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lunes, 6 de septiembre de 2021

*NADA* DE CARMEN LAFORET. ANTROPOLOGÍA Y FEMINISMO (I)



1.- INTRODUCCIÓN.-

      Tanto Platón como Levi-Strauss nos advierten de los peligros de escribir libros; el primero (Carta VII), porque una vez dados al público, no  pueden defenderse de los ataques de quienes los leen, ya que siempre dicen lo mismo, y las interpretaciones varían con los lectores; el segundo, porque su autor, tenido como "padre de la criatura", no se encuentra siempre en el mismo punto intelectual que cuando lo hizo; evoluciona, se transforma y no debe verse obligado a responder de estos "hijos" y su aventura por el mundo (Mito y Significado).

    Carmen Laforet optó por el silencio tras su gran éxito con Nada (1944), con la que ganó la Primera Edición del Premio Nadal, un hecho muy raro, al tratarse de una mujer y muy joven en un país todavía con las heridas abiertas de la guerra y precipitándose a un largo período de oscurantismo y roles prescritos, y no precisamente el de escritora era el más señalado para las mujeres. Sin embargo, la novela ha tenido un gran recorrido y reconocimiento, sobre todo la novedad de su narración - poniéndose como ejemplos esta obra y La Familia de Pascual Duarte, de Camilo José Cela de la nueva narrativa de posguerra en España - , donde casi no hay acción y sí mucha reflexión, donde la protagonista casi no aparece, y de la que conocemos sobre todo su corriente de conciencia, y de su aspecto o acciones por lo que dicen los demás de ella. Esta vaguedad e indefinición hizo posible que la novela superase la censura franquista, gracias al dictamen del censor: "Novela insulsa, sin estilo ni valor literario alguno. Se reduce a describir cómo pasó un año en Barcelona en casa de sus tíos una chica universitaria sin peripecias de relieve". El censor demostró que no había entrado en los planteamientos de la novela. Hoy tenemos una amplia variedad de perspectivas desde las que abordarlas, tales como su relación con el método de estudio antropológico o - la que haría palidecer de rabia al censor - o su interpretación como novela feminista.

2.- LA AUTORA, LA OBRA Y LAS CIRCUNSTANCIAS.


    El personaje de la novela, Andrea, es en muchos aspectos un trasunto de su autora, quien nació en Barcelona en 1921, en el piso de sus abuelos, y donde vivió hasta los dos años de edad, cuando se traslada a Las Palmas de Gran Canarias porque su padre, arquitecto de profesión, encontró trabajo allí. En 1934 su vida sufrió un gran revés, ya que su madre muere, y su padre se casará con la peluquera de su esposa, una verdadera madrastra para los niños. También Andrea había pasado dos años de su infancia en la casa de los abuelos, había perdido a su madre, y el personaje de Angustias, su controladora tía y guardiana de la moral, es un reflejo de la nueva mujer de su padre.

     Tanto Carmen como Andrea muestran pronto su rebeldía y sus intenciones de enfrentarse a la vida por sí mismas: Andrea cuenta en la novela que, al morir su madre, se fue a vivir con los parientes de esta a un pueblo - sin más datos - y que fumaba para conseguir que la dejaran como imposible y la mandaran a Barcelona a estudiar. Según se recoge en la biografía Carmen Laforet. Una mujer en fuga, de Anna Caballé e Isabel Rolón, la novelista chantajeó moralmente a su padre para que la dejara ir a estudiar Filosofía y Letras a Barcelona, objetivo que consigue, y donde llega a casa de sus parientes, una ruina de tiempos mejores, con la mella de la guerra entre sus muros - la pérdida de espacio , el amontonamiento de trastos y el cuarto de baño, lleno de desconchones y humedades, que a Andrea se le antojan la imagen misma de la locura - y sobre todo, en sus habitantes. Tanto Andrea como Carmen cuentan con una pensión mensual de 200 pesetas para su manutención. Esta escasez de medios llevó a Carmen Laforet a presentarse a un premio literario convocado por el Frente de Juventudes en 1942, ya que no tenía dinero para un abrigo. Ganó el premio, y así consiguió la prenda.

     El último día de la convocatoria del Premio Nadal, Carmen manda el manuscrito de Nada, y contra pronóstico ( es mujer, su perspectiva es femenina y recoge la frustración de la sociedad de la posguerra), gana a los 23 años las 5000 pesetas con las que está dotado y ser el libro más vendido de 1945. De repente, alguien que no tenía intenciones de dedicarse a la literatura, se ve inmersa en este mundo donde era una extraña. Y además, con el enfado de su familia, que se ve reflejada en los personajes y situaciones de la novela.

     No se puede decir que haya nada escandaloso en la obra para su época - recordemos que el censor la dejó pasar por "insulsa" - , pero tampoco es fácil clasificarla en ninguna etiqueta literaria, ya que puede verse como una novela realista, tremendista, existencialista...todo ello al mismo tiempo y sin cumplir con todos los requisitos de cada una de ellas. Pero hay otra etiqueta que le cuadra: la de novela feminista, ya que la protagonista es una muchacha que se enfrenta a la vida por sí misma, que quiere descubrir el mundo ella misma sin falsas concepciones románticas de esperar al hombre que le proporcione el sustento. Este planteamiento es feminista, una corriente que en España había llegado a tener cierto predicamento durante la II República, pero que crecía imparable en Europa y Estados Unidos.

      Pero esta novela admite, así mismo, otra lectura diferente: es un ejemplo del trabajo de campo antropológico, ya que Andrea observa a Barcelona, la Universidad, sus gentes y parientes como una cultura desconocida, un mundo del que no conoce las reglas de juego y al que se enfrenta para estudiarlo. El relato de Andrea se ajusta exactamente a lo que van Beck ( ver entrada de el blog Tinieblas en el corazón:  http://anthropotopia.blogspot.com.es/2015/11/marcel-griaule-y-la-revision-posmoderna.html) describe :"todo relato antropológico es, en sí mismo, una narración, un cuento sobre otros cuentos construido por el antropólogo y sus colaboradores, producto de una interacción bicultural". Por esta razón en la novela la figura de la narradora casi no aparece: observa, registra, describe, pero no interfiere en gran manera en el devenir de los acontecimientos.

             A.- NADA  COMO NOVELA FEMINISTA.




         1.- FEMINISMO.-

               Feminismo es un término político que se refiere al reconocimiento de la subordinación histórica y cultural de las mujeres y la toma de conciencia de la necesidad de actuar para acabar con ello. En Wikipedia encontramos la definición:" El feminismo es un conjunto heterogéneo de movimientos políticos, culturales y económicos que tienen como objeto la reivindicación de los derechos femeninos, así como cuestionar la dominación y la violencia de los varones sobre las mujeres y la asignación de roles sociales según el género.

    Entre los logros sociales del feminismo se cuentan el voto femenino, la igualdad ante la ley y los derechos reproductivos, y haber impulsado el reconocimiento de la igualdad de derechos para minorías étnicas y la mejora de las condiciones laborales. En su vertiente intelectual ha ejercido influencia sobre la Teoría Crítica, dando lugar a los Estudios de Género.

      Según Celia Amorós, la lucha por la igualdad de las mujeres es la lucha por entender a los seres humanos en términos iguales, sin distinción de género. Sus orígenes se remontan a la Ilustración, cuando las mujeres comenzaron a reivindicar su derecho a ser educadas como los varones, y a que se reconocieran sus derechos, ya que en la Declaración de Derechos del Hombre y los ciudadanos habían quedado fuera. Un hito importante fue la Declaración de Derechos de la Mujer de Seneca Falls, en 1848 - un estudio completo sobre este particular se encuentra en la siguiente entrada: http://esprituycuerpo.blogspot.com.es/2011/12/1848-seneca-falls-la-rebelion-de-las.html , y cuenta como figuras destacadas a Mary Wollstonecraft y al filósofo John Stuart Mill. En esta denominada "primera ola" la lucha es por la igualdad de derechos, no ya de las mujeres, sino también por la abolición de la esclavitud y acabar con el sufragio restringido.Para la mujeres se pedía la igualdad dentro de los contratos, el matrimonio y el derecho a la propiedad. A finales del siglo XIX el objetivo principal fue conseguir el voto.La "segunda ola" - a partir de los años 60/70 del siglo XX -se centrará en acabar con las desigualdades políticas, sociales y culturales.

       En España se reconoció el sufragio femenino en la Constitución de 1931, durante la II República, aunque en las elecciones a Cortes Constituyentes de ese mismo año (junio), las mujeres ya pudieron presentarse como candidatas. La primera vez que se puso en práctica el sufragio universal en España fue en las elecciones generales del 19 de noviembre de 1933. Tras la Guerra Civil y la dictadura, ya no se pudo ejercer el derecho a voto, y el papel de la mujer prescrito por el régimen es el de "ángel del hogar", una relegación de la mujer al espacio doméstico y a las "labores propias de su sexo", y una subordinación total al varón. Desde este enfoque, y tal como recuerda el personaje de la tía Angustias en Nada, la mujer sólo cuenta con dos salidas "honrosas" en la vida: el matrimonio o profesar en una orden religiosa. Esta misma opinión se materializa en la novela en el personaje de Gerardo, un compañero de clase que encuentra a Andrea deambulando por las calles una tarde, e insiste en acompañarla a casa, ya que las mujeres "no deben andar solas por la ciudad".


 2.- LA EDUCACIÓN DE LAS MUJERES.


