jueves, 30 de julio de 2020

LAS MUSAS DE EDVARD MUNCH


En 2013 se celebró el 150 aniversario del nacimiento de Edvard Munch. Siempre se aprovechan esas efemérides para refrescarnos en la memoria a los homenajeados, las más de las veces con poco disimulados fines comerciales. Pero lo que me interesa recordar aquí son sus Musas, mujeres extraordinarias que marcaron su vida y su arte. Hemos oído hablar poco de ellas porque fueron amores prohibidos que había que esconder, pero conocemos perfectamente sus bellos rostros, que podemos evocar en la Madonna, la Vampira o El Puente. He tenido que bucear bastante para reunir los datos necesarios para construir esta entrada, pero el esfuerzo ha tenido como recompensa unos descubrimientos sensacionales, que me han permitido conocer mejor a este artista mayúsculo y averiguar cómo puso en marcha su revolución introspectiva en la pintura, siempre apoyado o en conficto con sus Musas. Sin ellas, no se entenderían sus grandes logros.  
1.     La Musa familiar


Edvard Munch, el más conocido de los pintores noruegos, nació el 12 de diciembre de 1863. Era el segundo hijo de los cinco que tuvieron Laura Bjolstad y Christian Munch. Esta familia fue un auténtico desastre de salud física y mental, y Edvard pagó con creces el peso de su herencia genética. Las escenas de enfermedad y muerte fueron una constante desde sus recuerdos más tempranos. La madre falleció a causa de tuberculosis cuando él tenía sólo cinco años, el día 29 de diciembre de 1868, con el árbol de navidad puesto en el salón de la casa. Su hermana favorita, Sophie, la mayor, moriría de la misma enfermedad con 15 años, y fue un suceso tan traumático para él que lo llegó a pintar en multitud de ocasiones a lo largo de cuatro decenios. Edvard tenía otra hermana pequeña que padecía esquizofrenia, y él mismo tuvo que soportar una niñez enfermiza. Hasta estuvo a punto de morir a los 13 años.
Su padre era un médico militar de clase media, emparentado con sacerdotes, profesores y artistas. “Mi padre pertenecía a una familia de poetas, con signos de genio pero también de degeneración”. Munch anotó igualmente: “Mi padre era temperamentalmente nervioso y obsesivamente religioso… hasta el punto de la insania. De él heredé las semillas de la locura”. Christian Munch, palabra que significa “monje”, tenía un apellido muy acorde con sus frecuentes arrebatos pietistas. Hizo de su vivienda una especie de monasterio urbano en Kristiana, la capital de Noruega, que fue rebautizada como Oslo en 1925. La familia era muy aficionada al espiritualismo, corriente que tuvo gran predicamento en América y Europa en la segunda mitad del siglo XIX. Tenían costumbre de leer en voz alta libros de literatura, lo mismo que historias de fantasmas. Ese ambiente ocultista en que Edvard creció hizo que tuviese siempre un enorme interés por los fenómenos sobrenaturales e intentó plasmar lo irracional en sus obras. Todo un desafío al realismo de corte burgués.

Karen Bjolstad
 Pero entre tanta oscuridad mental hubo una luz muy potente que consiguió atraer a Munch hacia la creatividad. Fue su tía Karen, que vino a vivir con la familia tras el fallecimiento de su hermana Laura y se hizo cargo de la casa con firmeza pero también con dulzura. Karen Bjolstad era una artista a su estilo doméstico. Hacía collages con musgo, paja y hojas, un género muy popular en aquella época, y los vendía en las tiendas de la ciudad. Embarcó a los niños en aquella pequeña industria, con la que redondeaba los ingresos del hogar. Así fue como Edvard aprendió a recortar siluetas en papel para crear aquellos paisajes vegetales, y dio sus primeros pasos con el dibujo. La tía Karen estaba muy orgullosa de su destreza y guardó cuidadosamente sus trabajos. Los más antiguos que se conservan los hizo con 12 años. Siempre fue su confidente y, en sus cartas, él le contaba con detalle todos sus éxitos.
2. Milly Thaulow (1860-1937), la Musa adúltera


Edvard tenía una estrecha relación con sus primos Thaulow. El mayor, Frits, era cuñado de Gauguin y un paisajista de fama internacional. Disfrutaba de una desahogada situación económica y estaba siempre bien dispuesto a ayudar artistas pobres pero con talento. En esa división militaba el joven Munch, que entonces tenía 22 años y asistía a las clases de pintura al aire libre que impartía su primo mayor. Frits, convencido de que a Edvard le aguardaba un gran futuro en el arte, le pagó un viaje de estudios que se revelaría fundamental para el devenir de su carrera. En mayo de 1885 Munch partió para Amberes, donde expuso con otros pintores noruegos en la Feria Mundial, y después continuó trayecto hacia París. Allí se daban cita un torbellino de creadores y era la verdadera meca para cualquier aspirante a pintor de fama. Edvard aprovechó intensamente su corta estancia para estudiar a los maestros del Louvre, al mismo tiempo que se empapaba de las novedades más radicales en el Salón de Primavera, en el que se reunía lo más granado del vanguardismo. Munch sintonizó especialmente con el post-impresionismo de Gauguin, que tendría una influencia perdurable en su estilo. 



Llena la cabeza de nuevas ideas, vuelve a Oslo y en el verano de ese mismo año conoce a Andrea Fredrikke Emilie, más conocida como Milly, que estaba casada con un cirujano militar, Carl Thaulow, hermano del generoso Frits. Ni la deuda de agradecimiento contraída con sus primos ni la santidad del vínculo matrimonial, pudieron impedir que Edvard perdiera completamente la cabeza por la bellísima Milly, dos años mayor que él y que lo iniciaría en los misterios del amor. Al principio del romance, Munch recorría sin cesar la calle Karl Johann con la esperanza de atisbar los elegantes sombreros que siempre lucía Milly, pero la pareja pronto pasó a encontrarse en un refugio más íntimo. Edvard alquiló un estudio en Oslo y vivió con su primer gran amor días de felicidad en sus secretos encuentros. En sus diarios la llama Mrs. Heiberg, parece que por alguna oculta asociación con una famosa actriz danesa de la época, Johanne Louise Heiberg. Pero la idílica pasión pronto dio paso a un torturante sentimiento de culpa por la traición que estaba cometiendo, entremezclado con los celos de su primo Carl. Esa difícil experiencia emocional marcó para siempre su vivencia del amor, que se repetiría incansablemente como algo intenso pero igualmente conflictivo y destinado al fracaso. Para acabar de estropearlo todo, el padre de Edvard descubrió el adulterio y lo amenazó con los fuegos del infierno por el pecado que estaba cometiendo. La situación era insostenible y terminó al cabo de un año con un Munch completamente trastornado. Intentó exorcizar sus demonios trasladando su dramática historia a una novela. El matrimonio de Milly también se fue a pique. Cinco años después, en 1891, contrajo segundas nupcias con Ludvig Bergh, actor y director de teatro. Con el nombre de Milly Bergh, se dedicó a escribir en los periódicos acerca de moda y recetas. Fue una verdadera adelantada al publicar, en 1921, un libro de cocina divertida, titulado “Morsom mat”, para enseñar a los niños a comer y dar sus primeros pasos en el camino del aprendizaje.

