Todos conocemos a Orfeo, el mítico cantor tracio. Con su música era capaz de detener ríos y vientos o de hacer que las rocas y plantas lo siguieran. Hasta persuadió a los dioses del inframundo para que le devolvieran a su dulce esposa Eurídice, pero en un momento de inseguridad durante el camino de vuelta, la perdió para siempre.
Lo verdaderamente sorprendente de esta bonita y triste
historia son sus incontables ramificaciones en los ámbitos de la filosofía, la
religión y el arte, tejidas a lo largo de miles de años. No somos conscientes
de ellas pero permanecen visibles, como capilares bajo la piel, si miramos con
una mínima atención. Me propongo contaros una historia fascinante, que en
ocasiones hasta provoca un cosquilleante vértigo, cuando se comprende cuán lejos
podemos viajar hacia atrás en la historia sin abandonar el presente. A poco que
profundices en ellos, algunos mitos se convierten en la auténtica máquina del
tiempo.