    El planteamiento original de la novela de Laforet es que la protagonista sea una chica joven que va a la Universidad a estudiar para subsistir por si misma, y con muy pocos sueños románticos en la cabeza, ya que el régimen franquista no piensa que haya que instruir a la mujer en la sabiduría, sino solo en aquellos aspectos necesarios para su labor como ama de casa y cuidadora de la prole. Por ello, el franquismo volvió a entender la educación como antes de la II República, aunque su fundamente ideológico lo encontramos hasta en el mismo Rousseau, quien en su Emilio afirma:
"dar placer (a los hombres), serles útiles, hacerse amar y honrar por ellos, criarlos de jóvenes, cuidarlos de mayores, aconsejarlos, consolarlos, hacerles agradable y dulce la vida, esos son los deberes de las mujeres en todos los tiempos, y lo que se les ha de enseñar desde la infancia".
Esta idea es compartida por la Iglesia Católica, que ve en la mujer el papel cohesionador de la familia, por lo que no necesitaba ser instruida intelectualmente más allá de su función de buena ama de casa y cuidadora.

      En 1857 la conocida como "Ley Moyano" (Ley de Instrucción Pública) establece currículos separados para ambos sexos, quedando el de la mujer circunscrito a :1)Labores propias de su sexo. 2)Elementos de dibujo aplicado a esas mismas labores. 3)Ligeras nociones de Higiene Doméstica. Para los hombres se daba preparación para la Agricultura, Industria, Comercio, Geometría, Dibujo Lineal, Agrimensura, Física e Historia Natural.

        En 1876, la Institución Libre de Enseñanza apuesta por la educación femenina y la coeducación:
(La Institución)"...Juzga la conducción como uno de los resortes fundamentales para la formación del carácter moral, así como de la pureza de las costumbres, y el más poderoso para acabar con la actual inferioridad de la mujer, que no empezará a desaparecer hasta que aquélla se eduque, en cuanto se refiere a lo común humano, no sólo como, sino con el hombre".  Así es como encontramos a finales del siglo XIX a las primeras mujeres en España cursando bachillerato y llegando a la Universidad. La primera mujer que realizó un examen de grado para la Licenciatura en Medicina fue Mª Dolores Aleu Riera, el 20 de abril de 1882, en la Universidad de Barcelona.

     Un caso aparte en los estudios de las mujeres lo constituyen la preparación para realizar un examen y ejercer como parteras y comadronas. El estudio al respecto se encuentra en la entrada: http://mujeresparalahistoria.blogspot.com.es/2014/10/un-espacio-casi-femenino-comadronas.html.

         Tras unos años de varios avances y retrocesos, se llega al siglo XX con un aumento en el número de mujeres cursando Bachillerato, y todavía muy pocas accediendo a la universidad ( en el curso 1927/28 eran un 4,2% de  mujeres universitarias en total), procediendo en su mayoría de familias cuyo cabeza se dedicaba a profesiones liberales, como era el caso de Carmen Laforet.

    Con la II República se apuesta por una educación laica, pública, gratuita y mixta (incluido el currículo ) a todos los niveles, aunque la coeducación será eliminada durante el segundo bienio republicano, de la mano de Gil Robles y la CEDA, que vuelve a la segregación por sexos en el aula. Esta legislación siguió vigente hasta que se promulgó la primera Ley de Educación del franquismo en 1945. Así encontramos a nuestra protagonista, Andrea, llegando a la Universidad, aunque no es lo más frecuente en su época. Tampoco lo es que quiera vivir de su sueldo, tal como le expone a Pons cuando éste le pregunta qué hará al terminar la carrera; ella admite no saberlo, pero piensa que acabará dando clase. Son éstos algunos de los elementos que nos llevan a inscribir a novela como "feminista". Pero hay algunos más.

3.- VIRGINIA WOOLF Y ALGUNOS TEXTOS FEMINISTAS.


               En la Introducción a Nada, de la editorial Austral (Barcelona 2012), Rosa Navarro Durán, al hablar de la ausencia de confidencias de la protagonista, afirma que: "En A Room of One's Own"(1929), Virginia Woolf ya dijo de la narración femenina que habitualmente se había asociado a la confidencia:"El impulso a la autobiografía quizá ya se haya consumido. Quizá ahora la mujer está empezando a utilizar la escritura como un arte, no como un medio de autoexpresión"Así sucede plenamente en Nada". (p 45).Esta tangencia es tan solo una pequeña parte de las coincidencias entre ambas obras y alguna otra de la autora británica, tales como un relato caracterizado por exponer una corriente de conciencia, que las acerca a James Joyce o Joseph Conrad.

               Virginia Woolf (1882-1941), escritora original en ficción y ensayo, es descubierta por el movimiento feminista a partir de los años 70, siendo precisamente A Room of One's Own una obra encumbrada desde esta perspectiva, ya que expone las dificultades de la mujer para consagrarse a la escritura en un mundo dominado por los hombres.

                    En este ensayo, la autora británica explica que va a dar una conferencia sobre Mujer y Ficción, y narra el proceso de elaboración de la misma. Cuenta cómo va a "Oxbridge" (mezcla de Oxford y Cambridge) a buscar material, conocimiento para preparar el texto, y allí, por el hecho de ser mujer, encuentra que se le prohíbe la entrada a la biblioteca y la capilla. Cenando en el colegio de mujeres, contrapone mentalmente la riqueza y enorme inversión en los colegios de hombres y la austeridad y parquedad del de las mujeres; incluso hace una curiosa referencia a la comida servida en ambos: la de los hombres rebosa de carne y platos elaborados, mientras la de las mujeres está llena de verduras y platos menos apetitosos; llega a pensar que la dieta de la mujer no es adecuada para alcanzar un gran nivel intelectual, coincidiendo en ello con algunos planteamientos del materialismo cultural de la Antropología (un ejemplo de esta corriente es Marvin Harris). Y de estos hechos, Woolf pasa a reflexionar sobre el porqué. Y llega a la conclusión de que son los hombres quienes manejan la riqueza en el mundo, ya que las mujeres no heredan de sus madres ni dejan herencias a sus hijas, ni hacen negocios con el dinero, ni lo gestionan ellas mismas. Son los hombres quienes realizan todos los movimientos de capitales, y por ello, invierten en sus colegios y universidades, para formarse y seguir siendo ellos quienes manejen las riquezas y los capitales; son ellos quienes mantienen la sabiduría como un patrimonio propio. Así, no es de extrañar que en el siguiente capítulo, cuando Woolf va al Museo Británico a buscar libros para preparar la conferencia, se vea disminuida en su pericia para tomar notas de algunos libros, frente a un estudiante que parece que trabaja con gran provecho. La autora piensa que él ha sido instruido para hacer eso, mientras ella - y las mujeres en general - no lo han sido.Y además constata otra realidad: hay mucha literatura sobre las mujeres escrita por hombres, pero no hay literatura sobre hombres escrita por mujeres. Y sobre lo que dice lo que los hombres escriben sobre las mujeres, es todo afirmado con poca base, y las opiniones son contradictorias. Descubre un libro que la enoja sobre todos, una obra titulada La inferioridad mental, moral y física de la mujer, de un tal "Profesor von X" (al negarle el nombre intenta rebajarlo, hacerlo perder su identidad, su individualidad). Piensa: ¿por qué es la mujer inferior?, y su conclusión se convierte en la metáfora central de la obra: las mujeres son espejos fantásticos que tienen el poder de reflejar la imagen del hombre dos veces el doble de su tamaño; es decir, si la imagen de la mujer se disminuye - se califica como "inferior", la del hombre termina teniendo un tamaño doble, magnificado. Por ello la mujer se entiende en el feminismo como el "otro disminuido", una imagen necesaria para que resalte la del hombre, como en un juego de fondo y figura. Esta misma imaginería se usa para entender la relación entre la metrópoli y las colonias: los habitantes de las segundas son presentados como "inferiores", "salvajes" o "incivilizados" para sostener el discurso colonial de la "necesidad" de civilizarlos y salvarlos de la barbarie.

   


           La metáfora será muy productiva en la crítica literaria feminista, en la cual los espejos y las ventanas son entendidos como elementos que deforman la imagen de la mujer dentro de la sociedad y mantienen la ilusión del poder y la dominación masculina, ya que dividen y prescriben espacios: interior - exterior; público - privado; doméstico - público. Tanto en Nada  como en The New Dress, un relato corto de Woolf, los espejos son elementos importantes en las tramas.

            La tesis de la obra A Room of One's Own es que las mujeres necesitan dinero propio y una habitación - un espacio exclusivo, no el propio espacio doméstico donde se realizan las tareas socialmente prescritas para las mujeres - para poder dedicarse a la escritura. Es una exigencia rompedora para la época, que clama por el reconocimiento de la entidad de la mujer más allá de su papel de cuidadora del hogar y de los demás y abre las puertas a salidas vitales más allá del matrimonio, y a su necesidad de cultivar su intelecto, tal como lo hacen los hombres.

            La tesis de esta entrada es que estos elementos se encuentran íntegramente en Nada de Carmen Laforet, tal como vamos a demostrar a continuación.

4.- NADA, A ROOM OF ONE'S OWN Y THE NEW DRESS, TRES OBRAS FEMINISTAS.-




         Andrea, la protagonista de Nada, maneja dinero propio a causa de su orfandad. También Virginia Woolf, en A Room... cuenta que vive de la herencia de una tía, lo que le permite vivir como quiera, comer cuando quiera y, sobre todo, no tener que casarse para subsistir, y no tener un hombre "al que odiar" y que le marque qué debe pensar u opinar. La herencia de Andrea no es tan generosa como la de Woolf, pero también le permite no tener que intimar con compañeros como Gerardo, quien la acompaña a casa para que no deambule sola por las calles, y quien le dará su primer beso - que le produjo "gran asco" a Andrea- tras citar a Schopenhauer sobre la inferior inteligencia de las mujeres. Si Andrea no tuviera medios para vivir por si misma..¿habría encontrado tan desagradable el interés de un hombre por ella?