La danza de la vida
Munch se pintó a sí mismo bailando con Milly en La danza de la vida de 1899-1900, aunque el cuadro que más evoca su encuentro con ella es La voz. En este retrato, que realiza de memoria en 1904, atrapa para siempre el momento mágico de la noche de verano en que comenzó su relación sexual con Milly. Él mismo cuenta que le pintó los ojos rodeados de grandes círculos negros porque recordaba cuán oscuros y profundos le habían parecido entonces, como las ventanas a un alma en tormento. La simbología del cuadro no tiene desperdicio: la raya de luz de luna del fondo es un trasunto fálico, y el color blanco del vestido representa la pureza de la joven antes de mancharse.

La voz
3. La Musa bohemia
Hans Jaeger
En el Carnaval de los Artistas de 1886, al que Milly asistió con su primer esposo, Carl, tuvo lugar un suceso crucial para la consolidación del estilo de Munch. En la fiesta entabló conversación con el nihilista Hans Jaeger, que lideraba el grupo de vanguardistas de Oslo. Acababa de publicar Desde los bohemios de Kristiania, obra que había escandalizado a la burguesía noruega por su subversivo discurso en favor de la liberación sexual y la emancipación de la mujer. El revuelo alcanzó unas proporciones tales que Jaeger dio con sus huesos en la cárcel por blasfemia e inmoralidad, y los ejemplares del libro fueron confiscados. El autor, aficionado a las paradojas, opinaba que ”la pasión por destruir es también una pasión creadora”, y obsequió a Munch con un consejo que cambió las bases de su proceso creador: debía escribir su vida, reflejar las experiencias espirituales de su niñez y juventud, especialmente las asociadas con el amor y la muerte, para después darles forma pictórica. Eros y Thanatos se dieron cita a partir de entonces en los diarios de Munch, que supo elevar a un rango universal sus sufrimientos, dando con ello un viraje definitivo a la historia del arte. “Enfermedad y locura y muerte fueron los ángeles negros que velaron mi cuna...amenazándome con el infierno y la eterna condenación”. A pesar de la angustia y el dolor que siempre lo acompañaron, jamás estuvo dispuesto a renunciar a esos ángeles negros. Así escribe: “No me desprendería de mi enfermedad porque mi arte le debe mucho”.

La niña enferma
Aunque Edvard ya venía frecuentando el círculo bohemio de Oslo desde 1882, en aquella época estrechó los vínculos con los antisistema del momento, lo que acabó por desquiciar a su padre, temeroso del poder destructor que sobre él podían tener las venenosas influencias de semejantes anarquistas, ateos y proto-existencialistas. Las recomendaciones de Jaeger dieron resultado, porque en el Festival de Otoño expone La niña enferma, su primera “pintura del alma”. Con una crudeza nunca antes vista, plasma la muerte de su querida hermana Sophie. La pobre niña moribunda suplica que se le permita seguir viviendo, intentando mantenerse firme en la silla en sus momentos postreros. Como era de esperar, el cuadro levantó una enorme controversia. Es la primera de las polémicas que jalonarán su larga andadura profesional. La crítica calificó la obra como “basura” y un “aborto”. Aunque desde nuestra desenfadada moral, de vuelta de (casi) todo, ahora nos puedan resultar incomprensibles estas airadas reacciones del público ante las obras más innovadoras, lo entenderemos mejor si pensamos que lo que estaba haciendo Munch era romper con el impresionismo, al que ya se habían acostumbrado los bienpensantes, y que él consideraba superficial. Para aquel entonces la fórmula, en otro tiempo cismática, ya se había convertido en dulzona y banal. Edvard deseaba profundizar en la enorme energía de su reserva emocional y con ello abrió el camino hacia el expresionismo.



 De manera paralela a Gauguin, que fue a buscar su yo salvaje a los mares del Sur, Munch viajó a su interior para encontrarse a sí mismo. Un amigo escribió: “Él no necesitó hacer el camino hacia Tahití para experimentar su yo primitivo en la naturaleza humana. Él mismo llevaba Tahití dentro de sí”. Como en el expresionismo, los rostros y actitudes en sus cuadros poseen una gran fuerza comunicativa, lo que consigue reduciendo las formas a su expresión más esquemática y acentuando las líneas con sombras y anillos alrededor de las figuras, para potenciar la intensidad de los sentimientos (el miedo, la ansiedad, el deseo), como paradigmáticamente sucede en El grito, cuya primera versión data de 1893. “No creo en el arte que no es el compulsivo resultado del afán del hombre por abrir su corazón”, deja escrito Munch. Para ello, recurre al uso simbólico, no realista, del color. “La naturaleza no es sólo lo que es visible para el ojo humano, es la profunda reflexión del alma, la visión de la mente”. Es una inversión total de la idea clásica de la pintura como mimesis, como imitación de la realidad dada. Con ello, ya están todos juntos los elementos que definen a Munch como un artista único y transgresor. En él aflora abiertamente la profunda crisis de identidad del hombre occidental en el fin de siècle. La novelística de Dostoievski, el psicoanálisis de Freud y la filosofía de Nietzsche son las claves teóricas que permiten interpretar su visión del arte. “Vi a toda esa gente tras sus máscaras, sonriendo flemáticamente, mire a través de ellos y había sufrimiento, eran cadáveres blancos que sin descanso corrían a lo largo de la angosta calle, en cuyo final estaba la tumba”. Es su explicación para el cuadro Tarde en Karl Johann (1892), que casualmente era la misma calle en la que se reunía la bohemia. Sus cuadros son una disección anatómica de la melancolía.

