lunes, 9 de enero de 2023

ASPASIA DE MILETO

 

El debate de Sócrates y Aspasia, por Nicolás-André Monsiau (s. XVIII)


Cuentan que Pericles, el gran general aristócrata y líder del partido demócrata ateniense durante cuarenta años, excelente estadista, administrador y diplomático, que elevó la hegemonía de la talasocracia ateniense a gloria histórica, repudió a su legítima esposa para vivir con Aspasia de Mileto. Aspasia, hija de Axíoco, era rubia y tenía una agradable y melodiosa voz que deleitaba a los hombres de todas las edades y oficios. La hermosa jonia pasaba por ἑταῖρα. Esta palabra, "hetaira" o "hetera", admite equívocas traducciones. Puede significar cortesana, dama de compañía, compañera, barragana o prostituta. Pero a la concubina llamaban los griegos "pallaké" y a las prostitutas ordinarias no se las llamaba hetairas, sino "pornai" o "porné", de donde proviene el término moderno "porno-grafía". 

Salvando distancias enormes, geográficas y culturales, las hetairas eran el análogo griego de las geishas japonesas: mujeres libres que desempeñaban funciones artísticas en las tertulias elegantes, consejeras, acompañantes que, ocasional y libremente, prestaban servicios afectivos y sexuales a varones escogidos, mujeres que habían recibido una educación esmerada, disponían de independencia económica, pagaban impuestos y podían participar en condiciones de igualdad con los varones en los simposios. Según W. Jaeger, en la Atenas de Pericles los simposios podían compararse por su importancia espiritual con los gimnasios, en ambos espacios surgió una "gimnasia del pensamiento" y una forma nueva y superior de Paideía (educación), que podemos asimilar a la dialéctica socrática o brevi-elocuencia, mejor que a los discursos largos, espectaculares y bien retribuidos, de los sofistas (macro-elocuencia).

No sabemos por qué Aspasia se trasladó desde Mileto a Atenas con apenas veinte años. Tal vez quiso conocer la capital del Ática, atraída por su auge económico, militar y artístico, tal vez no quiso dejar sola a su hermana, que se había casado con un ateniense, Alcibíades el Viejo. En la región de la que procedía, la costa de Jonia, los niños y las niñas convivían en las escuelas públicas y era más fácil que en Atenas que una mujer accediera a la formación superior del espíritu. En la ciudad de Atenea el rol social de la ciudadana ateniense estaba restringido al ámbito doméstico.

El encuentro con Pericles, que le doblaba la edad, debió suceder hacia el 447a. C., según Armand D'Angour. Al contrario que las prostitutas, las hetairas no solían tener muchos clientes, siempre distinguidos y con recursos para pagar sus servicios. A veces sólo uno. Este fue el caso de Pericles. Usaban estas mujeres prendas de tejidos transparentes, frecuentemente de color azafranado. Se maquillaban, depilaban, perfumaban y se dejaban trabajar sofisticados peinados con uso de postizos. A veces servían de modelo a pintores y escultores. El capítulo III (11) de las Memorables de Jenofonte está dedicado al encuentro de Sócrates y la bella hetaira Teodota, que está posando para un pintor, la misma que luego sería amante del descarado y famoso Alcibíades y que se ocuparía de su entierro en Frigia (v. Plutarco, Cimón, 9).

Según Diógenes Laercio, Platón le dedicó un poema a la hetaira Arqueanasa: "Poseo A Arqueanasa colofonia / sobre cuya rugosa y senil frente / acerbo amor se esconde, / ¡Míseros de vosotros que gozasteis / su juventud primera! / ¡Oh cuán activo ardor sufrir debisteis!". Cuenta el gramático heleno Ateneo de Naucratis a principos del siglo III d. C., citando al socrático Antístenes, que Pericles "presa de amor por Aspasia, dos veces al día, al entrar y salir de su casa, abrazaba a su mujer". Ateneo juega con la semejanza fónica del nombre "Aspasia" y el verbo "aspázomai" que significa abrazar. Mucho antes, Plutarco de Queronea también recoge la anécdota en su biografía de Pericles (24) diciendo que la saludaba al salir y entrar de casa con un beso. Javier Murcia Ortuño comenta que no debía de ser esto lo normal entre los matrimonios oficiales de Atenas.

Las hetairas alcanzaban una cultura y educación que se les negaba a las ciudadanas, reducidas al ámbito familiar, a la función reproductiva y a lo que María Ángeles Durán llama "el Cuidatoriado", el cuidado de hijos y mayores. Es evidente que Pericles, como muchos otros, consideraba a Aspasia mujer sabia y entendida en política. La milesia se relacionó con Anaxágoras, con Eurípides, con Fidias..., y Sócrates frecuentó su salón, según refieren sus discípulos Jenofonte y Platón. El primero, en sus Memorables o Recuerdos de Sócrates (II, 6, 36) y el fundador de la Academia en su diálogo Menéxeno (235c), donde el personaje Sócrates reconoce a Aspasia como una de las mujeres más distinguidas en el arte de la oratoria. 