         Pero, incluso por encima de Virginia Woolf, Andrea tiene acceso a la educación superior, y ella sí se maneja bien entre libros y diccionarios, estudia con interés y aprovechamiento, y le sirve para superar algún desengaño, porque sabe que su sustento vendrá del estudio, y no del matrimonio.

         Estas similitudes entre ambas autoras se hacen más relevantes al comparar Nada con el relato The New Dress.

          En el relato de Woolf, la protagonista, Mabel Waring, es invitada a una fiesta, a la que acude con un vestido diseñado por ella misma, siguiendo el patrón de una revista antigua, ya que no tenía dinero suficiente para hacerse uno a la moda, y además, pensó que no estaría mal "ser ella misma". Pero al llegar a la fiesta, se siente insegura al compararse con las demás invitadas y en el punto de mira de toda la gente. Se refugia en un sofá apartado y se mira en un espejo, sintiéndose cada vez más miserable y fuera del mundo alegre y desenfadado a su alrededor. Su único consuelo es recordar pasajes de Shakespeare. Finalmente, sale de su inseguridad pensando que al día siguiente irá a la biblioteca a sumergirse en algún buen libro y vivir así por sí misma, sin mirarse en el espejo de la opinión de los demás. Se despide mintiendo: diciendo que lo ha pasado muy bien, mientras recuerda las palabras de Shakespeare: "Mentiras. Mentiras. Mentiras".

             En Nada, Andrea es invitada a una fiesta en casa de Pons, uno de sus compañeros de clase y amigo - y quien la introdujo en el mundo masculino y bohemio del estudio de Guixols -, miembro de la clase acomodada de Barcelona y que demuestra interés por Andrea como mujer. Andrea, con sus 200 pesetas mensuales tampoco tiene dinero para gastar en vestidos, y por ello "con  las manos un poco temblorosas trataba de peinarme con esmero y de que apareciese bonito mi traje menos viejo, cuidadosamente planchado para la fiesta". Al igual que Mabel Waring, Andrea va ilusionada a la fiesta, pensando en el cuento de Cenicienta, ya que va a entrar en un mundo de abundancia, frente a la carestía de su casa de la calle Aribau, y de relaciones con gente mundana. Pero el cuento de Cenicienta no es similar al de Andrea: ella no busca un príncipe azul, sino que se encuentra un poco incómoda por el interés demostrado por Pons hacia ella, por su insistencia en que acudiera; ella tan solo desea poder llegar a tener algún interés por él. Y la quiebra entre Cenicienta y Andrea viene precisamente por sus zapatos, que no pasaron el examen de la madre de Pons al recibirla, ya que eran "viejos y gastados" (un interesante análisis de los zapatos y el cuento de Cenicienta se encuentra en la entrada: http://anthropotopia.blogspot.com.es/2012/12/pies-de-loto-dorado.html ).


            La entrada de Andrea a la fiesta es como la de Mabel Waring: ambas se sienten inseguras y desplazadas en un ambiente mundano y festivo, y también Andrea encuentra un espejo en el que mirarse: "...Me vi en un espejo blanca y gris, deslucida entre los alegres trajes de verano que me rodeaban. Absolutamente seria entre la animación de todos y me sentí un poco ridícula. Pons había desaparecido de mis horizontes visuales. Al fin, cuando la música lo invadió todo con un ritmo de fox lento, me encontré completamente sola junto a una ventana, viendo bailar a los otros". Al cabo de una hora o dos vuelve a ver a Pons, y ella siente que se desmorona todo lo que había imaginado y reflexiona: "(...)Mi amigo - que me había suplicado tanto, que me había llegado a conmover con su cariño - aquella tarde, sin duda se sentía avergonzado de mi...Quizá había estropeado todo la mirada primera que dirigió su madre a mis zapatos ...o era quizá´culpa mía. ¿Cómo podía yo nunca entender la marcha de las cosas?".

      Entonces la madre de Pons lo llama para que vaya con ella, y se disculpa torpemente por haberla abandonado. En ese momento Andrea - como Mabel - toma las riendas de su propio destino y corta la ridícula escena que se desarrolla: "...Mira, en realidad, yo no quería venir a tu fiesta. Yo quería solamente felicitarte y marcharme, ¿sabes?...Sólo que cuando tu madre me saludó, yo estaba tan confusa...Ya ves, ni siquiera he venido vestida a propósito. ¿No te has fijado que he traído unos viejos zapatos de deporte?¿No te has dado cuenta?"

    Acaba diciendo mentiras, como Mabel Waring, pero es que Andrea, previamente ha descubierto la metáfora de las mujeres de las que hablaba Virginia Woolf en A Room.. "Tal vez el sentido de la vida para una mujer consiste únicamente en ser descubierta así, mirada de manera que ella misma se sienta irradiante de luz. No en mirar, no en escuchar venenos y torpezas de los otros, sino en vivir plenamente el propio goce de los sentimientos y las sensaciones, la propia desesperación y la alegría. La propia maldad o bondad...(p 238-9) Es decir, en dejar de ser un espejo que refleje la imagen que el hombre proyecta sobre ella y dejar de devolver la imagen del hombre magnificada.


       Hasta aquí llegamos con el análisis de la novela Nada  de Carmen Laforet, que, por lo anteriormente expuesto no dudamos en calificar como una novela feminista. Pero no es esta la única lectura que podemos hacer de ella. También admite un análisis desde la Antropología Social y Cultural que abordaremos en una entrada posterior.

jueves, 24 de septiembre de 2020

TAUROMAQUIA Y MUJERES



        Desde hace unos años el tema de los espectáculos taurinos se ha convertido en nuestro país en un agrio debate y un enfrentamiento entre defensores de los derechos de los animales y quienes defienden estos espectáculos como un legado cultural que hay que conservar; dos visiones opuestas en lo político, puesto que ha sido calificado como "la fiesta nacional", englobando por igual a todos los territorios que componen el estado español y entendiendo este tipo de espectáculos como una manifestación cultural homogénea, y que, dado el auge que tuvo desde la dictadura de Franco, se contesta desde círculos nacionalistas en ciertas comunidades autónomas como una oposición al "centralismo colonizador". 

    El tema de los espectáculos taurinos se ha enrarecido todavía más desde que las cuestiones de género y violencia se han mezclado en la actualidad de los mismos. Por una parte, recordamos que desde los años 80 ha habido mujeres que han luchado para que se reconociera su derecho a ser matadoras o banderilleras, y la oposición ha sido fuerte en algunos sectores. Por otra parte, el tema de la violencia ligada a la sexualidad se ha disparado en los últimos años, desembocando en sucesos tan inquietantes y execrables como la violación de una joven por parte de los integrantes de un grupo que se autodenomina "La Manada", durante los festejos taurinos de San Fermín en 2016, mostrando una combinación de fiesta, toros , alcohol y machismo que bebe bastante de los escritos y crónicas del escritor estadounidense Ernest Hemingway. 

        Todos estos elementos de la controversia tienen un importante componente emocional, por lo que hace que el debate no sea sereno, y por ello creemos necesario abordar el tema desde una perspectiva teórica que muestre elementos racionales para que cada lector aborde su posición con elementos de juicio. 

I. TOROS Y MITOLOGÍA.-

         El antropólogo Julian Pitt-Rivers (para tener una perspectiva de este autor y sus aportaciones a la Antropología y sus estudios de España, ver en este mismo blog https://www.blogger.com/blogger.g?blogID=8743621118216403934#editor/target=post;postID=5376756235241836920;onPublishedMenu=allposts;onClosedMenu=allposts;postNum=7;src=postname), gran conocedor de las culturas mediterráneas (no en balde fue preceptor del rey Faisal y realizó trabajos de campo en España), afirma que el culto al toro está extendido por todo el Mediterráneo como elemento que simboliza la fuerza y la fertilidad. Y esta afirmación se corrobora cuando repasamos los mitos que conforman el sustrato de la cultura occidental.

       El primer mito que liga el toro a Europa es precisamente el que cuenta el rapto de Europa por parte de Zeus en forma de toro.

Fernando Botero
             Este mito cuenta que Europa era hija de Agenor, rey de Tiro (Fenicia), y Zeus, deseándola, tomó la forma de toro blanco y manso y se mezcló con los otros toros del rey. Cuando la manada está suelta para pastar y Europa está en la playa con otras jóvenes, Zeus se escapa y se acerca a las jóvenes quienes, confiadas con su mansedumbre, lo acarician y le engalanan la cabeza y las astas con guirnaldas de flores. El toro se recuesta en la arena, y Europa, se recuesta sobre él, momento que aprovecha Zeus para irse al agua con ella y llevarla hasta Creta, uniéndose a ella y naciendo de ellos Sarpedón, Radamantes y Minos. Cuando Zeus volvió al Olimpo, concertó la unión de Europa con Asterión, rey de Creta, quien adoptó a los hijos de Zeus y Europa, y cuya corona heredó Minos, de quien tomará su nombre la antigua civilización cretense.
            Otros mitos que tienen al toro como figura central son los relacionados con el Minotauro, el laberinto, Teseo y Ariadna. Todos ellos conforman un ciclo esencial para entender los espectáculos taurinos , los cultos de fertilidad y el papel de la razón para entender el mundo.

             Para situar este ciclo debemos referirnos al Toro de Creta, animal mitológico que Poseidón hizo surgir del mar para que Minos hiciese un sacrificio, pero este, viéndolo tan hermoso, no lo sacrificó, sino que lo recogió en sus propios rebaños y lo usó como semental. Entonces Poseidón se vengó haciendo que la reina Pasífae se enamorara del toro y concibiera y diera a luz al Minotauro, bestia con cabeza de toro y cuerpo humano, y después hizo enloquecer al toro, que sembró el pánico y la destrucción. El séptimo trabajo de Hércules consistió precisamente en capturar al animal y llevarlo a Micenas.El rey Minos decidió esconder al Minotauro en un laberinto diseñado por Dédalo, y se le ofrecían sacrificios humanos cada nueve años para mantenerlo apaciguado.