Tarde en Karl Johann

 Pero Munch pretendía que su arte tuviera un fin terapéutico. Desde sus sombras, deseaba ayudar a otros a alcanzar la claridad. Solo él, como un profeta maldito, se consideraba condenado a la soledad y el dolor. En algún momento fue consciente de que la Naturaleza, panteísta, consistía en un gigantesco ciclo de muerte y renacimiento, en el que no cabía para él la cómoda vida del matrimonio y los hijos. Se sentía incapaz de compaginar su creatividad con las exigencias del amor femenino, que él experimentaba como agobiantes, de manera que siempre acababa buscando refugio en la soledad.

El parque de Munch
4. Dagny Juel (1867-1901), la Musa trágica

Dagny Juel
En 1889 Munch realiza su primera exposición individual en Oslo y, gracias a ello, el Estado le concede una beca para estudiar dibujo en París. Allí se sumergió nuevamente en el ambiente artístico de las vanguardias más rompedoras. La muerte de su padre lo sume en un período de depresión, de la que intenta huir en las Montagnes russes que ese mismo año se habían instalado en el Boulevard des Capucines. Aquí latía el corazón vivo de París. En esta histórica arteria sucedieron acontecimientos verdaderamente fundamentales para la cultura occidental: en el Gran Café los hermanos Lumière realizarían la primera proyección cinematográfica en 1895. Allí estaba también el estudio del admirado fotógrafo Felix Nadar, y exhibieron por primera vez, en 1874, los jóvenes Renoir, Manet, Pissarro y Monet. La primera montaña rusa se remontaba a 1784, en tiempos de Catalina la Grande. Pero en el París bohemio ya no eran pistas de hielo para diversión de aristócratas sino coloristas y divertidos lugares de encuentro para la gente corriente, llenos de humo de tabaco y de alegre música. El excéntrico Munch queda tan cautivado por ese ambiente abigarrado que publicó un manifiesto con su ideario artístico: La gente entenderá lo que es sagrado en ellas (las montañas rusas) y se quitará los sombreros como si estuvieran en la iglesia. Pintaré un buen número de estos cuadros. No más interiores con gente leyendo y mujeres calcetando. Habrá gente viva que respira y siente y sufre y ama. Debido a las escasas condiciones de seguridad de estas montañas rusas, se cerraron poco después. Pero no debemos lamentar la pérdida: en su lugar se abrió la mítica sala Olimpia, que sería testigo de la consagración de Edith Piaf.

Melancolia
Después de múltiples viajes en los años sucesivos, acude a Berlín invitado por los artistas para participar en una exposición. Como siempre, el evento acaba el escándalo, del que se hacen eco los periódicos como el Affair Munch. La opinión generalizada es que el estilo pictórico de ese “nórdico embadurnador y envenenador de arte” es un insulto, y la furia es tal que llega a intervenir el Kaiser Guillermo. Al cabo de una semana, por decisión de la Asociación de Artistas, se ordenó el cierre de la exposición. Contrariamente a lo que podría parecer, Munch quedó encantado con la publicidad gratuita que le reportó semejante revuelo, y así se lo contó a su tía Karen: “Nunca me lo había pasado también, es increíble que algo tan inocente como una pintura pudiera haber creado semejante conmoción”. Se refería a su obra Melancolía, de 1891.


Strindberg 
De la noche la mañana, Edvard se vio aureolado por una fama de artista maldito, y lo que le permitió convertirse en un personaje fundamental de la bohemia berlinesa. Como siempre, con quien más a gusto se encontraba era con los artistas contestatarios, que se reunían en el Café Zum Schwarzen Frekel,- El cerdito negro-. Allí se hace gran amigo del dramaturgo sueco August Strindberg, y de un poeta y ocultista polaco, Stanislaw Przybyszewsky. Y en esa legendaria taberna es donde, a principios de 1893, entra en escena por la puerta grande Dagny Juel. Nacida el ocho de junio de 1867 en Noruega, ya había conocido a Munch en Kristiania. Estudiaba piano y parece que se marchó a Berlín para estar junto a Munch. No queda claro que entre ellos llegase a existir una relación carnal pero sí resulta incuestionable que Dagny se convirtió en su modelo. Aparece en cuadros tan esenciales como Cenizas, Celos, El pecado, Muerte en la habitación del enfermo y, sobre todo, en la Madonna, que pinta en 1894. El atractivo magnético que irradiaba esta mujer fatal era debido a su desinhibición total. Bebedora imbatible de absenta y apologista del amor libre, sedujo primero a Strindberg y después a Munch con su aura oscura. La llamaban Aspasia, como la inteligente y culta hetaira con la que se casó Pericles.


El mismo año de 1893 Dagny se casó con el poeta polaco de impronunciable nombre, que le arruinaría la vida por culpa de su alcoholismo crónico. En 1901 fue asesinada en su habitación en el Gran Hotel de Tiflis, Georgia, por un joven amante ruso, quizá instigado por su esposo. Su hijo Zenón, de cinco años, presenció la tragedia. Una Virgen de mármol blanco adorna su tumba en el cementerio de la localidad. Ese mismo año Munch dibujó la dolorosa emoción que le produjo la noticia de su muerte en Los amantes muertos. Recordaremos siempre a Dagny como la Madonna más irreverente que se haya pintado jamás. En opinión de algún comentarista, lo que hace Munch es captar a María en el acto de crear la vida. Es la santidad y sensualidad de la hierogamia.


Dagny escribió algunas obras de teatro. Tras la muerte de Munch, apareció entre sus archivos uno de sus cuentos, Redivida, de 1893, que fue publicado en 1977. Su estilo literario se ajusta al decadentismo, al simbolismo y al expresionismo, resaltando el punto de vista femenino y, en particular, la visión de la vida de las mujeres bohemias.
5. Tulla Larsen (1869-1942), la Musa demente


Entretanto, la carrera de Munch va en ascenso pero siempre envuelta en diatribas. En 1895, una gran exposición en la Galería Blomqvist de Kristiania culmina con un debate público acerca de la salud mental del pintor. Incluso lo acusaron de corromper a la juventud, como si fuera un moderno Sócrates. En su personal descenso a los infiernos, en 1897 se topa con un demonio con faldas, Mathilde (Tulla) Larsen, con la que mantiene una tumultuosa relación.