Al parecer, Sócrates, coetáneo suyo, no sólo la recomendaba, sino que la tuvo por maestra. Hay quien dice que el Tábano de Atenas debe a Aspasia su método irónico de indagación. Pero no creo que haya que atribuir demasiado crédito a esta exageración, aunque sin duda Sócrates acusó su influencia. En el Menéxeno se dice que Pericles fue educado por Aspasia y que por ello debía ser mejor orador público que alguien educado por Antifonte el sofista. Es posible que Platón tomase de Esquines (389-314 a. C.) algunas de sus afirmaciones del Menéxeno. Y hay quien piensa que la sacerdotisa Diotima mentada por Socrates en el platónico Banquete como reveladora de decisivos misterios, y no sólo eróticos, es una máscara de Aspasia, logógrafa y pedagoga. "Diotima" significa "honrada por Zeus" y a Pericles le apodaban "El Olímpico" porque portaba las armas de Zeus cuando tronaba pronunciando sus discursos, y no cabe duda de que Pericles honró como nadie a Aspasia... Aunque la mayoría de eruditos creen que Diotima fue un personaje histórico diferente de la milesia.

En el Menéxeno (escrito hacia el 387 o poco después), Platón se burla de la grandilocuencia de Lisias, el famoso orador. En el diálogo se ironiza sobre un discurso fúnebre o epitafio compuesto supuestamente por Aspasia, que había muerto hacía más de trece años, como una especie de divertimento lleno de anacronismos y exageraciones. Es una especie de parodia de la extraordinaria habilidad de los rhetores para apañar "a base de corta y pega" un discurso con el que halagar, excitar y hechizar a su miltitudinario auditorio, función imprescindible en la Atenas democrática. El propósito de Platón en ese diálogo era probablemente denunciar la retórica vana de los sofistas, y muy especialmente a Gorgias de Leontini, que visitó con enorme éxito Atenas en el 427 a. C. en calidad de embajador siciliano y cuyo seguidor panhelenista Isócrates (436-338 a. C.) fundará en el 392 una importante escuela competidora de la Academia, una escuela que no sólo proporcionaba formación retórica, sino también ética y emparentada con el intelectualismo socrático. El Menéxeno debió escribirse poco después de la publicación de la Aspasia de Esquines y coincidiendo  con la apertura de la Academia (387 a. C.) o poco después, cuando ya Platón había decidido distanciarse de las escuelas de Retórica y de la Sofística. Esquines había retratado a Aspasia como experta educadora en la elocuencia. Sócrates atribuye en el Menéxeno a Aspasia la composición de la famosa oración fúnebre que pronunció Pericles sobre la idiosincrasia de su polis y que recoge Tucídides (II, 37, 1). Aspasia simboliza en el diálogo platónico el proceso de soldadura de todos los discursos anteriores para la elaboración de epitafios. Sócrates la llama "preceptora", pero no está claro si sostuvo una verdadera escuela, ni se a ella asistían mujeres interesadas por una cultura superior.

José Garnelo y Alda, pintor erudito y academicista de entre-siglos,
laureadísimo, hijo adoptivo de Montilla (Córdoba),
 pintó este extraordinario cuadro: Aspasia y Pericles (1893) 
que acabó llamándose "El Pedagogo",
aunque en realidad "la pedagoga" es Aspasia de Mileto.

Los atenienses no vieron con buenos ojos que una hetaira extranjera influyera tanto en las decisiones de Pericles y acabaron acusándola de impiedad, según Plutarco, iniciándose un proceso contra ella, que bien podría haber apuntado contra Pericles golpeándole donde más le dolía (h. 432 a. C.). Se cuenta que Pericles llegó a derramar lágrimas suplicando entre sollozos a los jueces que la indultaran. No obstante, la veracidad histórica de este proceso contra Aspasia ofrece muchas dudas. La acusación se parece demasiado a la formulada contra Sócrates: impiedad y corromper a las mujeres atenienses, un delito religioso. Como ha señalado M. Montuori, una meteca no podía incurrir en un delito de asebeia (impiedad) y puede que todo sea una invención cómica del poeta Hermipo, el mismo al que la leyenda atribuía la acusación pública. Plutarco sigue a Esquines el Socrático al atribuir estas lágrimas a Pericles. La ofensiva contra Pericles incluía por parte de los sectores más conservadores incluía también a Fidias, el famoso escultor y amigo de la pareja, que resultó condenado, y a Anaxágoras por herético. El gran filósofo de Clazomenas tuvo que abandonar a prisa y corriendo Atenas. Indro Montanelli da por seguro que fueron los conservadores del partido oligarca, envalentonados por esos éxitos, quienes llevaron a los tribunales a Aspasia. Los campeones de la "prensa amarilla" de la época, capitaneados por Hermipo, compitieron en lanzar las calumnias más infamantes contra la primera dama de Atenas, presentándola como una vulgar celestina ante un tribunal con mil quinientos jurados. Ella había convertido la casa del strategos autokrator (arconte militar desde el 467en un burdel, debilitando y enviciando a Pericles, su amante.