            El rey Minos sometió a Atenas tras una derrota militar, y exigía el tributo de siete doncellas y siete jóvenes para alimentar al Minotauro. Los jóvenes atenienses eran internados en el laberinto hasta que el Minotauro los encontraba y devoraba.


           Teseo, hijo del rey Egeo pidió a su padre ir como ofrenda, ya que planeaba acabar con el monstruo. Al llegar a Creta, Ariadna, hija de Minos se enamoró de él  y  le dio la clave para poder salir del laberinto una vez que Teseo acabara con el monstruo: debía llevar un ovillo de hilo , atarlo a la entrada, y desenrollarlo conforme se internaba en el laberinto, de forma que, para salir, solo tuviera que hacer el proceso inverso. De esta manera, Teseo encontró y mató al Minotauro y salió del laberinto sin problemas. Pero su heroicidad se ve oscurecida por su extraño comportamiento hacia Ariadna: cuando parte para Atenas, la lleva consigo, pero al poco tiempo la deja abandonada en la isla de Naxos.

            Este ciclo de mitos del Minotauro es muy rico en interpretaciones y derivadas: al toro es un animal de gran importancia en la cultura cretense y posteriormente en la minoica, justificado por su origen divino. Pero también la figura de Ariadna y el Laberinto son parte fundamental de nuestra cultura, y que enlazan con la tesis central de este artículo: la razón es el único camino para salir de la oscuridad y el retorcimiento de los laberintos. Giorgio Colli, en su libro El Nacimiento de la Filosofía, explica que el mito del Minotauro es la base del culto a Dioniso, y el laberinto, una creación humana, la racionalidad intentando contener a lo irracional. Ariadna es, por tanto un elemento ordenador del universo, y podemos encontrar su figura ligada a la "señora del laberinto" en cultos posteriores.


II.- EL CULTO AL TORO EN LA ANTIGÜEDAD .

A.- Cultura minoica.

         La cultura minoica se desarrolló en Creta en el segundo milenio antes de Cristo, entre los años 2000 y 1400 a C., en dos períodos, y ligada a los palacios como el de Cnossos y Festos. Sir Arthur Evans, el arqueólogo que excavó Cnossos, fue el que le dio el nombre de civilización minoica en honor al rey Minos. Esta cultura se extenderá por el Mediterráneo e influirá en la cultura micénica, que toma muchos elementos de ella. El  mayor legado de esta cultura a la  posteridad es la escritura.


       De entre los restos materiales que nos han llegado, nos hacemos una idea de cómo eran sus juegos y rituales, así como nos permite afirmar que hay dos cultos: uno, más oficial y  ligado al palacio, y otro, un culto popular ligado a los santuarios rurales. En todos ellos, vemos que el toro es un elemento muy importante, tal como reflejan los frescos del palacio de Cnossos, los grandes cuernos construidos y la abundancia de ritones o vasos rituales con forma cabeza de toro usados para las libaciones.

          Dentro de los restos del palacio de Cnossos hay una gran abundancia de frescos polícromos en los que se representan estas imágenes de toros, bien en imágenes de la captura del toro bravo en un campo de olivos, y en juegos como la Taurocatapsia o salto del toro. Lo encontramos, asimismo como animal de sacrificio en el sarcófago de Hagia Triada.


              La Taurocatapsia o salto del toro protagoniza los frescos más conocidos del palacio de Cnossos (arriba he añadido un detalle de los mismos. Un estudio más detallado se encuentra, entre otros lugares, en http://www.elartetaurino.com/taurocatapsia.html ). Este juego con el toro consiste en que los jóvenes se enfrenten al animal para saltar por encima, entrando en contacto con él al tocarle los cuernos o el morrillo, o en el momento del salto, al apoyar las manos sobre su lomo. Se interpreta como un rito de paso en el que el saltador adquiere, gracias  a ese contacto, las cualidades del toro: la fuerza y la fertilidad. Pero los detalles del mismo nos hacen entender que no representa una acción real, sino el esquema de la acción, además de aportar interesante información respecto a las cuestiones de género.

               En primer lugar, recordar que las tres figuras representadas junto al toro son dos mujeres y un hombre, ya que utilizaban un color más oscuro para los hombres y otro más claro para las mujeres. La disposición de las mismas es: mientras una mujer sujeta firmemente los cuernos del toro, la segunda está junto a la cola del animal, como si esperase para recibir al saltador. El saltador, a su vez, se ve en una imagen congelada en la voltereta sobre el toro. Como no tenemos ningún registro escrito sobre esta tradición, se interpreta de diferentes formas, o bien pensando que es un esquema de las tres fases del salto que realizaría un único joven cada vez, o bien, las mujeres son vistas como sacerdotisas de la fertilidad que dirigen los saltos.

           La otra gran fuente de información acerca del toro en la antigüedad griega son las pinturas del sarcófago de Hagia Tríada (Creta), datado en el siglo XIV a C., una época en la que ya hay presencia micénica en la isla; por ello vamos a incluirlo en el repaso la civilización micénica, que tantos elementos de la minoica tomó.

B.- Cultura micénica.

          La eclosión de la cultura micénica comenzó hacia el año 1450 a C. Micenas comenzó como una ciudadela en el Peloponeso cuya base económica  era la agricultura y la ganadería. En la ciudadela hay templos - tal como muestran las evidencias arqueológicas- y sacerdotes y sacerdotisas, importantes tanto en el terreno religioso como en el económico. Estos sacerdotes y sacerdotisas están ligados a un santuario y a un dios o diosa, y tienen funciones especializadas, tales como el sacrificador, la portadora de la llave, el mensajero, etc.


           En el sarcófago de Hagia Tríada, encontrado en una villa residencial cretense posteriormente absorbida por Micenas, y cerca del palacio de Festos, es de piedra caliza con decoración polícroma, en cuya cara norte hay un becerro que complementa las escenas de sacrificio de la cara sur, y ambos se unen a figurillas de toros de terracota encontrados en otros yacimientos minoicos que representan al animal en la misma posición que en la pintura de la taurocatapsia de la que ya hemos hablado.

          En esta pintura vemos a una sacerdotisa haciendo un sacrificio del toro, y cuya sangre se recoge. Se trata, por tanto, de un sacrificio cruento, que puede ser para dioses celestes, los funerarios  o los héroes, y su significado sería diferente en cada caso:

- con los dioses celestes se busca la reunión por medio de la comensalidad.

- con los funerarios, para evitar que interfieran en la esfera de los vivos, y por ello se les sacrifica el animal entero.

Por las evidencias arqueológicas, sabemos que Micenas tenía en un lugar importante el culto a la muerte, dado la existencia de las impresionantes tumbas redondas o tholoi (la más grande e imponente es la llamada tumba de Atreo donde se usa la cúpula, además de las abundantes tumbas de fosa, en una de las cuales Schliemann encontró la denominada "máscara de Agamenón".

        
                                                                                                    Foto: Marta M. Boix

C.- El culto a Mitra.

               Mitra es un dios de origen iranio  de aproximadamente el segundo milenio antes de Cristo que, según los Avesta, colabora con Ahura Mazda, el que juzga las almas. Según el relato mítico, nació de una roca el 25 de diciembre, cerca de una manantial sagrado y bajo un árbol sagrado, y bebió agua de este manatial y fue adorado por unos pastores. Llevaba un gorro frigio, un cuchillo y una antorcha. Encontró al toro primordial en las montañas, e intentó montarlo; el animal se revolvió y lo derribó, pero el dios se mantuvo agarrado a sus cuernos, y así estuvieron corriendo hasta que el toro quedó exhausto. Entonces Mitra lo carga a sus espaldas y lo llevó a su cueva ( a este viaje se le denomina "transitus"), donde lo sacrificó a instancias del sol. Al clavarle su puñal en el flanco, de la columna vertebral del animal brotó trigo, de su sangre, vino; y de su semen purificado por la luna, animales útiles para el hombre.

                                                                             Imagen: National Geographic
                    El mitraísmo como religión es de tipo mistérico e iniciático  y se practicaba, en su fase más primitiva, en cavernas, y posteriormente en construcciones que las imitaban, y se denominaban "mitreos". En ellos hay figuras y bajorrelieves representando el sacrificio ritual del toro o Tauroctonía. El ritual consistía en un banquete con pan y vino, como si se tratase de la sangre del toro; santificaban el domingo (día del sol) y el 16 de cada mes era sagrado. Fue un culto muy popular entre los soldados romanos, que lo llevaron allá donde el Imperio los requería.

                Las similitudes entre el mitraísmo y el cristianismo son abundantes, y algunas de estas coincidencias las encontraremos en las corridas de toros.

II.- ESTUDIO ANTROPOLÓGICO DE LAS CORRIDAS DE TORO: J. PITT-RIVERS.

          Julian Pitt- Rivers procede de una familia de antropólogos, y aunque él inicialmente no quiso dedicarse a esta disciplina, acabó haciéndolo. Para realizar un trabajo de campo, orientado por Evans Pritchard, que le propuso estudiar comunidades primitivas en Europa, escogió el sur de España, en la Sierra de Grazalema (Cádiz), para centrarse en desentrañar su sistema de parentesco y tradiciones y el prendimiento del anarquismo en esas tierras. Sus conclusiones se publicaron con el título de The People of the Sierra, publicado en 1954.