Tulla había nacido el 10 de agosto de 1869 en una familia rica de Oslo. Su padre era un conocido comerciante de vinos. El caso es que esta culta mujer había cumplido 29 años sin casarse, lo que parecía ser su máxima aspiración. Cuando la conoce Munch, cuatro años mayor que ella, no se figura hasta dónde puede llegar la pasión de la altísima pelirroja. Yo me lo imagino un poco como el Michael Douglas aterrorizado por Glenn Close en Atracción fatal. En la primavera de 1898 ambos viajan a Italia porque Edvard desea estudiar el arte del Renacimiento. Como su vena creativa sólo late en soledad, se las arregla para facturar a Tulla a París, con la promesa de reunirse después con ella. 

Tulla y Munch 

Con su libertad recién recobrada, en cuanto se marchó Tulla dio por terminada la relación entre ellos. Huyendo de aquel absorbente energúmeno, Edvard viaja por toda Europa perseguido por Tulla. Por fin lo encuentra en Aasgaardtrand, un pueblecito costero que era su refugio preferido y donde Tulla se instala, en una casa cercana, para tenerlo controlado. Con esa incesante persecución consigue hacer la vida imposible al artista. Una noche, Munch encuentra una nota debajo de la puerta de su casa, en la que ella le anuncia que ha intentado suicidarse por su amor. El pobre Edvard acude a su casa inmediatamente y se la encuentra en la cama pero con una salud estupenda. Munch le recrimina el engaño e intenta explicarle por qué son incompatibles para el matrimonio, pero no valen razones. Tulla echa mano de una pistola y, en el forcejeo, se escapa una bala que se lleva por delante dos falanges del dedo corazón izquierdo del pintor. Munch vivió esa mutilación como una tragedia, porque le dificultaba sujetar la paleta. Al final, el continuo rumiar de su problema se convirtió en una monomanía. El dedo destrozado le recordaba constantemente los tres años de su vida que había desperdiciado con semejante loca. Para remate, Tulla se casó nueve meses después con un joven pintor, Arne Kavli, nueve años menor que ella. Kristiania era entonces una pequeña ciudad donde todos se conocían, así que podemos hacernos cargo de los comentarios. Toda una humillación para Edvard, que nunca se lo perdonó.


Podemos ver a Tulla en muchas pinturas del autor: de la época feliz, Fertilidad, Metabolismo, y Amor y dolor de 1897. Este cuadro es más conocido como la Vampira, aunque lo que intentaba reflejar son los sentimientos que provoca un beso en el cuello. Su difusión coincidió con la publicación de Drácula de Bram Stoker ese mismo año, y ello contribuyó a la metamorfosis del título. También aparece Tulla desdoblada en La danza de la vida, vestida de blanco y negro, junto a Munch y Milly de rojo. Después del disparo, reflejó su trauma en Naturaleza muerta (La asesina) y en La muerte de Marat I (1906-1907), en la que Tulla cumple papel de Carlota Corday, la asesina del revolucionario.


6. Eva Mudocci, la Musa fértil
Cuando aún no se había repuesto del susto y del disgusto del disparo, en 1903 Munch se lanza en brazos de un nuevo amor. Evangelina Hope Muddock, cuyo nombre artístico era Eva Mudocci, fue una talentosa violinista inglesa de belleza indescriptible. “La Sta. Mudocci es maravillosamente bella y yo casi temo enamorarme”, escribe Edvard volviendo a las andadas.



 Eva formaba pareja musical con la pianista Bella Edwards. Ambas viajaron por toda Europa dando recitales durante 50 años. Su encuentro con Munch se produce en París y él la inmortaliza en la famosa litografía El puente de 1903. También fue la modelo favorita de Matisse. 

El Puente en versión Warhol

Siguió viéndose regularmente con Munch hasta 1908 o 1909 pero el contacto entre ambos cesó definitivamente en 1927. En la época en que se rompe su relación, Munch había entrado en una dinámica autodestructiva. Entre 1905 y 1906 ya tuvo que recibir tratamiento para superar la ansiedad y el alcoholismo. En 1908 le llega el colapso absoluto, con alucinaciones persecutorias. Ingresa en la clínica del doctor Jacobson en Copenhague, donde recibe un novedoso tratamiento de electrificación. Sale de allí un año después menos pesimista y con la paleta cargada de colores más alegres. Con ocasión de su 50 cumpleaños, se le rindieron grandes honores en Kristiania.

Autorretrato en la clínica del Dr. Jacobson
 Con esta musa, sin embargo, hay un culebrón oculto que estallará en la prensa mundial cualquier día de estos. La dulce Eva,- a la que Munch, por supuesto, también consideró incompatible para el matrimonio-, dio a luz a dos gemelos en diciembre de 1908, en una clínica privada de Dinamarca. El chico, Kai, nació con serios problemas mentales. La niña, Isabel, estudió música y acabó casándose con un banquero suizo. De esta unión nacieron tres hijos. La pequeña, Janet, lo hizo en Surrey, Inglaterra. Se interesó por el teatro y el ballet, para profesar finalmente como monja, con gran disgusto de sus padres. Vivió durante 40 años en un convento de Connecticut, pero la fuerza de la sangre la ha llevado de vuelta a Inglaterra para intentar averiguar quién era su misterioso abuelo. Por la coincidencia exacta de las fechas, seguro que sospecharéis lo mismo que ella. Janet ha pedido que se realice un estudio de ADN para confirmar su parentesco con Munch. Asegura que la duda le produce una enorme desazón. Eva fue muy discreta y tal vez no quiso comprometer a Edvard con la paternidad. Aunque lo vio junto con los niños en dos ocasiones, no parece que el presunto padre se diera por enterado de nada. O quizás sí. Su derrumbe moral de 1908 podría apuntar también a una cobarde huida de sus responsabilidades.


