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domingo, 1 de noviembre de 2020

REMEDIOS VARO

  La mujer libélula", 1961. Remedios Varo.

SUEÑOS DE HIELO, ORO Y FUEGO

La extraordinaria artista surreal Remedios Varo nació en Anglès (Gerona) en 1908. Su padre, Rodrigo, era ingeniero andaluz, librepensador y estudioso del esperanto. En su criatura puso, según Manuel Andújar “el hálito del duende”. Su madre de origen vasco “le inbuyó en el antro de las ingles perspicacia supersticiosa”. Fue una de las primeras mujeres que estudió en la Academia de San Fernando madrileña. En la Residencia de Estudiantes conoció a Lorca y a Dalí. En 1932 trabaja en Barcelona como diseñadora publicitaria y se integra en el grupo surrealista lógicofobista. Vive en París con el poeta Benjamin Péret (1937), “su gran amor”, y como él pasa por la cárcel con la estampida destructora de los nazis y se exilia en Méjico, de donde no regresará aunque nunca abandonó su nacionalidad española.

En aquellos tiempos los artistas mejicanos como Diego Rivera o Frida Kahlo miraban con recelo a los artistas europeos refugiados: “la invasión europea”. Sin embargo, a Remedios, que le costaba vivir de sus trabajos plásticos hasta el punto que aceptó por encargo la falsificación de cuadros de Giorgio de Chirico, le fascinó la mística indígena y en los años cuarenta pintó motivos telúricos mejicanos. Diego Rivera acabaría reconociendo la calidad de su arte. En 1947 se separó de Péret. Se esposará en tercer y feliz matrimonio con un exiliado austriaco, Walter Gruen, un político melómano y eficaz comerciante gracias al cual alcanzó estabilidad económica.

Escribió cuentos y cartas rodeada de gatos. Trabajó como decoradora para una de las casas más elegantes de Méjico y en publicidad para Báyer (Insomnio I, 1947 y Tifoidea Paratifoidea, 1948). Vivió dos años en Venezuela y estudió y dibujó insectos en los LLanos del Orinoco (su gran aventura) para el Ministerio de Salud. 

"Exploración de las fuentes del Orinoco", 1959. Remedios Varo.

Lectora empedernida de Julio Verne, confeccionaba su propia ropa y calzado y diseñó trajes para los surrealismos. Hizo amistad profunda con la pintora británica Leonora Carrington, a la que había conocido en Europa, y con la que compartía el interés por el psicoanálisis, la alquimia, el ocultismo y las posibilidades de lo que Bretón llamaba “el eterno femenino”.

Triunfó a partir de su primera exposición individual en 1956. Se multiplicaron entonces las compras de sus cuadros, subió su cotización, le encargaban retratos, que cumplía con enorme libertad, el público mejicano se había cansado del muralismo, y ella ni siquiera podía ya atender a la demanda. No obstante, en 1959 aceptó el encargo de un gran mural para un Centro Médico. Aunque se conservan algunos de sus estudios y bocetos, acabó abandonando el proyecto. Su única escultura, Homo Rodans (1959) está realizada con huesos de pollo, pato y raspas de pescado. La acompañó de un librito humorístico, pseudocientífico, única obra literaria que publicó en vida. Cuando falleció en 1963 era artista consagrada y famosa. A su funeral asistieron un montón de artistas de ambas orillas del Atlántico entre ellos su íntima Leonora Carrington y el escritor Max Aub. Bretón le dedicó un artículo en La Bràche: “una hechicera que se fue demasiado pronto”. Su obra es considerada Monumento artístico mejicano desde 2001.

Remedios Varo, "Papilla estelar", 1958.

A la genial surrealista, Manuel Andújar le dedicó un surreal y originalísimo comentario de admiración: “Remedios Varo: la gran pintura onírica de hielo y fuego”, recogido en Signos de admiración (Diputación de Jaén, 1986). Admirar es el verdadero antídoto contra la enfermedad de la envidia, hispana pandemia endémica. Andújar, jiennense generoso, no escatimó “signos de admiración” respecto de las obras que consideró valiosas. 

Imagina el también exiliado de La Carolina una visita nocturna al museo de Remedios la maga en castillo de laberíntica traza, situado en “plomiza colina” y al que sólo pueden acudir “espíritus propicios”. El elegido ha de musitar cifras secretas de un conjuro “que no debe revelarse jamás, so castigo de exclusión en la definitiva lotería del Juicio Final”. Hay que evitar el engaño de la torva sonrisa seductora de una virgen escuálida apostada en ventana angosta, más allá de la cual se ven mozas de aquelarre en lienzos de muralla, cuyos torreones socarra una implacable luna, para la que Remedios sabrá obtener papilla.

Resuena el lento andar del visitante en la madera que las carcomas ondulan, celdas y criptas dan al interminable pasillo donde móviles espejos archivan zumos de culpas y secreciones de éxtasis. Varones de cabeza huronesa habitan allí y cabalgatas de hembras embrujadas rondan el fuego fatuo de sus patios de armas, vestidas de niebla o con élitros de leche. Sus personajes montan a veces en extraños velocípedos. Lo zoomórfico se camufla en injertos vegetales, o viceversa.

Remedios dibuja lo onírico, lo subconsciente, lo inconscio (que diría Giner), con minuciosidad de orfebre y en ello cristalizan ciencia, magia y misterio, añoranza y profecía. Pelambres de estopa, telares mohosos, telarañas equiparables a cabelleras, verdes del Greco, rojos crepusculares, azules meteóricos, ocres añejos, desteñidos, rojos de ámbito uterino. Remedios ya había dibujado cadáveres exquisitos, pero después pinta vampiros veganos en planetas nuevos donde tipos extraterrestres, andróginos, se alumbran con extrañas flores-luciérnaga, bajo un cielo de rosas coralinas.

