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jueves, 11 de julio de 2013

SARA BAARTMAN : LA VENUS NEGRA Y LOS ZOOS HUMANOS



Desde la década de 1870, no por casualidad coincidiendo con una de las grandes olas de colonialismo del siglo XIX,  múltiples exposiciones etnológicas itinerantes  recorrieron las principales ciudades europeas con gran afluencia de público. Estos auténticos zoos humanos buscaban satisfacer la curiosidad, inevitablemente morbosa, de  las clases urbanas: indígenas de pueblos exóticos (lapones, fueguinos, mapuches o nubios) eran exhibidos en jaulas junto con la fauna procedente de sus respectivos hábitats naturales. Instalados en la creencia de su supremacía  racial, los europeos veían así legitimado moralmente su deber de “tutela” sobre estos “salvajes”. Esta oscura y poco divulgada “moda” de los circos etnológicos constituyó en su época un auténtico fenómeno de masas. Baste decir como ejemplo que, durante la Exposición Universal de París en 1889, las dos grandes sensaciones fueron la Torre Eiffel  y la exhibición de una tribu de 400 indígenas negros.



La triste historia que queremos contar aquí, sin embargo, es muy anterior. Se remonta a principios del siglo XIX y está en el origen de esas exposiciones étnicas. Es la de la Venus hotentote. La infeliz Sara Baartman nació en Sudáfrica en 1789, el año de la Revolución francesa, pero para ella no hubo libertad, igualdad y, menos que nada, fraternidad. Su exhibición en Londres en 1810 fue tan vergonzosa que una Asociación abolicionista intentó liberarla, pero está claro que el explotador había conseguido engañarla hasta el punto de que declarara que cobraba beneficios del ignominioso espectáculo. Cuando el interés del público decayó, su amo la vendió a un domador de fieras francés, y entonces continuó su calvario en París. Al final terminó ejerciendo la prostitución para poder sobrevivir. Murió muy joven, en   1815, a los 25 años. Pero no acabó ahí su martirio: en aras de la ciencia, fue desmembrada y conservada para su estudio. Científicos de prestigio, como Georges Cuvier, se ocuparon de hacerlo.
En 2002 Nelson Mandela consiguió repatriar sus restos en una ceremonia plenamente simbólica. En 2010 se estrenó una película que trata de su odisea vital, La Venus negra.