenas razones dialécticas y documentales para proclamar autor a Miguel, aunque en ningún caso resulten de una evidencia que nos proporcione certeza definitiva de que Oliva no la escribió o, al menos, de que no participó en la confección de esta obra única y enigmática. Para eso tendríamos que inventar un túnel del tiempo.

En algún caso, y de otro modo menos erudito, se ha pretendido ningunear a Oliva con el peregrino "argumento" machista de que tanto talento resulta inconcebible en una mujer. Sin comentarios. El caso fue que Lope llamó a doña Oliva "décima musa" y ni Menéndez Pelayo ni Feijoo ni Fernando de Castro dudaron de la autenticidad de la firma "olivista" de este raro monumento de la prosa didáctica castellana de nuestro Renacimiento. Doña Oliva pudo adquirir su sólida formación humanística del maestro y humanista Pedro Simón Abril, al que debemos una espléndida traducción de la Ética a Nicómaco que tuvo que esperar al XX para ser editada (¡así tratamos a nuestros sabios y a sus labores!), y pudo haber sido instruida por otros doctores y licenciados a los que sabemos trató, y por los libros y por su buen sentido, alimentado por una cultura rural y femenina que asoma sobre todo en las páginas españolas de su obra, más que en las latinas.

Tuve la suerte de conocer a María Colomer Vintró en el III Congreso celebrado en Alcaraz en 2010 y dedicado a Oliva y a su Nueva Filosofía. Esta eminente hispanista es corresponsable con Mary Ellen Waithe y C. Ángel Zorita de la primera edición inglesa de la obra: «New Philosophy of Human Nature: Neither Known to Nor Attained by the Great Ancient Philosophers, Which Will Improve Human Life And Health» (University of Illinois, 2006). Me emocionó entonces la anécdota que nos contó sobre su primer contacto con la Nueva Filosofía. Resulta que ella descubrió sorprendida la obra de Oliva como una de las primeras que conformó la Biblioteca del Congreso de EEUU, que es hoy una de las mayores del mundo. Luego, con los oportunos permisos, accedió a consultar una edición princeps en el sancta sanctorum de dicha Biblioteca, quedando ya para siempre enamorada de la obra y de su autora.

En un librito muy bien documentado (Oliva Sabuco, Junta de Castilla la Mancha, 2008), la profesora sevillana Rosalía Romero Pérez reinvindica la autoría para Oliva, dando valor a la posibilidad de que el padre, al reclamarla en un documento testamentario conocido (en el que amenaza con maldecir a su hija si esta se empeña en mantenerla), buscara con ello exculparla de todo delito de hechicería o eximirla de la condición de "sanadora", en una España que cerraba políticamente las puertas a las novedades y a la creación intelectual femenina, con las armas de los decretos reales y el temido brazo de la Inquisición. En el mismo año, la editorial Manuscritos reeditó el libro de Eduardo Ruiz Jarén: Oliva Sabuco: filosofía y salud, con prólogo de J. Biedma L.

Tanto la originalidad de la Nueva Filosofía como la extraña y tormentosa relación de la hija y el padre (que casó en segundas nupcias con una mujer de la edad de su hija) han estimulado la creación literaria de autores como Virginia Ferrer, profesora de la Universidad de Barcelona, con su novela Recuerda Mundo (Barcelona 2008), donde recrea en clave feminista el mensaje ecologista, irenista y armonista de la autora alcaraceña. Y recientemente contamos con un relato del conocido cuentista José María Merino, Musa Décima.

