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martes, 11 de febrero de 2014

EL HABLA DE LAS MADRES

 Antes de estudiar Antropología, pensaba que esa peculiar forma con que las madres hablan con sus bebés no era más que una simple efusión de cariño. Después de cursar la asignatura de Hominización descubrí, con enorme sorpresa, que se trata de un lenguaje estandarizado en la mayoría de las culturas humanas y que, además, constituye una pieza clave en el proceso de aprendizaje infantil. Hace poco observé fascinada cómo mi preciosa sobrina María, con tan sólo dos meses edad, escuchaba con atención los balbuceos con que le hablaba su papá y le devolvía, repetidos, los mismos sonidos. Por ello pensé que era un buen momento para escribir esta entrada, que dedico a la pequeña María y a todos los que se ejercitan en el difícil oficio de ser padres, para que podamos descubrir cuánta antropología y sociología se esconde detrás de su valiosa labor. En todo momento seguiré y comentaré el texto de Eugenia Ramírez Goicoechea, Evolución, cultura y complejidad. La humanidad se hace a sí misma, Ed. Un. Ramón Areces, 2009.

1 .Una relativa altricialidad
El enorme tamaño del cerebro humano obliga a dar a luz a los neonatos en unas condiciones de vulnerabilidad y dependencia importantes. Son altriciales: necesitan constantes cuidados para mantener la temperatura corporal adecuada, para su alimentación y su aseo. Pero no están aislados del mundo que nos recibe sino que, ya desde los últimos meses de embarazo, cuentan con la musculatura necesaria para expresar sus emociones. Por ello, su proceso de aprendizaje puede dar comienzo muy pronto. De hecho, se tiene constancia de bebés que, con tan sólo cuarenta y cinco minutos de vida, han sido capaces ya de imitar el gesto de sacar la lengua o abrir la boca. Sin embargo, esas predisposiciones sensoperceptivas, emocionales y comunicativas tan tempranas sólo se desarrollan adecuadamente si se estimulan y orientan por los padres o cuidadores. Cada habilidad biopsicosocial deberá adquirirse en el momento oportuno. E. Gotlieb llamó “ventanas cognitivas” a los periodos críticos en que se consolidan las distintas capacidades: la visión, hasta los siete años; el lenguaje, hasta los nueve… Durante esas etapas, el niño es especialmente sensible a los estímulos externos necesarios para su maduración normal. Una vez concluida cada fase, las deficiencias de desarrollo pueden devenir irrecuperables. Podemos advertir con gran claridad la importancia del aprendizaje en el momento correspondiente con algunos ejemplos del mundo animal: las aves canoras que no pueden observar a sus congéneres en su periodo formativo, no aprenden el canto propio de su especie y, por tanto, no podrán atraer a una pareja. Lo mismo puede ocurrir para construir el nido o realizar el viaje migratorio anual. Los simios en cautividad acaban viendo vídeos para aprender a mantener relaciones sexuales.
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