7. Las Musas silenciosas
Curado por fin de su alcoholismo y controlada su paranoia, Munch pudo disfrutar de una etapa de su vida más estable. Las muchas mujeres que desfilaron por su casa de Oslo son anónimas, y le sirvieron como criadas, modelos y quién sabe para qué más, conociendo sus antecedentes. Había alcanzado por fin una madurez artística más serena. En 1912 expone sus obras con las de Van Gogh, Gauguin y Cezanne, los post-impresionistas que tanto admira. Año siguiente comparte con Picasso los honores de la Exposición de Otoño en Berlín. Es su consagración definitiva, la cima de su carrera. Pero un último escándalo le llegará todavía desde Alemania. Con el ascenso del nazismo, sus adinerados clientes judíos limitaron sus compras. En 1937 los nazis retiran y venden 82 obras de Munch, procedentes de los museos alemanes. Las califican de arte degenerado y, en esa ilustre categoría figuraron Picasso, Pau Klee, Matisse y Gauguin. Hitler intentó justificar esta operación ideológica (pero también comercial): “Por lo que a nosotros respecta, estos bárbaros pintores prehistóricos de la edad de piedra pueden volver a las cavernas de sus ancestros”. En 1940 el Tercer Reich ocupa Noruega pero Munch, milagrosamente, conseguirá mantenerse alejado de sus esvásticas. Cuando muere, en 1944, se descubre un inmenso tesoro artístico, secretamente escondido en el segundo piso de su casa: 1008 cuadros, 4443 dibujos, 15.391 láminas, 378 litografías, 188 aguafuertes, 148 grabados en madera, 143 piedras litográficas, 155 placas de cobre, 6 esculturas, fotografías, cientos de cartas y manuscritos y la totalidad de sus diarios. Todo lo donó a Oslo.
Munch se ha convertido en un artista mítico. La crítica de arte Marta Tedeschi pone en el mismo plano a la Gioconda y a El Grito como pinturas que, sin ser las más bellas, importantes o valiosas, tienen capacidad para comunicar inmediatamente su significado a cualquier espectador, porque han hecho una exitosa transición desde el reino elitista del museo al más extenso lugar de la cultura popular. Existe algo más que acerca El grito o la Madonna a la Mona Lisa: todos ellos han sido objeto de robos espectaculares y mediáticos y, afortunadamente, pudieron ser recuperados, siquiera con daños. No sabría decir si estas pinturas fueron robadas por ser las más famosas, o se hicieron todavía más célebres por el hecho de su sustracción. 150 años después de su nacimiento, el arte de Munch sigue muy vivo pero es hora de rescatar también a su Musas.


Pedro Losada y yo hemos elaborado un vídeo con pinturas de Munch. Seguro que os gustará "Muncho".

lunes, 27 de julio de 2020

20 POEMAS DE AMOR DE NERUDA ILUSTRADOS POR MARÍA LORENZO




Poema 1

Cuerpo de mujer, blancas colinas, muslos blancos,
te pareces al mundo en tu actitud de entrega.
Mi cuerpo de labriego salvaje te socava
y hace saltar el hijo del fondo de la tierra.

Fui solo como un túnel. De mí huían los pájaros
y en mí la noche entraba su invasión poderosa.
Para sobrevivirme te forjé como un arma,
como una flecha en mi arco, como una piedra en mi honda.

Pero cae la hora de la venganza, y te amo.
Cuerpo de piel, de musgo, de leche ávida y firme.
Ah los vasos del pecho! Ah los ojos de ausencia!
Ah las rosas del pubis! Ah tu voz lenta y triste!

Cuerpo de mujer mía, persistirá en tu gracia.
Mi sed, mi ansia sin limite, mi camino indeciso!
Oscuros cauces donde la sed eterna sigue,
y la fatiga sigue, y el dolor infinito.




Poema 2

En su llama mortal la luz te envuelve.
Absorta, pálida doliente, así situada
contra las viejas hélices del crepúsculo
que en torno a ti da vueltas.

Muda, mi amiga,
sola en lo solitario de esta hora de muertes
y llena de las vidas del fuego,
pura heredera del día destruido

Del sol cae un racimo en tu vestido oscuro.
De la noche las grandes raíces
crecen de súbito desde tu alma,
y a lo exterior regresan las cosas en ti ocultas
de modo que un pueblo pálido y azul
de ti recién nacido se alimenta.

Oh grandiosa y fecunda y magnética esclava
círculo que en negro y dorado sucede:
erguida, trata y logra una creación tan viva
que sucumben sus flores, y llena es de tristeza.


Poema 3

Ah vastedad de pinos, rumor de olas quebrándose,
lento juego de luces, campana solitaria,
crepúsculo cayendo en tus ojos, muñeca,
caracola terrestre, en ti la tierra canta!

En ti los ríos cantan y mi alma en ellos huye
como tú lo desees y hacia donde tú quieras.
Márcame mi camino en tu arco de esperanza
y soltaré en delirio mi bandada de flechas.

En torno a mí estoy viendo tu cintura de niebla
y tu silencio acosa mis horas perseguidas,
y eres tú con tus brazos de piedra transparente
donde mis besos anclan y mi húmeda ansia anida.
  
Ah tu voz misteriosa que el amor tiñe y dobla
en el atardecer resonante y muriendo!
Así en horas profundas sobre los campos he visto
doblarse las espigas en la boca del viento.

Poema 4

Es la mañana llena de tempestad
en el corazón del verano.

Como pañuelos blancos de adiós viajan las nubes,
el viento las sacude con sus viajeras manos.

Innumerable corazón del viento
latiendo sobre nuestro silencio enamorado.

Zumbando entre los árboles, orquestal y divino,
como una lengua llena de guerras y de cantos.

Viento que lleva en rápido robo la hojarasca
y desvía las flechas latientes de los pájaros.

Viento que la derriba en ola sin espuma
y sustancia sin peso, y fuegos inclinado.

Se rompe y se sumerge su volumen de besos
combatido en la puerta del viento del verano.


Poema 5

Para que tú me oigas
mis palabras
se adelgazan a veces
como las huellas de las gaviotas en las playas.

Collar, cascabel ebrio
para tus manos suaves como las uvas.

Y las miro lejanas mis palabras.
Más que mías son tuyas.
Van trepando en mi viejo dolor como las yedras.

Ellas trepan así por las paredes húmedas.
Eres tú la culpable de este juego sangriento.

Ellas están huyendo de mi guarida oscura.
Todo lo llenas tú, todo lo llenas.

Antes que tú poblaron la soledad que ocupas,
y están acostumbradas más que tú a mi tristeza.

Ahora quiero que digan lo que quiero decirte
para que tú las oigas como quiero que me oigas.

El viento de la angustia aún las suele arrastrar.
Huracanes de sueños aún a veces las tumban
Escuchas otras voces en mi voz dolorida.

Llanto de viejas bocas, sangre de viejas súplicas.
Ámame, compañera. No me abandones. Sígueme.
Sígueme, compañera, en esa ola de angustia.

Pero se van tiñendo con tu amor mis palabras.
Todo lo ocupas tú, todo lo ocupas.

Voy haciendo de todas un collar infinito
para tus blancas manos, suaves como las uvas.