En busca de doña Oliva Sabuco

Al margen de los problemas y polémica sobre la autoría, la Nueva filosofía es una obra extraordinaria y anticipadora, aun manteniendo una cosmología y un imaginario más propios de la Edad Media que de la kepleriana. La autora quiere ayudar a los hombres a conocerse a sí mismos, indagando y reflexionando sobre las causas naturales que hacen al hombre crecer y conservar la salud, o decrecer, enfermar y morir prematuramente. Para ello echa mano de Plinio, de Platón y de otros autores clásicos, a los que ensaya armonizar coherentemente con la patrística y la sabiduría bíblica. La autora (o el autor, o los autores..., hoy incluso se especula con que todos o algunos de los textos de la Nueva Filosofía pudieran ser de Pedro Simón Abril o del mismísimo Luis Vives...) tiene el coraje de arremeter contra la medicina tradicional de Aristóteles, de Hipócrates y de Galeno, y contra el creciente poder de médicos y letrados.

Desarrollada a la manera socrática en diálogos sostenidos por pastores filósofos, uno de los cuales, Antonio, sería el alterego de la autora, La tesis central de esta obra es que el orden, o el desorden afectivo de la mente, producen efectos físicos beneficiosos, o enfermedades. Afirma así una estrecha dependencia entre la mente y el cuerpo, pionera de la Psicosomática, unidad entre el cerebro o raíz del organismo, y sus miembros, a los que compara con las "ramas" de una especie de árbol del revés. El hombre es un microcosmos y un espejo de la complejidad del universo; no un dios, razón por la cual debe evitar la soberbia; ni un animal, motivo por que debe aprender a controlar sus afectos.

Oliva adopta un criterio "moderno", esto es, empírico y racional, de acuerdo al cual prescribe una terapia práctica para remediar los males que causan en el hombre los malos sentimientos. Los yerros que traen perdido al mundo y sus repúblicas son consecuencia de estar desconocida la naturaleza del hombre, tan errados están los médicos, pues no han entendido que la causa principal de las enfermedades es el descontento, como equivocada la filosofía que les ha servido de principio en "las escuelas".

El hombre es el único ser que tiene "dolor entendido", espiritual, de lo presente, congoja de lo pasado y cuidado de lo porvenir. El enojo, o pesar, es el principal enemigo de la naturaleza humana. Por eso doña Oliva nos da sensatos consejos para atenuar la discordia entre el cuerpo y la mente de la que nace el descontento, y granjearnos la armonía, madre de la dicha:
Primero, no menospreciar al enemigo (el enojo), conociendo su poder; no descuidarse, estando prevenido, pues hiere con más dificultad el dardo que se ve venir.

Segundo: "palabras de buen entendimiento y razones del alma", lo que actualmente llamaríamos con tecnológica pedantería: "racionalización psicoterapéutica de los problemas afectivos".

Tercero, aceptar las adversidades de la vida con buen ánimo y saber sacar bien del mal.

En cuarto lugar: "palabras de un buen amigo"... La mejor medicina de todas -escribe- está olvidada: comunicarse con palabras. A la buena conversación (eutrapelia) da doña Oliva una considerable importancia para buscar la felicidad. Igual que al ejercicio al aire libre, donde se oiga el movimiento de los árboles y el murmullo del agua, pues "vemos a los ejercitados en el campo vivir más tiempo, y más sanos que los encharcados en las plazas".

Y por último, para recuperar la alegría, nada tan indicado como la música (la cosa más amable y que más excita el amor al hombre, fuera del hombre), más la imaginación de contentos posibles y el disfrute de placeres razonables; mejor el dormir bien en cama dura, que mal en blanda, y el poco regalo, que el mucho, y mejor el trabajar, que el holgar.

Como ejemplos de cuanto afirma y aconseja, doña Oliva echa mano de antiguas fábulas, dignas de un bestiario de Borges...

En fin, tres son las columnas que sostienen la vida del hombre: la esperanza y la alegría, que son afectos sensibles del cerebro y "el calor concertado de la armonía", que Oliva parece entender como una propiedad física del estómago. Tanto como la melancolía, hacen daño al hombre los falsos temores: la ira, la tristeza que seca el cerebro poco a poco, como la envidia, o los deseos desordenados; porque gozar lo amado da salud, pero también mata el perder lo que se ama o la ambición de cosas imposibles.