Antístenes el Viejo, discípulo de Sócrates y fundador de la escuela cínica, tituló uno de sus diálogos con el nombre de "Aspasia". Esquines hizo lo mismo y la mostraba como profesora e inspiradora de excelencia. De ambos diálogos no nos quedan sino fragmentos, del de Antístenes sólo nos han llegado tres citas, que más bien consienten la hipótesis de que su diálogo era un ataque contra Pericles y Aspasia. En el eco latino, ciceroniano, del diálogo de Esquines, Aspasia aparece como un "sócrates femenino" aconsejando a la esposa de Jenofonte y a Jenofonte cómo adquirir la virtud (areté) a través del autoconocimiento. Curiosamente, Aspasia murió poco antes de la ejecución de Sócrates en el 399 a. C. Y toda la literatura, perdida en su mayoría, que surge a comienzos del siglo IV sobre Aspasia procede del círculo de los socráticos.

Una tradición cómica hizo de Aspasia de Mileto responsable nada menos que de la Guerra del Peloponeso de Atenas contra Esparta y de la trágica expedición ateniense contra Samos, rival de su ciudad natal Mileto, hacia el 440 a. C. Lo mismo que se burló de Sócrates en Las Nubes, Aristófanes caricaturizó a Aspasia en Los acarnienses, acusándola también de haber causado la Guerra del Peloponeso (431-404). Estas insidias contra la inteligente y poderosa extranjera las recoge Ateneo de Naucratis: "Y el olímpico Pericles, como dice Clearco en el primero de sus Eróticos, ¿no transtornó la Hélade entera por causa de Aspasia, no la más joven, sino la coetánea del filósofo Sócrates, a pesar de la enorme reputación que poseía por su inteligencia y capacidad política?" (Deipnosofistas, XIII, 589). La "joven Aspasia" fue una hetaira del rey persa Ciro a la que este, por la fama de la milesia, le cambió y puso su nombre.

Pericles, quien, antes de sucumbir él mismo, tuvo que ver y sufrir cómo morían durante la peste del 429 sus dos hijos legítimos: Jantipo y Paralos, engendró un hijo "natural" en Aspasia: Pericles el Joven, hacia el 440 a. C. El gran estratega alcmeónida y líder del partido demócrata se preciaba de que Atenas era una ciudad abierta -las democracias suelen serlo-, donde no se expulsaba a los extranjeros (metecos), al contrario que en Esparta donde se los miraba mal o se los deportaba. Pero el mismo general se contradijo al aprobar una ley que restringía los derechos de ciudadanía, sólo concedidos a quien contase con padre y madre ateniense. El tiro le salió por la culata al dar a luz Aspasia a su hijo "bastardo". Sin embargo, apiadados por la pérdida de los hijos de su primera esposa, la ciudad consintió en darle al joven Pericles la carta de ciudadanía. Jenofonte retrata el diálogo de Sócrates con el Joven Pericles en sus Memorables (III), en cuyo talento cifraba el filósofo sus esperanzas de regeneración de Atenas, cuando esta ya se precipitaba en la decadencia durante los últimos años de la guerra contra Esparta. El hijo de Pericles fue uno de los generales que vencieron a Esparta en las Arginusas y que luego la ciudad ejecutó "en agradecimiento", tras un tormentoso juicio que a Sócrates le tocó por suerte presidir y en el que este hizo valer lo que pudo su voto, en contra de que se les condenara a muerte.

Pericles debió estar unido a Aspasia desde 450-445 hasta su fallecimiento durante la epidemia del 429 o 428 a. C. Según algunos, sin su protector y esposo de facto, a partir de ese momento Aspasia cayó en desgracia, se le acusó de todos los males de Atenas y tuvo que poner pie en polvorosa. La tildaron de Deyanira, la esposa que mató involuntariamente al héroe Heracles, de Ónfale, reina de Lidia que esclavizó a Heracles durante un año. Los comediógrafos Cratino y Eupolis la compararon con Helena, por la que se había armado la guerra de Troya. Pericles había sido su Paris. Según otros, tras la muerte de Pericles, Aspasia fue amante o casó con Lisicles, político y general y todavía pudo darle a este un hijo en 428. Pero tal relación es dudosa y puede ser también un efecto de la ficción cómica, pues Lisicles significa "proveedor de recursos".

Plutarco de Queronea expresa su admiración por una mujer que fue capaz de "dirigir a su antojo a los principales hombres de Estado y ofrecía a los filósofos ocasión de discutir con ella en términos exaltados y durante mucho tiempo" (Pericles, XXIV). Luciano de Samosata le llama "modelo de sabiduría". Según la enciclopedia bizantina Suda (s. X) Aspasia fue "lista más allá de las palabras", sofista y profesora de retórica. 

Extraña que Giovanni Boccaccio en el Renacimiento no se refiera a Aspasia en su catálogo de mujeres ilustres (De claris mulieribus). Aspasia fue un personaje muy apreciado por los románticos del siglo XIX y por la novela histórica del siglo XX. Murió hacia el 400, con setenta años, edad avanzada para su época. Supo triunfar, influir (poder en la sombra), manejar voluntades, formar espíritus y cuidarse, esta mujer excepcional.