               Su trabajo de campo lo llevó a cabo entre los años 1949 a 1952, bajo los años duros de la dictadura franquista, lo que provocó que la gente lo tomara por espía del régimen y el régimen por un espía británico, ya que el antropólogo debe hacer preguntas. Sus conclusiones fueron que existe un conflicto entre las normas de la autoridad estatal y las establecidas por el propio pueblo, ya que según Pitt- Rivers, el pueblo posee una "unidad moral" que lleva al pueblo a desafiar a la autoridad por medio de la burla, el contrabando, el bandolerismo y las "sabias". Todo ello está equilibrado por medio del establecimiento de redes clientelares.

                  Esta obra presenta unas conclusiones un tanto sorprendentes respecto a la gente que investiga, ya que llega a afirmar que los andaluces son muy buenos mintiendo y disimulando sus intenciones que aplicará a su interpretación de las corridas de toros: el torero disimula su intención, esconde su verdadero cometido, y el traje y los elementos que acompañan a la corrida contribuyen al engaño.

          Sin embargo, las conclusiones de esta primera obra no son tal como se presentaron ya que, bajo la dictadura franquista, no podía desvelar que su verdadera intención era el estudio del anarquismo , y tuvo que disimularlo él mismo bajo la etnografía de la mentira. Michael Taussig en su libro Desfiguraciones hace unas interesantes reflexiones acerca de lo oculto y lo publicado en la etnografía de Pitt- Rivers.

               Una vez establecido este marco introductorio, nos centraremos en la exposición del significado de las corridas de toros como un ritual de sacrificio, tal como establece en su artículo "Un ritual de sacrificio: la corrida de toros española", publicado en Revista de Occidente nº 36, de Mayo de 1984.   


               Según Pitt-Rivers, los toros son una parte esencial de la vida tradicional española, país mediterráneo que ha recogido la tradición milenaria de cultos al toro que hemos resumido más arriba, y aunque no es el único país que tiene festejos de este tipo (a Francia llegaron en la época del Segundo Imperio de la mano de la Emperatriz Eugenia, española), en España prendió con más arraigo y se ligó a la fe católica. Un error de base es pensar que su origen es morisco, y por ello las plazas presentan una arquitectura arabizante.

                     Si nos preguntamos qué tipo de espectáculo es, Pitt- Rivers afirma que no es una pelea (el toro nunca puede resultar vencedor; siempre muere excepto en el raro caso de ser indultado), ni un deporte competitivo, ya que no se da entre iguales, ni un juego o espectáculo, puesto que es muy real: el peligro, las heridas y la muerte son auténticas y no puede volver a ser representada la misma corrida. Tras estos descartes, el antropólogo concluye que las corridas de toro son un sacrificio ritual y una parte del catolicismo popular español. Un dato que muestra este relación es que el calendario taurino en España va de San José (19 de marzo) a la Virgen del Pilar (12 de octubre). En casi todos los pueblos se han celebrado los patrones y las vírgenes con toros , vaquillas o capeas.


                  Observa también Pitt-Rivers que  las corridas se realizan después de misa, como en una especie de contra - rito, ya que, tras el ritual del sacrificio de Jesucristo por los seres humanos, un ritual de naturaleza espiritual en la que el humano se eleva, el ritual de la corrida es una vuelta a la terrenalidad. No se trata de un ritual que intentara anular el carácter purificador de la misa, pero sí complementarla desde la vida cotidiana.

                   Como buen conocedor de Julio Caro Baroja y otros antropólogos españoles, Pitt-Rivers reconoce que a estos no les resulta chocante el binomio de homenajear a la Virgen María por medio de las corridas,  ya que el culto a la Virgen se interpreta como la forma cristiana que recoge en lo más profundo de ello los cultos antiguos a las diosas de la fertilidad y a la hipotética Gran Diosa Primordial de la Fertilidad (la que Robert Graves llama "La Diosa Blanca"; esto es, la que recoge cultos a la Potnia, la Señora de las Fieras, Líbera, Ceres, etc.), y la misma corrida de toros tiene el significado simbólico de un rito de fertilidad.

                      Para Pitt-Rivers, los ritos son polisémicos, y una posible interpretación del mismo es que se trate de una "reivindicación ritual de la virilidad". Esta interpretación se ve reforzada por muchos artistas, como Picasso, que enfatizaba el simbolismo erótico de la corrida, desde los movimientos sensuales a la ropa ceñida y la proximidad de los contrincantes, o como Hemingway, que la veía como una expresión de la masculinidad: el valor, el coraje ante el peligro que potencia la testosterona. Más adelante, cuando hablemos de la revisión desde la Antropología de la Sexualidad por parte de Sara Pink, veremos que más que una cuestión de sexo biológico de la corrida de toros, se trata de una cuestión "de cojones" (sic), es decir, de la simbología de la virilidad, que también puede ser encarnada por una mujer que demuestre arrojo y valentía.

            La interpretación de la corrida como un ritual de fertilidad se debe a que el toro encarna los valores que culturalmente se le han asignado: una inmensa capacidad de copular, valor y bravura. Con el rito, se espera que esos valores pasen al torero, y que propicien lo mismo para los asistentes a la corrida. Y es opuesto a los valores espirituales de la misa, en la que el sacerdote es una persona que  ha renunciado al sexo. Otro punto más que marca a la corrida como un contra-rito del rito de la misa.


                    Sin embargo, el toro no es naturalmente un animal bravo y peligroso, sino que es un rumiante con cornamenta para atacar, pero también para defenderse y luchar por la supervivencia y la cópula; es la cría para las corridas la que lo convierte en el animal al que se le potencian los valores que después se verán plasmados en la plaza. El toro es un herbívoro culturalmente modificado para enfrentarse al torero, ya que por sí mismo solo ataca cuando tiene miedo.

                  Pitt-Rivers afirma que la corrida de toros representa "una filosofía de la muerte" que es parte esencial de la cultura española, que no celebra ninguna fiesta religiosa sin los toros: la realeza celebraba con ellos bodas, cumpleaños de herederos, victorias, etc. Los particulares con recursos, celebraban los casamientos e incluso honras fúnebres, convirtiendo el espectáculo en un acto de piedad para propiciar la entrada al paraíso.

                      Durante la Edad Media se celebraba el "toro nupcial", cuando el novio debía poner las banderillas bordadas por la novia un toro y darle unos pases con un trozo de la vestimenta de ella a modo de capote, mostrando así su masculinidad.

                        Otro significado de la corrida hunde sus raíces en lo legendario, con San Jorge enfrentándose al dragón para liberar a la doncella, armado con su lanza. Las similitudes con la lidia salta a la vista: el dragón y el toro son bestias que perturban la paz, y el hombre se enfrenta a ellos con una lanza (el picador). La fertilidad  no se trata de la misma forma, ya que en la leyenda de San Jorge rapta a la mujer, la depositaria de la fertilidad, y en el toreo, es el toro y su sacrificio lo que propicia la fertilidad. No obstante, el parecido en las formas y los elementos es bastante acusado.


                          Las corridas de toros, además, según Pitt-Rivers muestran unos interesantes cambios y juegos de sombras con la identidad sexual del torero y el toro.

                       El matador, desde su salida, es un personaje feminizado, con su traje de colores brillantes - asociados a lo femenino -, con un capote que puede recordar una capa de mujer y la montera o gorro adornado con bucles, además de la coleta, que se mueve con gracia y agilidad casi como si estuviera danzando. En este primer tercio, el torero engaña al toro, juega a disimular sus intenciones...tal como se ha asociado a la mujer desde el tradicional pensamiento patriarcal.

     Conforme avanza la corrida, el animal va siendo debilitado por el picador y los banderilleros, para acabar "feminizado" (débil, sumiso..), adornado con las banderillas, como si se tratase de lazos de colores que adornan al toro como ofrenda, y este adorno es lo que señala Mauss como una característica del don: cuando algo se adorna, deja de ser parte de la vida profana y pasa a integrarse en la vida sagrada; convierte al animal - naturaleza en ofrenda - cultura. Toda esa transformación del animal acabará en el tercer tercio siendo "violado" por el torero, ahora ya masculinizado y portando el estoque como un símbolo fálico que se introduce en la cruz sangrante del animal, como si de una doncella menstruaste se tratase. Finalmente, el torero corta las orejas y las muestra levantando los brazos en una figura que recuerda al toro con sus cuernos. Hay así una transferencia de género y de rol entre el toro y el torero.

         Pero siendo un sacrificio ritual...¿a qué dios se le hace? La corrida es un ritual de muerte, y las religiones buscan un punto de contacto entre lo mortal y lo inmortal; es un hecho liminal, y que busca conseguir un fin práctico o ventajas de parte de los dioses. Lo que podemos ver es su ligazón al catolicismo, religión que fue subsumiendo diversas tradiciones desde el cristianismo primitivo. El culto a Mitra es uno de los muchos que mantiene en su interior, a pesar de haberlo prohibido como una importante herejía al dogma; en muchas iglesias católicas, erigidas sobre iglesias cristianas anteriores, a su vez, incluyen un mitreo en su interior. La similitud entre la taroctonía de Mitra y el culto con pan y vino han sido señalados más arriba. También el culto a las diosas de la fertilidad  que se pueden descubrir en numerosas adveraciones de la Virgen María y en otros ritos como las rogativas y procesiones cuando se quiere invocar su intercesión para que controle los elementos naturales (la lluvia fundamentalmente) favoreciendo a sus devotos.
Esta conexión entre catolicismo y corridas de toros se manifiesta en el calendario, en su celebración en el marco de fiestas patronales.
           
              Esta interpretación que hace Pitt - Rivers de las corridas de toros es controvertida; ha sido calificada de simplista, de etnocéntrica y de no conocer en profundidad la realidad de la que se trata. No obstante, es un estudio lo suficientemente serio como para ser tenido en cuenta y arroja luces interesantes sobre una realidad compleja.