Desde un humanismo sentimental impregnado de estoicismo y epicureísmo, Doña Oliva nos previene que nos guardemos sobre todo de los desesperados; es preferible ponerles esperanza de bien, aunque sea fingida, porque son un peligro para sí mismos y para los demás. Otros afectos que conviene limitar son la congoja y el cuidado excesivo que apresura la vejez...

Aquella ilustre hija de boticario pareció comprender muy bien que no hay panacea que haga digerible el vicio; si queremos salud, alegría y la esperanza de una larga vida, vale más la sapiencia que las drogas y los fármacos: orden en la mente, prudencia en las costumbres y sentimientos de ser humano.

Toda la obra está escrita bajo este lema: "De la ciega Fortuna, únicamente la virtud puede librarnos". La Nueva Filosofía es un buen exponente de las tres ideas humanistas que nos resultan hoy más interesantes, memorables y reconstruibles:

a) la idea de que la superior dignidad del hombre reside en su libertad, en su capacidad de maniobra, en el poder que tiene para construir su destino y regular su acción. Un poder que, desde luego, no es absoluto, sino relativo. La libertad es consecuencia de la autoformación moral y del propio trabajo.

b) el armonicismo y el pacifismo (irenismo): la búsqueda del acuerdo racional como base para dirimir los conflictos mediante el diálogo, y la búsqueda de un factor común que permita la comunicación y entendimiento entre religiones o escuelas filosóficas, como la de Platón y Aristóteles, o entre los grandes maestros paganos y los cristianos.

c) la consideración de la educación como formación integral de la persona, una formación que abarca incluso el ámbito escurridizo de los sentimientos y de la sensibilidad.

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TEXTOS

El poder de la imaginación

Parece probada la influencia de Vives en la obra de doña Oliva, pero la antropología de aquél parece más dependiente de la de Aristóteles, mientras que Sabuco, por ejemplo, traspasa al cerebro todas las funciones importantes de la vida humana.

El padre Feijoo en su Teatro crítico (t. Iº, Discurso XVI) exagera la originalidad de doña Oliva:

«También parece que esta gran mujer fue delante de Renato Descartes en la opinión de constituir el cerebro por único domicilio de la alma racional, aunque extendiéndola a toda sus substancia, y no estrechándola precisamente a la glándula pineal, como Descartes».

Huarte, en su Examen de Ingenios (1575, cap. 6º), ya había dicho que "ningún filósofo duda en esta era que el cerebro es el instrumento que naturaleza ordenó para que el hombre fuese sabio y prudente".

En el siguiente texto de la Nueva Filosofía, Sabuco pone un fabuloso ejemplo del poder de la imaginación para determinar la vida humana:

Del Coloquio del conocimiento de sí mismo Título LIII. De la imaginación, la cual hace lo mismo que la Verdad.
«La imaginación es un afecto muy fuerte y de grande eficacia. Es general para todo, es como un molde vacío, que lo que le echan eso imprime. Y así, si la imaginación es de afecto que mata, también mata como si fuera verdad. Y por esto mueren algunos de sueños, soñando cosas que les quitan la vida. Y si la imaginación es de contrario que hace mediano daño, aquello es, y si de pequeño, aquello también es. Es como un espejo, que todas las figuras que vienen, esas recibe y muestra: así, si la imaginación es de miedo, daña como verdadero... También obra en el acto de engendrar, como se vido en una mujer que parió un niño con cuero y pelos de camello, porque tenía de cara de su cama una figura de San Juan Bautista vestida de piel de camello... Así el hombre lo que tiene en su imaginación (ora sea en vigilia, ora sea en sueño) aquello es para él, en tanto que si se sueñan o piensan dichosos y felices, obra en ellos como si fuera verdad. Y, por tanto, te doy este consejo: juzga el día presente por felice.»
Doña Oliva Sabuco de Nantes. Estudio y antología de Florentino M. Torner, Aguilar, Madrid (s/f), col. Biblioteca de la cultura española, V, 1, pg. 139.

