Mostrando entradas con la etiqueta cyborg. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta cyborg. Mostrar todas las entradas

domingo, 16 de febrero de 2014

CIBERFEMINISMO


“Prefiero ser una Cyborg[1] a ser una Diosa”
Donna Haraway

“¿Quién me librará de este cuerpo que me lleva a la muerte?” 
(Rm 7, 24)


Imagina a una chica fea, muy fea, en la Ciudad del Futuro, con un cuerpo enfermo, herido, desastrado, adorando a dioses que se mueven airosamente, muy por encima o en espacios simulados, tridimensionales, holográficos. Tú puedes ampliar el círculo amargo de sus labios a tres metros de diámetro, si no hay distorsión molecular, en el saloncito de tu casa. Pero no lo haces porque la chica es horrible y no da el tipo andrógino que marca la moda y seduce a los espectadores. No sale en los hologramas, ni siquiera en los monitores, luego no existe.

Nadie la mira a ella. Nadie se cuida de ella. Por tanto decide suicidarse, pero -¡oh previsible destino!- una titánica multinacional, vinculada a la superpoderosa CGC (Control Global de las Comunicaciones, el Gran Hermano de la Ciudad del Futuro) la rescata de la transparencia en su agonía, para dotarla de un nuevo cuerpo perfecto. Le hacen saber que incluso para un horror como ella está prohibido en la Ciudad del Futuro suicidarse en público, y le ofrecen una alternativa a la invisibilidad, una oportunidad para vivir entre los dioses. (Igual que prometió Jesús a quien le siguiera…, un nuevo cuerpo cuando este se marchite o pudra).

“Moriré y naceré nuevamente en Delphi” –se dice-. “Delphi” es el nombre escogido por la desmesurada multinacional para ese nuevo cuerpo inmaculado, sacado de una gran caja criogénica, el de una jovencita digna de protagonizar una “pornografía para ángeles”.

La chica -digamos, humana-, fea, muy fea, acepta convertirse en el operador remoto de ese cuerpo angelical, el cuerpo de Delphi, en una sociedad que ha prohibido la publicidad (Ley de Polución Publicitaria) y en la que los “puntos de venta” son androides teledirigidos, organismos[2] cibernéticos controlados por operadores remotos. Se trata de un mundo tan sucio que sólo se pueden ver las estrellas en las cumbres de los Andes o en el Tíbet. Pero las imágenes de las pantallas, las “informaciones” que, sobre todo, adoctrinan y entretienen, son impecables y están controladas por la CGC, desde una torre próxima al neurolaboratorio. Para que me entiendas, le llamaré “Castillo del Gran Hermano”.