III.- TOROS, GÉNERO Y SEXO.

A.- Estudio de Sara Pink sobre las mujeres torero.

                A partir de los años 90 la Antropología se interesa por la sexualidad y el género como un importante aspecto acerca del cual teorizar. La antropóloga británica Sara Pink realiza una interesante aproximación al tema de las mujeres torero desde la Antropología de la Sexualidad que parte del trabajo seminal de Pitt-Rivers para entrar en un análisis original, que es el que expondremos sucintamente a continuación.

                                                                           La antropóloga británica Sara Pink

                Sara Pink aborda el tema del toreo señalando que los estudios que se habían realizado hasta los 90 se aproximaban  a las corridas como rituales (Pitt-Rivers, por ejemplo), o desde la Psicología, intentando desentrañar el carácter del torero (Mitchell). Las referencias a aspectos sexuales ligados a este espectáculo pasaba por referirse al género del torero (Douglass), al machismo (Gilmore) o a la lucha de impulsos homosexuales y heterosexuales (Ingham). Todos estos autores señalan - como hizo Pitt-Rivers - el cambio de género a lo largo de la corrida: de lo femenino a lo masculino para el torero, y de lo masculino a lo femenino en el toro. Sin embargo, Pink nota que en ningún momento se hace referencia a una realidad: la existencia de mujeres toreras, señal de que la cultura es algo vivo y cambiante.

                 Sara Pink reconoce el valor del trabajo de Pitt- Rivers, pero señala algunos defectos, como que considerase a la cultura española como algo homogéneo y estático. La sexualización de la corrida que observa Pitt-Rivers es una generalización a partir de los datos obtenidos de una única región de España y bajo un estereotipo que había construido el antropólogo como mentirosos y simuladores. Sigue Pink revisando las aportaciones de Mary Douglass en el 84, quien ve la corrida de toros como un espectáculo que magnifica la sexualidad, como una especie de cópula entre el estoque del torero y su entrada en la abertura hecha al animal por las banderillas. A Pink no le parece que esta interpretación se sostenga, ya que el momento de entrar a matar es el más álgido de la corrida, pero su duracion es corta dentro de todo el espectáculo.

                                                         El País. Hermanas Palmeño.

             Mitchell interpreta la corrida desde un punto de vista más etnográfico y además aporta un perfil psicológico del torero. Pero para él lo más importante de la corrida no es su simbolismo, sino la relación entre espectadores y espectáculo, de naturaleza erótica, según él. Es este erotismo ese rasgo psicológico nacional que trasciende, y el torero un individuo de tipo masoquista. No deja de ser una interpretación muy discutible.

              A pesar de haber habido mujeres torero durante los años 30, e incluso antes (en el reinado de José Bonaparte, por ejemplo), a finales del siglo XIX y principios del XX comienzan a ser reprobadas, tanto por toreros varones como por las autoridades (por ejemplo, Juan de la Cierva dictó una Real Orden en junio de 1908 prohibiendo a las mujeres torear a pie en las plazas españolas). La República las permitió, pero tras la Guerra Civil la prohibición volvió, ya que se suponía que era una profesión contraria al decoro femenino, y aquellas que quisieron seguir esta profesión la tuvieron que desarrollar en el extranjero.

              Tras la muerte de Franco y posteriormente , con el desarrollo de la sociedad democrática y la presencia de la mujer en profesiones y escenarios a los que no había tenido acceso durante la dictadura, las mujeres comienzan a ser reconocidas por sus dotes de liderazgo o hazañas intelectuales, y teóricos como Pitt-Rivers y muchos aficionados ven compatible el simbolismo de la corrida con la existencia de mujeres torero. Sin embargo, hay autores como Marvin para quienes la corrida pierde ambiente y emoción cuando la ejecutante es una mujer, ya que el toreo es una cosa "de cojones". Ante esto, Sara Pink aduce que "tener cojones" es un concepto más simbólico, que alude a la capacidad de decidir y actuar can decisión y valentía que a una referencia a los genitales masculinos, por lo que una mujer puede perfectamente adoptar el rol de matador, con toda su valentía y bravura (y cita particularmente a Cristina Sánchez) .

        La gran diferencia entre Sara Pink y Pitt-Rivers es que Pink interpreta la corrida como una representación dramática y no un ritual, y que por ello el sexo es irrelevante, igual que en el teatro los papeles pueden ser representados por uno u otro sexo. La corrida contiene unos valores y un simbolismo que se encarna en los cuerpos. Los toreros expresan roles EN sus cuerpos y no CON sus cuerpos, y las mujeres pueden ser perfectas portadoras de tales valores. El público debe mirar más allá del sexo biológico.


                                                              Teresa Bolsi, por Gustav Doré

                          PARA CERRAR.

          Quedaría por tratar aspectos fundamentales en el asunto que nos ocupa, tales como el tratamiento que hacen figuras como Hemingway de los espectáculos taurinos, y todo lo relacionado con el maltrato animal, los derechos de los animales y la ética de los espectáculos, pero sobrepasa los objetivos inmediatos de esta entrada: buscar las raíces de una tradición hondamente asentada en nuestro país para poder abordar debates y opiniones con fundamento, más allá de las opiniones, filias y fobias de cada uno. No tomamos partido por ninguna parte de la disputa, sino tan solo realizamos un análisis etnográfico que consideramos necesario.


FUENTES CONSULTADAS:

- Taussig, Michael: Desfiguraciones.

- Bermejo, J.C.:El mundo del Egeo en el segundo milenio. Akal. Historia del Mundo Antiguo, nº 14. Madrid, 1988.

- Pitt-Rivers, J.:"Un ritual de Sacrificio: la corrida de toros española", en Revista de Occidente, nº 36 de mayo de 1984

- Pink, Sara: "Género, corridas de toros y Antropología. Teorizando sobre las mujeres torero", en Antropología de la sexualidad y la diversidad cultural. Jose Antonio Nieto (Ed). Ed. Talasa.

                     Páginas Web:

https://anthropotopia.blogspot.com/2013/08/julian-pitt-rivers-y-la-antropologia.html?spref=fb

https://anthropotopia.blogspot.com/2013/11/que-hay-detras-de-las-barbas.html

https://elpais.com/cultura/2017/12/22/el_toro_por_los_cuernos/1513957542_663699.html

https://elpais.com/diario/1984/11/20/ultima/469753203_850215.html

https://www.taurologia.com/imagenes%5Cfotosdeldia%5C3952_ensayo__estudio_de__el_sacrificio_del_toro___de_julian_pitt_rivers.pdf

Wikipedia: El toro de Creta, El palacio de Creta, el Minotauro, Ariadna, Teseo, Civilización minoica, Civilización micénica, Mitra, mitraísmo, Picasso, Hemingway, el rapto de Europa, Taurocatapsia, Tauroctonía, Ritón, Sarcófago de Hagia Triada.

sábado, 19 de noviembre de 2016

EL PAPEL PINTADO AMARILLO. Charlotte Perkins Gilman y la psiquiatría patriarcal

Seguimos con la reflexión antropológica acerca de ciencia y literatura. En la primera entrada de esta serie abordábamos la figura del monstruo y su problemática relación con su creador, un científico soberbio que desafía a Dios pretendiendo suplantar su papel. Éste es un elemento estructural que se encuentra presente del mismo modo en las entradas dedicadas a los androides y los robots, en Blade runner y Metrópolis. Pero existe un segundo hilo conductor que relaciona a los monstruos y a los robots, en cuanto que unos y otros son dobles deformados, ya sea de sus propios creadores (Frankenstein, Mr. Hyde, el Hombre invisible) o de otro personaje de la historia (la mujer perversa y el ángel del hogar en Metrópolis). En todas las obras examinadas hemos podido atisbar igualmente un nuevo espacio, el laboratorio, en el que se hicieron realidad las fantasías y temores más acendrados de la sociedad occidental en el siglo XIX, como reacción a los peligros del tecnocientifismo. Existía una actitud ambivalente ante los asombrosos avances de la ciencia, pues atemorizaba su potencial destructivo y, en particular, la teoría de la evolución se percibía como un enorme desafío para la ideología tradicional. En esta nueva entrada pretendemos dar otra vuelta de tuerca a esa idea del laboratorio como lugar antropológico: ¿y si, en lugar de limitarse a ser un dominio espacial acotado, la propia sociedad se hubiese convertido en un gigantesco laboratorio, en un espacio totalmente medicalizado en el que experimentar con los cuerpos y las mentes de las mujeres, hasta convertirlas en dobles monstruosos de los hombres? Para reflexionar sobre la cuestión vamos a rescatar la figura del doble, esta vez una prisionera en el manicomio que realmente era la opresora sociedad patriarcal de fin de siglo. Y lo vamos hacer de la mano de una espléndida pero un tanto desconocida autora, Charlotte Perkins Gilman (1860-1934), con su obra El papel pintado amarillo (1891).

The Yellow Wallpaper
Este relato cuenta la terrible historia de una mujer que, aquejada de una depresión postparto, pasa un verano en una solitaria mansión colonial como parte de su tratamiento curativo. La protagonista está casada con un médico que, sin atender a su voluntad, escoge esa casa sombría y se empeña en confinarla en una horrible habitación durante tres largos meses. Para ello se ampara en su doble autoridad de esposo y médico. A la nerviosa protagonista le exaspera aquel cuarto enrejado y el horroroso papel amarillo de sus paredes. Pero, sobre todo, le causa una enorme desazón no poder escribir, pues la esencia de su cura es el reposo intelectual y una soledad absoluta. Su aversión al papel pintado amarillo es, en realidad, un síntoma físico, la somatización del tremendo malestar que esa terapia le produce y que no se atreve a reconocer a nivel consciente. En un arranque de rebeldía, la protagonista, que es también la narradora de la historia, decide llevar secretamente un diario porque siente alivio al expresar sus conflictivos pensamientos. Constantemente vigilada por su esposo y por la hermana de este, y alejada de su hijo recién nacido, sola y sin nada que hacer, llega a obsesionarse con las extrañas volutas que observa en el tapiz amarillo de la pared. Presa de alucinaciones cada vez más intensas, intuye que esas líneas sinuosas las mueve una figura de mujer que está atrapada dentro del papel pero que logra escaparse por las noches, aunque sólo consigue andar arrastrándose. En su irreversible avance hacia la demencia, la protagonista descubre a otras muchas mujeres prisioneras del papel amarillo y, cuando su estancia en la casa encantada está a punto de acabar, y ya totalmente enajenada, arranca salvajemente el papel de la pared para liberarlas.