El agradecimiento

“El agradecimiento es un ornato que alegra y llena al magnánimo y generoso pecho. Da placer, contento y alegría, como sea memoria del bien recibido. Hállase mucho mayor en los magnánimos que en los pusilánimes porque el magnánimo más se goza en dar que recibir; al contrario, muchos de baja y apocada naturaleza no lo tienen.”. 

Todos deberíamos ser agradecidos, aprendiendo de los animales, aún de los mitológicos... 

“Demócrito cuenta... que un niño llamado Toante, en Arcadia, había criado desde chico un dragón y cuando fue grande y espantable en su naturaleza, por no matarlo lo llevó a unas montañas donde se lo dejó. El Toante, cuando vino a ser hombre, pasando por el camino, salieron salteadores a matarlo, el cual, como acaso diese voces, afirman que el dragón, conociéndolo en la voz, salió y lo libró de los salteadores.” 1º, T. LVII.

Edición crítica de la Nueva Filosofía de Samuel García Rubio y de Domingo Henares, Albacete, 2009.



Nota bene

Aunque, a falta de una evidencia imposible, soy partidario de que la obra siga reproduciéndose genuinamente bajo el nombre de Oliva y no bajo el de su padre, Miguel Sabuco, como en la magnífica edición de 2009, diré que fue un libro de Domingo Henares el que despertó mi interés por la Nueva Filosofía. Una obrita magistral que rescaté de un anticuario y que está dedicada por Domingo con verdadero agradecimiento, afecto y esperanza de bien a su maestro Antonio Campayo.

Para un acercamiento rápido, didáctico y ameno a la Nueva Filosofía, Eduardo Ruiz Jarén: Oliva Sabuco de Nantes. Filosofía, ciencia y mujer en el renacimiento del sur, 2006, obra reeditada con el título de Oliva Sabuco: filosofía y salud, con prólogo de J. Biedma L. 

Eduardo Ruiz Jarén nos dejó prematuramente el 10 de septiembre de 2009. Por desgracia no podrá acudir el 26 de abril a Alcaraz para celebrar que su Biblioteca sea bendecida con el ya mítico y legendario nombre de Oliva Sabuco.


A los nombres que ya han salido aquí sobre las estudiosas contemporáneas de la obra hay que añadir los de Oliva Blanco Corujo que a mi parecer sostiene la autoría de Oliva bajo el bonito adagio italiano: Se non è vero è ben trovato (gusto que le alabo), y que ha publicado una biografía de su tocaya en Alemania; Damaris Otero-Torres que ha estudiado las dislocaciones entre texto femenino y autoría masculina, así como la filosofía política de la obra; y Beatriz Cruz Sotomayor, que ha estudiado la relación entre el Examen de ingenios de Juan Huarte y la Nueva Filosofía (en cuyo contraste profundizó muy bien Rosalía Romero en la monografía antes citada). 

No afectaré modestia y sí citaré mi trabajo "Raíz y actualidad de la Nueva Filosofía de la Naturaleza del Hombre, no conocida ni alcanzada de los grandes filósofos antiguos (1587)", publicado en Barcarola, Abril 2008 (Albacete) - Número 71/72, pgs. 175-182.

1 comentario:

  1. Todo un lujo esta colaboración de José Biedma, excelente conocedor de la obra de Oliva Sabuco. Quizá la forma mejor para solucionar el enigma de su obra sea examinar el problema de su publicación tomando en cuenta el contexto social de la época, la posición de las mujeres relegadas al silencio, a la modestia y a lo más recóndito del hogar, lejos de la esfera pública reservada a los hombres. Desde ese punto de vista, resulta difícil admitir que el padre de Oliva hubiera podido condenar a su hija a la soltería, la burla y el oprobio si no hubiera cierto que ella era la autora de la obra.Esta es, al menos, mi modesta opinión.

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