Poema 6

Te recuerdo como eras en el último otoño.
Eras la boina gris y el corazón en calma.
En tus ojos peleaban las llamas del crepúsculo
Y las hojas caían en el agua de tu alma.

Apegada a mis brazos como una enredadera.
las hojas recogían tu voz lenta y en calma.

Hoguera de estupor en que mi sed ardía.
Dulce jacinto azul torcido sobre mi alma.

Siento viajar tus ojos y es distante el otoño:
boina gris, voz de pájaro y corazón de casa
hacia donde emigraban mis profundos anhelos
y caían mis besos alegres como brasas.

Cielo desde un navío. Campo desde los cerros.
Tu recuerdo es de luz, de humo, de estanque en calma!
Más allá de tus ojos ardían los crepúsculos.
Hojas secas de otoño giraban en tu alma.

Poema 7


INCLINADO en las tardes tiro mis tristes redes
a tus ojos oceánicos.

Allí se estira y arde en la más alta hoguera
mi soledad que da vueltas los brazos como un
náufrago.

Hago rojas señales sobre tus ojos ausentes
que olean como el mar a la orilla de un faro.

Solo guardas tinieblas, hembra distante y mía,
de tu mirada emerge a veces la costa del espanto.

Inclinado en las tardes echo mis tristes redes
a ese mar que sacude tus ojos oceánicos.

Los pájaros nocturnos picotean las primeras estrellas
que centellean como mi alma cuando te amo.

Galopa la noche en su yegua sombría
desparramando espigas azules sobre el campo.

Poema 8

Abeja blanca zumbas --ebria de miel en mi alma
y te tuerces en lentas espirales de humo.

Soy el desesperado, la palabra sin ecos,
el que lo perdió todo, y el que todo lo tuvo.

Última amarra, cruje en ti mi ansiedad última.
En mi tierra desierta eres tú la última rosa.

Ah silenciosa!

Cierra tus ojos profundos. Allí aletea la noche.
Ah desnuda tu cuerpo de estatua temerosa.

Tienes ojos profundos donde la noche alea.
Frescos brazos de flor y regazo de rosa.

Se parecen tus senos a los caracoles blancos.
Ha venido a dormirse en tu vientre una mariposa de sombra.

Ah silenciosa!

He aquí la soledad de donde estás ausente.
Llueve. El viento del mar caza errantes gaviotas.

El agua anda descalza por las calles mojadas.
De aquel árbol se quejan, como enfermos, las hojas.

Abeja blanca, ausente, aún zumbas en mi alma.
Revives en el tiempo, delgada y silenciosa.

Ah silenciosa !



Poema 9

Ebrio de trementina y largos besos,
estival, el velero de las rosas dirijo,
torcido hacia la muerte del delgado día,
cimentado en el solido frenesí marino.

Pálido y amarrado a mi agua devorante
cruzo en el agrio olor del clima descubierto.
aún vestido de gris y sonidos amargos,
y una cimera triste de abandonada espuma.

Voy, duro de pasiones, montado en mi ola única,
lunar, solar, ardiente y frío, repentino,
dormido en la garganta de las afortunadas
islas blancas y dulces como caderas frescas.

Tiembla en la noche húmeda mi vestido de besos
locamente cargado de eléctricas gestiones,
de modo heroico dividido en sueños
y embriagadoras rosas practicándose en mí.

Aguas arriba, en medio de las olas externas,
tu paralelo cuerpo se sujeta en mis brazos
como un pez infinitamente pegado a mi alma
rápido y lento en la energía subceleste.

Poema 10

Hemos perdido aún este crepúsculo.
Nadie nos vio esta tarde con las manos unidas
mientras la noche azul caía sobre el mundo.

He visto desde mi ventana
la fiesta del poniente en los cerros lejanos.

A veces como una moneda
se encendía un pedazo de sol entre mis manos.

Yo te recordaba con el alma apretada
de esa tristeza que tú me conoces.

Entonces, dónde estabas?
Entre qué genes?
Diciendo qué palabras?
Por qué se me vendrá todo el amor de golpe
cuando me siento triste, y te siento lejana?

Cayó el libro que siempre se toma en el crepúsculo,
y como un perro herido rodó a mis pies mi capa.

Siempre, siempre te alejas en las tardes
hacia donde el crepúsculo corre borrando estatuas.

Poema 11

Casi fuera del cielo ancla entre dos montañas
la mitad de la luna.
Girante, errante noche, la cavadora de ojos.
A ver cuántas estrellas trizadas en la charca.

Hace una cruz de luto entre mis cejas, huye.
Fragua de metales azules, noches de las calladas luchas,
mi corazón da vueltas como un volante loco.
Niña venida de tan lejos, traída de tan lejos,
a veces fulgurece su mirada debajo del cielo.
Quejumbre, tempestad, remolino de furia,
cruza encima de mi corazón, sin detenerte.
Viento de los sepulcros acarrea, destroza, dispersa tu raíz soñolienta.
Desarraiga los grandes árboles al otro lado de ella.
Pero tú, clara niña, pregunta de humo, espiga.
Era la que iba formando el viento con hojas iluminadas.
Detrás de las montañas nocturnas, blanco lirio de incendio,
allá nada puedo decir! Era hecha de todas las cosas.

Ansiedad que partiste mi pecho a cuchillazos,
es hora de seguir otro camino, donde ella no sonría.
Tempestad que enterró las campanas, turbio revuelo de tormentas
para qué tocarla ahora, para qué entristecerla.

Ay seguir el camino que se aleja de todo,
donde no está atajando la angustia, la muerte, el invierno,
con sus ojos abiertos entre el rocío.

Poema 12

Para mi corazón basta tu pecho,
para tu libertad bastan mis alas.
Desde mi boca llegará hasta el cielo
lo que estaba dormido sobre tu alma.

Es en ti la ilusión de cada día.
Llegas como el rocío a las corolas.
Socavas el horizonte con tu ausencia.
Eternamente en fuga como la ola.

He dicho que cantabas en el viento
como los pinos y como los mástiles.
Como ellos eres alta y taciturna.
Y entristeces de pronto como un viaje.

Acogedora como un viejo camino.
Te pueblan ecos y voces nostálgicas.
Yo desperté y a veces emigran y huyen
pájaros que dormían en tu alma.


Poema 13

He ido marcando con cruces de fuego
el atlas blanco de tu cuerpo.
Mi boca era una araña que cruzaba escondiéndose.

En ti, detrás de ti, temerosa, sedienta.