La Nueva Mujer y la sociedad medicalizada
Ese cuento causó extrañeza cuando fue publicado en 1891. Un médico opinó que su lectura era capaz de trastornar a cualquier persona, mientras que otro lo consideró la mejor descripción de la locura que jamás había leído. No debe extrañarnos porque la propia autora había sufrido en sus carnes esa desasosegante terapia del encefalograma plano y que, no casualmente, sólo se experimentaba con el género femenino. Hacia 1880-1890 una oleada de feminismo recorrió el mundo occidental, instalando en la mente de muchas mujeres la ilusión de una vida independiente del control patriarcal, más plena y creativa. El resultado fue la aparición de la New Woman, que se ponía como meta la mejora en su educación, el acceso al trabajo, la libertad de decidir su destino, el fin del oprimente corsé… Esas legítimas aspiraciones no tardaron en chocar con el rechazo social. El resultado fue una auténtica epidemia de desórdenes nerviosos en estas mujeres, disociadas entre sus expectativas vitales y las escasas posibilidades de realizarlas. La anorexia, la histeria, la neurastenia… producto de tal confrontación, llenaron los consultorios y los manicomios de pacientes mayoritariamente del sexo femenino. Como revela Elaine Showalter en su revolucionario ensayo The Female Malady (1981), la psiquiatría de la época, de corte darwinista, interpretó esa insania mental femenina como la regresión a un periodo evolutivo anterior de la humanidad, como si la mujer volviese, por su naturaleza instintiva, a la fase primitiva a la que en realidad pertenecía y de la que no podía salir, en contraste con el hombre, siempre mentalmente más avanzado. El elemento de comparación era el ideal victoriano de feminidad pero el problema no se limitaba a Inglaterra. También en Norteamérica la salud del cuerpo político se hacía depender de la estabilidad del núcleo familiar, pues se entendía que su disolución  podía ocasionar la muerte del estado. Ello justificaba el sacrificio de ser un espejo de virtudes impuesto a la esposa en bien de su marido, de los hijos y de un ideal político más elevado. Por supuesto, esa renuncia, esa disciplina ética, solo se exigía a la mujer. En El papel pintado amarillo la autora satiriza la hipocresía escondida en ese doble estándar moral. El esposo la abandona para pasar cada vez más noches en la ciudad, y la ingenua protagonista cree ciegamente que ello es debido a que tiene muchos casos médicos que atender.
Para comprobar la tortuosa relación entre el darwinismo y la visión fin de siècle de la enfermedad mental femenina, conviene repasar algunos aspectos de la idea de mujer vigente entonces en la sociedad occidental. En El origen del hombre (1871), Darwin había afirmado la superioridad del varón sobre la mujer, en energía e intelecto, por su mayor capacidad para el arte, la ciencia y la filosofía, mientras que la mujer destacaba en intuición, percepción e imitación por su metabolismo pasivo y menos energético, lo que la situaba en un escalón evolutivo más bajo. La medicina de la época, exclusivamente ejercida por hombres, afirmaba que la gran cantidad de energía que el cuerpo de la mujer emplea en la menstruación impedía su desperdicio en actividades intelectuales. Incluso se pensaba que éstas podían causar epilepsia o un shock mental a las mujeres, o producir daños irreparables a su capacidad reproductora debida a la atrofia de los senos y la esterilidad. Desde la prejuiciada visión de la ciencia médica de entonces, estas mujeres liberadas se convertían en seres monstruosos: en su deseo emancipador, no llegaban a convertirse en hombres pero tampoco podían ya cumplir la función que la naturaleza les había encomendado. La solución era confinar a la mujer, con el pleno respaldo científico, a unos estrechos roles de género que la identificaban con sus órganos reproductivos. Su trabajo debía ser, exclusivamente, la maternidad y el hogar, y el sacrificio en interés del varón. A las que se atrevían a discutir el poder patriarcal las encerraban en asilos e instituciones mentales. La solución para la histeria, como se la conocía en Europa, o la neurastenia, nombre que recibió en América, pasaba por un abandono radical del trabajo intelectual, con sumisión total a la autoridad del Doctor, representante por antonomasia del género masculino. El ejemplo más famoso de esa terapia fue el desarrollado, tras la guerra civil americana, por el distinguido neurobiólogo norteamericano Silas Weir Mitchell. Consistía en aislar a la paciente de su familia y amigos-sus redes de apoyo- y someterla a masajes, electricidad, descanso y dieta. Si este sistema fallaba, la solución a la resistencia pasaba por ingresar a la mujer en una clínica para asegurar su inmovilidad total y su alimentación forzada. Con ello se pretendía garantizar la ciega obediencia a la figura del médico carismático y dictatorial. Las pacientes rebeldes quedaban así infantilizadas y se las reeducaba para provocar en ellas una suerte de renacimiento espiritual. Este sistema empezó a aplicarse también en Inglaterra en la década de 1880 y Dios sabe cuántos trastornos causó o agravó a un lado y otro del Atlántico. Tal fue el caso de la escritora Charlotte Perkins Gilman quien, tras tres meses de tratamiento en los que sólo se le autorizaban dos horas de lectura al día y, sometida el cruel imperativo de no volver a escribir jamás, llegó al borde de la demencia. La autora contó su traumática experiencia en The Yellow Wallpaper aunque magnificándola en su parte final pues ella, por suerte, no llegó a padecer alucinaciones y fue capaz de poner fin a aquel castrador experimento. De hecho, en el cuento se menciona al propio doctor Mitchell y, en su autobiografía, publicada en 1931, Charlotte confesó que su intención al escribir esta dramática historia fue ayudar a tantas mujeres que habían padecido un tormento semejante y obligar a Mitchell a cesar en aquel despropósito. Para ello le envió una copia de su relato y, de hecho, consiguió que su “verdugo” dejara de aplicar la tortura del reposo mental.

No deberíamos olvidar que, en estas mismas fechas, se estaba produciendo en el sistema penitenciario inglés una frontal violación de la libertad de las mujeres para decidir sobre su propio cuerpo, como medio de acallar las protestas de las sufragistas. Las prisioneras en huelga de hambre eran liberadas para evitar la publicidad a su causa y que el Estado tuviese que abonar indemnizaciones. Con ello las sufragetes conseguían hacer más visibles sus campañas y, además, volver a la línea de combate sin cumplir sus condenas. Para atajar estas desventajas para sus propósitos represores, el Gobierno inglés ordenó que las huelguistas fuesen alimentadas a la fuerza. Emmeline Pankhurst, líder del movimiento sufragista, escribió que la prisión "se convirtió en un lugar de horrores y tormentos. Escenas repugnantes de violencia tenían lugar a cada hora del día, mientras los doctores iban de celda en celda efectuando su horrible trabajo”. Éste consistía en alimentar a las huelguistas por vía nasal u oral, utilizando para ello unas mordazas de acero que conseguían mantenerlas con la boca abierta. Atadas a sillas y sometidas a una fuerza considerable, el proceso debía de resultar dolorosísimo. Emmeline escribió en su diario que nunca conseguiría olvidar el sufrimiento de las mujeres, con los gritos que taladraban sus oídos. Muchas sufrían a corto plazo daños en los sistemas circulatorio, digestivo y nervioso, e incluso pleuritis o neumonía por defectuosa colocación del tubo y, a largo plazo, arrastraban unos sufrimientos físicos y psíquicos perdurables, como puede verse en la película Sufragistas (2015).