Historias que contarte a la orilla del crepúsculo,
muñeca triste y dulce, para que no estuvieras triste.
Un cisne, un árbol, algo lejano y alegre.
El tiempo de las uvas, el tiempo maduro y frutal.

Yo que viví en un puerto desde donde te amaba.
La soledad cruzada de sueño y de silencio.
Acorralado entre el mar y la tristeza.
Callado, delirante, entre dos gondoleros inmóviles.

Entre los labios y la voz, algo se va muriendo.
Algo con alas de pájaro, algo de angustia y de olvido.
Así como las redes no retienen el agua.
Muñeca mía, apenas quedan gotas temblando.
Sin embargo, algo canta entre estas palabras fugaces.
Algo canta, algo sube hasta mi ávida boca.
oh poder celebrarte con todas las palabras de alegría.
Cantar, arder, huir, como un campanario en las manos de un loco.
Triste ternura mía, qué te haces de repente?
Cuando he llegado al vértice más atrevido y frío
mi corazón se cierra como una flor nocturna.

Poema 14


Juegas todos los días con la luz del universo.
Sutil visitadora, llegas en la flor y en el agua.
Eres más que esta blanca cabecita que aprieto
como un racimo entre mis manos cada día.

A nadie te pareces desde que yo te amo.
Déjame tenderte entre guirnaldas amarillas.
Quién escribe tu nombre con letras de humo entre las estrellas del sur?
Ah déjame recordarte como eras entonces cuando aún no existías.

De pronto el viento aúlla y golpea mi ventana cerrada.
El cielo es una red cuajada de peces sombríos.
Aquí vienen a dar todos los vientos, todos.
Se desviste la lluvia.

Pasan huyendo los pájaros.
El viento. El viento.
Yo solo puedo luchar contra la fuerza de los hombres.
El temporal arremolina hojas oscuras
y suelta todas las barcas que anoche amarraron al cielo.

Tú estás aquí. Ah tú no huyes
Tú me responderás hasta el último grito.
Ovíllate a mi lado como si tuvieras miedo.
Sin embargo alguna vez corrió una sombra extraña por tus ojos.

Ahora, ahora también, pequeña, me traes madreselvas,
y tienes hasta los senos perfumados.
Mientras el viento triste galopa matando mariposas
yo te amo, y mi alegría muerde tu boca de ciruela.

Cuanto te habrá dolido acostumbrarte a mí,
a mi alma sola y salvaje, a mi nombre que todos ahuyentan.
Hemos visto arder tantas veces el lucero besándonos los ojos
y sobre nuestras cabezas destorcerse los crepúsculos en abanicos girantes.
Mis palabras llovieron sobre ti acariciándote.
Amé desde hace tiempo tu cuerpo de nácar soleado.
Hasta te creo dueña del universo.
Te traeré de las montañas flores alegres, copihues,
avellanas oscuras, y cestas silvestres de besos.

Quiero hacer contigo
lo que la primavera hace con los cerezos.

Poema 15


Me gustas cuando callas porque estás como ausente,
y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca.
Parece que los ojos se te hubieran volado
y parece que un beso te cerrara la boca.

Como todas las cosas están llenas de mi alma
emerges de las cosas, llena del alma mía.
Mariposa de sueño, te pareces a mi alma,
y te pareces a la palabra melancolía;

Me gustas cuando callas y estás como distante.
Y estás como quejándote, mariposa en arrullo.
Y me oyes desde lejos, y mi voz no te alcanza:
déjame que me calle con el silencio tuyo.

Déjame que te hable también con tu silencio
claro como una lámpara, simple como un anillo.
Eres como la noche, callada y constelada.
Tu silencio es de estrella, tan lejano y sencillo.

Me gustas cuando callas porque estás como ausente.
Distante y dolorosa como si hubieras muerto.
Una palabra entonces, una sonrisa bastan.
Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto.

Poema 16

(Paráfrasis a R. Tagore)

En mi cielo al crepúsculo eres como una nube
y tu color y forma son como yo los quiero
Eres mía, eres mía, mujer de labios dulces
y viven en tu vida mis infinitos sueños.

La lámpara de mi alma te sonrosa los pies,
el agrio vino mío es más dulce en tus labios:

oh segadora de mi canción de atardecer,
Cómo te sienten mía mis sueños solitarios!

Eres mía, eres mía, voy gritando en la brisa
de la tarde, y el viento arrastra mi voz viuda.
Cazadora del fondo de mis ojos, tu robo
estanca como el agua tu mirada nocturna.

En la red de mi música estás presa, amor mío,
y mis redes de música son anchas como el cielo.
Mi alma nace a la orilla de tus ojos de luto.
En tus ojos de luto comienza el país del sueño.



Poema 17

Pensando, enredando sombras en la profunda soledad.
Tú también estás lejos, ah más lejos que nadie.
Pensando, soltando pájaros, desvaneciendo imágenes, enterrando lámparas.
Campanario de brumas, qué lejos, allá arriba!
Ahogando lamentos, moliendo esperanzas sombrías, molinero taciturno,
se te viene de bruces la noche, lejos de la ciudad.

Tu presencia es ajena, extraña a mí como una cosa.
Pienso, camino largamente, mi vida antes de ti.
Mi vida antes de nadie, mi áspera vida.
El grito frente al mar, entre las piedras,
corriendo libre, loco, en el vaho del mar.
La furia triste, el grito, la soledad del mar.
Desbocado, violento, estirado hacia el cielo.

Tú, mujer, qué eras allí, qué raya, qué varilla
de ese abanico inmenso? Estabas lejos como ahora.
Incendio en el bosque! Arde en cruces azules.
Arde, arde, llamea, chispea en árboles de luz.
Se derrumba, crepita. Incendio. Incendio.

Y mi alma baila herida de virutas de fuego.
Quién llama? Qué silencio poblado de ecos?
Hora de la nostalgia, hora de la alegría, hora de la soledad.
hora mía entre todas!
Bocina en que el viento pasa cantando.
Tanta pasión de llanto anudada a mi cuerpo.

Sacudida de todas las raíces,
asalto de todas las olas!
Rodaba, alegre, triste, interminable, mi alma.

Pensando, enterrando lámparas en la profunda soledad.
Quién eres tú, quién eres?

Poema 18

Aquí te amo.
En los oscuros pinos se desenreda el viento.
Fosforece la luna sobre las aguas errantes.
Andan días iguales persiguiéndose.

Se descine la niebla en danzantes figuras.
Una gaviota de plata se descuelga del ocaso.
A veces una vela. Altas, altas estrellas.

O la cruz negra de un barco.

Solo.

A veces amanezco, y hasta mi alma esta húmeda.

Suena, resuena el mar lejano.

Este es un puerto.

Aquí te amo.

Aquí te amo y en vano te oculta el horizonte.
Te estoy amando aún entre estas frías cosas.
A veces van mis besos en esos barcos graves,
que corren por el mar hacia donde no llegan.

Ya me veo olvidado como estas viejas anclas.
son más tristes los muelles cuando atraca la tarde.
Se fatiga mi vida inútilmente hambrienta.
Amo lo que no tengo. Estás tú tan distante.

Mi hastío forcejea con los lentos crepúsculos.
Pero la noche llega y comienza a cantarme.
La luna hace girar su rodaje de sueño.

Me miran con tus ojos las estrellas más grandes.
Y como yo te amo, los pinos en el viento,
quieren cantar tu nombre con sus hojas de alambre.

Poema 19


Niña morena y ágil, el sol que hace las frutas,
el que cuaja los trigos, el que tuerce las algas,
hizo tu cuerpo alegre, tus luminosos ojos
y tu boca que tiene la sonrisa del agua.

Un sol negro y ansioso se te arrolla en las hebras
de la negra melena, cuando estiras los brazos.
Tú juegas con el sol como con un estero
y él te deja en los ojos dos oscuros remansos.

Niña morena y ágil, nada hacia ti me acerca.
Todo de ti me aleja, como del mediodía.
Eres la delirante juventud de la abeja,
la embriaguez de la ola, la fuerza de la espiga.

Mi corazón sombrío te busca, sin embargo,
y amo tu cuerpo alegre, tu voz suelta y delgada.
Mariposa morena dulce y definitiva,
como el trigal y el sol, la amapola y el agua.

Poema 20

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.

Escribir, por ejemplo: “La noche esta estrellada,
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos”.

El viento de la noche gira en el cielo y canta.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Yo la quise, y a veces ella también me quiso.

En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.
La besé tantas veces bajo el cielo infinito.

Ella me quiso, a veces yo también la quería.
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.

Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella.
Y el verso cae al alma como al pasto el rocío.

Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.
La noche está estrellada y ella no está conmigo.

Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.
Mi alma no se contenta con haberla perdido.

Como para acercarla mi mirada la busca.
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.

La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.

Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.
Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.

De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.

Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.

Porque en noches como esta la tuve entre mis brazos,
mi alma no se contenta con haberla perdido.

Aunque éste sea el último dolor que ella me causa,
y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.


La Canción Desesperada

Emerge tu recuerdo de la noche en que estoy.
El río anuda al mar su lamento obstinado.

Abandonado como los muelles en el alba.
Es la hora de partir, oh abandonado!

Sobre mi corazón llueven frías corolas.
Oh sentina de escombros, feroz cueva de náufragos!

En ti se acumularon las guerras y los vuelos.
De ti alzaron las alas los pájaros del canto.

Todo te lo tragaste, como la lejanía.
Como el mar, como el tiempo. Todo en ti fue naufragio !
Era la alegre hora del asalto y el beso.
La hora del estupor que ardía como un faro.

Ansiedad de piloto, furia de buzo ciego,
turbia embriaguez de amor, todo en ti fue naufragio!
En la infancia de niebla mi alma alada y herida.
Descubridor perdido, todo en ti fue naufragio!

Te ceñiste al dolor, te agarraste al deseo.
Te tumbó la tristeza, todo en ti fue naufragio!


Hice retroceder la muralla de sombra.
anduve más allá del deseo y del acto.

Oh carne, carne mía, mujer que amé y perdí,
a ti en esta hora húmeda, evoco y hago canto.

Como un vaso albergaste la infinita ternura,
y el infinito olvido te trizó como a un vaso.

Era la negra, negra soledad de las islas,
y allí, mujer de amor, me acogieron tus brazos.

Era la sed y el hambre, y tú fuiste la fruta.
Era el duelo y las ruinas, y tú fuiste el milagro.

Ah mujer, no sé cómo pudiste contenerme
en la tierra de tu alma, y en la cruz de tus brazos!

Mi deseo de ti fue el más terrible y corto,
el más revuelto y ebrio, el más tirante y ávido.

Cementerio de besos, aún hay fuego en tus tumbas,
aún los racimos arden picoteados de pájaros.

Oh la boca mordida, oh los besados miembros,
oh los hambrientos dientes, oh los cuerpos trenzados.

Oh la cópula loca de esperanza y esfuerzo
en que nos anudamos y nos desesperamos.

Y la ternura, leve como el agua y la harina.
Y la palabra apenas comenzada en los labios.

Ese fue mi destino y en él viajó mi anhelo,
y en el cayó mi anhelo, todo en ti fue naufragio!


Oh sentina de escombros, en ti todo caía,
qué dolor no exprimiste, qué olas no te ahogaron.

De tumbo en tumbo aún llameaste y cantaste
de pie como un marino en la proa de un barco.

Aún floreciste en cantos, aún rompiste en corrientes.
Oh sentina de escombros, pozo abierto y amargo.

Pálido buzo ciego, desventurado hondero,
descubridor perdido, todo en ti fue naufragio!

Es la hora de partir, la dura y fría hora
que la noche sujeta a todo horario.

El cinturón ruidoso del mar ciñe la costa.
Surgen frías estrellas, emigran negros pájaros.

Abandonado como los muelles en el alba.
Sólo la sombra trémula se retuerce en mis manos.

Ah más allá de todo. Ah más allá de todo.

Es la hora de partir. Oh abandonado.




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María Lorenzo vista por A. Horno
María Lorenzo es una artista multitalento. Pintora, dibujante, animadora, docente, teórica de la animación...Se atreve con muchas cosas y todas las hace muy bien. Una de ellas, como habéis podido comprobar, la ilustración. En 1999 puso imágenes a los maravillosos poemas de Neruda, con una estética preciosista que oscila entre el Art Nouveau y el Art Decó. Realizó una tirada corta de exquisitos ejemplares con una ilustración para cada una de las poesías y la canción desesperada, y un libro único con papel especial en una caja de cuero pirograbado con la ilustración que abre esta entrada, una obra digna de figurar entre los tesoros de la cueva de Aladino.
Sobre María tenéis abundante información en este blog, desde las imágenes que lo adornan hasta numerosos artículos sobre la artista o escritos por ella. Os invito a descubrir otras facetas de su producción.