La Casa-Manicomio
Como resulta obvio, el relato de Charlotte Perkins Gilman bebe de las fuentes de la literatura gótica, en la que la casa siempre parece tener una vida propia capaz de trastornar los destinos de los personajes. Al principio del relato, la protagonista se sorprende de que el alquiler de la casa fuese tan barato. Sabe que aquella mansión colonial llevaba mucho tiempo sin alquilar pero lo atribuye a una disputa entre los herederos. La narradora especula acerca de los usos que habría recibido la dependencia superior donde se encuentra encerrada. Inicialmente debió de ser el cuarto de los niños que, con sus juegos, habrían destrozado horriblemente el papel en algunos rincones, y después debieron de convertirla en un gimnasio, vistas las anillas que cuelgan de las paredes. Sólo el lector alcanza a comprender que, en realidad, aquella enigmática casa, ubicada en un solitario paraje, fue en otros tiempos un manicomio, y los fantasmas de las locas no tardan en materializarse en la febril imaginación de la protagonista:
"Hay cosas en ese papel que nadie conoce, ni conocerá, excepto yo.
Detrás de ese dibujo principal, las formas tenues se vuelven más nítidas con el paso de los días.
La forma es siempre la misma, solo que se repite muchas veces.
Y se trata de una especie de mujer que se encorva y se arrastra por todos los lados tras ese dibujo. Esto no me gusta nada. Me pregunto si..., empiezo a pensar que..., ojalá John me sacara de aquí".
El papel pintado amarillo, pag.37.
Pese a que las habitaciones de la planta baja son mejores, el esposo se empeña en que ella permanezca en el piso de arriba, con el pretexto de ser más luminoso, grande y aireado. A la enferma le horroriza el estado de conservación de las paredes y su espantoso color amarillo sulfuroso. Sin embargo, su tiránico marido tacha de irracionales sus aprehensiones y, poniendo siempre por delante consideraciones pragmáticas, le advierte que el trimestre que van a pasar allí no justifica gastos adicionales en pintura. La sensibilidad a flor de piel de la protagonista se exacerba con la constante visión de aquel papel desvaído, y se trastorna cada vez más con su misterioso dibujo, en el que no encuentra ningún patrón reconocible. De hecho, existe una enfermedad denominada xantofobia, el miedo irracional al color amarillo, que es capaz de provocar una grave ansiedad y alteraciones emocionales ante el temor de que algo malo va a suceder. Presa de una fuerte sinestesia, la protagonista experimenta la obsesión por el amarillo, simultáneamente, con la vista y con el olfato. Hasta piensa en quemar la casa cuando detecta que un olor "amarillo" está impregnando todas las habitaciones, lo que nos pone sobre la pista de una de las locas literarias más famosas, Bertha Mason, la esposa criolla de Edward Rochester, el amor de la feucha Jane Eyre. Sólo cuando Bertha, presa de incontenibles celos, prende fuego a la mansión señorial y muere en el incendio, libera a los atribulados protagonistas para vivir el verdadero amor. Susan Gilbert y Sandra Gubar, en el innovador texto La loca del desván. La escritora y la imaginación literaria en el siglo XIX (1979), abordan el análisis de los conflictos que las escritoras decimonónicas sublimaron en estos personajes femeninos trastornados, vertiendo en ellos su potencia creadora reprimida y su rebeldía contra el establishment masculino. Y, por supuesto, no dejaron fuera de su estudio a El papel pintado amarillo, con su loca en el piso de arriba que se obsesiona imaginando que hay en él unos ojos bulbosos que la miran del revés, para acabar vislumbrando en su interior una multitud de figuras femeninas atrapadas y reptantes, una parábola de las locas de los manicomios y de las mujeres de la sociedad de su época, que sólo podían avanzar suplicando y que debían arrastrarse metafóricamente para obtener un mínimo de independencia. Aunque durante el día la narradora trata de mantener encerrada a la perturbadora figura femenina tras el demencial dibujo en el papel, cuando la espía por la noche, a la luz de la luna-el dominio femenino por excelencia-, ve cómo sacude su yugo para liberarse. Es también una alegoría de que la protagonista trata de reprimir su pasión escritora para amoldarse a las exigencias del Doctor-Esposo. Su cuñada Jennie hace de enfermera y estricta gobernanta, lo que debe entenderse como una crítica a que las propias mujeres actuaban como las vigilantes más rigurosas para que se cumpliera la ortodoxia patriarcal. Pero, pese a los intentos del doctor y la enfermera, y de la propia Jane, el nombre de la narradora, la loca secuestrada en el desván acaba por escaparse y se adueña de la situación, aunque al precio de la fuga de la realidad. Otro detalle literario muy interesante es que, al igual que El Dr. Jekyll y Mr. Hyde de R. L. Stevenson, se trata de una historia detectivesca en la que la autora se obsesiona con descubrir la identidad de la figura atrapada que, en realidad, es su doble, la parte rebelde de ella misma que se empeña en negar.

La literatura femenina como territorio para la lucha de los sexos
Una de las características más destacadas de esta narración es su decidida vocación de estilo. La frase es corta y los párrafos son cada vez más breves, porque la narradora debe escribir apresuradamente para avanzar en su relato antes de que la descubran sus carceleros. La escritura la ayuda a ordenar las confusas pistas que va descubriendo poco a poco. Ésa escritura es su catarsis emocional. La alivia pero a la vez la angustia porque sabe que está desobedeciendo las instrucciones médicas, que está siendo infiel al tratamiento impuesto por el esposo, lo que la hace sentirse culpable. Ella sabe que su mejor terapia sería una vida animada, rodeada de amigos, con mucha actividad intelectual pero su yo consciente es incapaz de liberarse. Solo lo consigue su subconsciente, con el retorno de lo reprimido, la mujer atrapada en el irritante papel que, al final, consigue adueñarse de la situación. En un texto verdaderamente trascendental sobre mujer y ficción, Una habitación propia (1929), Virginia Woolf se interroga acerca de la existencia de una frase característicamente femenina, diferente a la masculina y capaz de expresar la idiosincrasia de las mujeres escritoras. De hecho, las interrupciones que tanto teme la narradora de El papel pintado amarillo son uno de los elementos más característicos que se atribuyen a la literatura femenina del siglo XIX. Entonces se entendía que la mujer sólo podía dedicarse a escribir si no tenía otra obligación doméstica más importante que atender. Es sabido que Jane Austen carecía de un espacio propio para dar vida a sus personajes y argumentos. Escribía en la sala común del hogar paterno y tenía que esconder a toda prisa sus escritos de la vista de su padre y de las visitas. Esta falta de continuidad dificultaba que las autoras pudieran abordar un género que se considera típicamente masculino, la novela, que exige una importante inversión de tiempo para la planificación y el desarrollo más extenso y elaborado del engranaje de las acciones y los personajes, lo que quedaba fuera del alcance de la mayoría de estas escritoras decimonónicas a tiempo parcial. Ese es el motivo de que, entre su producción, predomine el relato corto, como en el caso de Charlotte Perkins Gilman, cuya impresionante miniatura literaria logra contar una historia tan grande como la vida misma.
También nos sirve la referencia a la obra de Virginia Woolf para reflexionar acerca de las condiciones esenciales para la creatividad femenina. Jane, la narradora de El papel pintado amarillo, dispone de una habitación propia, mucho tiempo libre y dinero, pero carece de lo fundamental: la libertad para dedicarse a crear. Sobre la desigualdad de género en materia literaria es impresionante el relato que hace Woolf del triste sino de Judith, la imaginaria hermana gemela de Shakespeare. En este año del centenario de la muerte del excelso dramaturgo inglés está muy bien dedicar unos instantes a reflexionar por qué no celebramos igualmente la muerte de autoras de talla tan gigantesca como Cervantes o Shakespeare. Su gemela Judith, igual en todo excepto en su sexo, estaba dotada de tanto talento, de la misma curiosidad y de igual deseo de conocer el mundo que su hermano William, pero se le negó el acceso a la cultura. No la mandaron a la escuela, le desmotivaron en su afán por aprender y narrar. Judith, no obstante, escribe secretamente, avergonzándose de ello porque sabe que contraría la voluntad paterna. La familia la promete muy joven para casarse y, cuando ella se niega, su querido padre la golpea. Sin haber cumplido todavía los 17 años escapa a Londres con la idea de ganarse la vida escribiendo, pero la gran ciudad no tiene un lugar para esta escritora, que ama las palabras y la vida del teatro tanto como su hermano. Cuando revela su propósito de ganarse la vida actuando, los hombres se ríen en su cara. Ninguna mujer puede hacerlo en Inglaterra, los varones las suplantan en el escenario. Quizá entonces Judith deambuló a medianoche por las lóbregas calles londinenses para ganarse un mendrugo de pan. Al final, embarazada y sola, se da cuenta de la trampa en que está atrapada y, presa de la desesperación, se suicida una fría noche de invierno. Es una historia con algunos puntos en común con la de Jane, el personaje que nos presenta Charlotte Perkins Gilman en The Yellow Wallpaper, el alter ego de la propia escritora. Como advierte Virginia Woolf, que también experimentó en sus carnes la prohibición de escribir, cualquier mujer en el siglo XVI con un don para la escritura se habría vuelto loca, disparado o habría acabado sus días en una casa solitaria fuera de la ciudad, calificada como medio bruja, temida y burlada. La tortura de verse arrastrada lejos de sus propios instintos y facultades la habría llevado a la insania mental, que es justo lo que le sucede a la narradora de El papel pintado amarillo. Como vemos, la situación había cambiado realmente muy poco durante 300 años, pero la argumentación para mantener apartadas a las mujeres de la creación literaria se había refinado, revistiéndola de premisas científicas que se aceptaban como el nuevo dogma de fe. La mujer fue víctima del darwinismo rampante, el conejillo de indias en aquel inmenso laboratorio social en el que se pusieron en práctica toda suerte de teorías y prácticas para dominarlas.

Charlotte Perkins Gilman, o cómo ser feliz escribiendo

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Quisiera dedicar esta entrada a mi querida compañera de estudios y de escrituras en la red, Mari Angeles Boix Ballester. Por muchos años más de ilusiones compartidas.

Enlaces sugeridos:

-A la versión en castellano del relato :http://www.lamaquinadeltiempo.com/prosas/perkins01.html Pero no dejéis de leer la versión en inglés para captar la estupenda prosa de la autora: https://www.nlm.nih.gov/literatureofprescription/exhibitionAssets/digitalDocs/The-Yellow-Wall-Paper.pdf

-A una biografía de Charlotte Perkins Gilman elaborada para complementar esta entrada:http://mujeresparalahistoria.blogspot.com.es/2016/11/charlotte-perkins-gilman-y-la-new-woman.html

-A las demás entradas de esta serie:

Fuentes consultadas:
Gilman, Charlotte Perkins: El papel pintado amarillo. Edición bilingüe. Editorial Contraseña, 2012.
-Goodman, Lizbeth (ed.): Literature and Gender. Routledge, 1996.
-Showalter, Elaine: The Female Malady. Women, Madness and English Culture, 1830-1980. Virago Press, 2014.
-Woolf, Virginia: Una habitación propia. Ed. Seix Barral, 1986.
-Sparknotes: The Yellow Wallpaper.