Manuel Andújar ve en los iconos de Remedios, ya consagrados como clásicos del siglo XX, la melancólica fluencia de Jorge Manrique, las simbologías de Calderón, las crueles cuchillas de Buñuel, los toros picassianos... Se lamentaba el escritor de Sentires y querencias de que la obra pictórica de Remedios Varo, que hace soñar a cualquiera y hasta enjaula a uno en la fantástica malla de pesadillas ajenas…, se quejaba Manuel Andújar de que Remedios Varo fuera incomprensiblemente desconocida en su patria, cuando todos los surrealistas de pro, fidedignos y oficiantes, le rinden y ofrecen pleitesía.

Como pasa con todo lo grande, aunque sea quimérico, ni es mejicano, ni vasco ni andaluz, ni masculino ni femenino, ni español sólo, sino universal y de todos. Antes de que críticos y espectadores se repusieran del pasmo, Remedios pintó cien cuadros de estilo inconfundible, en los que sobraba la firma. Sin salir de casa uno puede asomarse a esos mundos de increíble equilibrio cromático y exquisito dibujo, inventados por la fertilidad de un ingenio inequívocamente femenino, que rebosa en emociones demasiado humanas y es capaz de expresarlas con simpar, melancólica y misteriosa belleza.

Del autor:

https://apiedeclasico.blogspot.com/?m=1

http://signamemento.blogia.com/




sábado, 11 de enero de 2020

CECILIA PAREDES: EL CUERPO COMO LIENZO.



La artista peruana Cecilia Paredes (1950) ha sido un descubrimiento es sensacional para mí y me he dejado arrastrar por la ilusión de colaborar en la difusión de su obra, tan fascinante como original. En el corazón de sus instalaciones escultóricas y de sus bellísimas metamorfosis fotográficas anida una honda reflexión acerca de la naturaleza y condición de la mujer o los grandes movimientos humanos. Repasaremos primero brevemente su biografía. Cecilia Paredes estudió artes plásticas en su Lima natal, ampliando después su formación en Inglaterra, en Italia y en Canadá. Ese cosmopolitismo no ha apagado sino que ha hecho más visibles las raíces profundas de las que nace su personal visión artística: los mitos y leyendas de la cultura inca, la experiencia colonial en Hispanoamérica y, en particular, el papel de la religión católica en la misma. La instalación El deseo, integrada por incontables tiras de papel impreso con largas cintas suspendidas que ocupan toda la sala, refleja las peticiones de fieles devotos. 

En una entrevista concedida a m. arte y cultura visual (http://www.m-arteyculturavisual.com/2015/11/07/cecilia-paredes/) Cecilia relata cómo se fusiona en ello la religiosidad oficial con el culto popular y destaca que, debajo de uno y otro, se esconden sentimientos universalizables, comunes a todas las culturas y credos: "en Perú debajo de la imagen de los santos de las iglesias hay unas urnas donde la gente vierte sus deseos. Estos están escritos en trozos de papel, servilletas, recetas, hojas arrancadas de un cuaderno… donde la gente escribe una petición a Dios. La gente no lleva el deseo escrito, escriben lo que allí mismo se les ocurre y les preocupa. ( …) Todos los seres humanos podemos encontrar una frase escrita por otros; todos queremos paz, salud, bienestar, que nos vaya bien…” A ello añade el gran problema de nuestro tiempo, la eterna condición de emigrante del ser humano. Esos estratos culturales superpuestos se fusionan y plasman en potentes metáforas visuales. Cecilia Paredes es, además, una artista comprometida con el medio ambiente, lo que le lleva a integrar en sus proyectos elementos reciclados, ya sean pequeños trozos de coral, plumas o plástico. Así sucede con “Photo Performance. Papagayo”. El espectacular vestido de plumas procede las que perdían naturalmente las aves de un santuario en Costa Rica.  

También debemos resaltar el papel central de la mujer en la obra de Cecilia Paredes. En primer lugar, a través de sus influencias pictóricas principales, que provienen de Remedios Varo y Leonora Carrington, pintoras surrealistas en cuyas creaciones lo onírico y lo realista se entremezclan para proyectar posibilidades alternativas de estar en el mundo, que es lo que más interesa a Cecilia a la hora de crear obras de arte. 

En segundo lugar, la mujer se transforma en sus fotografías camuflándose con bellísimos fondos barrocos pero, al mismo tiempo, destacándose de ellos. Para mí es como es una metáfora que la condición femenina en un mundo hostil: la mujer se ve obligada a adaptarse al entorno pero, al disco tiempo, no renuncia a su individualidad. Es por eso, quizá, por lo que Cecilia siempre deja un espacio identificable de cuerpo sin pintar. No he leído en ningún lugar que Cecilia lo exprese así pero quizá no desdeñaría la interpretación que sugiero, que la mujer se oculta y desvela al mismo tiempo y en esa fluctuación encuentra su fuerza. Por supuesto, sólo es una más entre las múltiples posibles significados porque el gran valor de toda obra de arte es que apela de manera individual a cada espectador. 
Pero hay algo más en que el tema mujer está presente en la obra de Cecilia Paredes y es que es una experiencia artística radicalmente femenina porque ella misma se convierte en el objeto de su trabajo. Una vieja aspiración de la mujer creadora, ser a la vez poema y poeta, pintura y pintora, imagen y fotógrafa, como ocurre con nuestra autora. Es muy interesante su proceso de trabajo. Mientras que en algunas fotografías en las que se transforma en animales lleva a cabo intervenciones digitales, en la mayoría es la pintura corporal la que opera toda la transformación. Ella misma lo narra con palabras muy hermosas en la entrevista realizada por Marisa González que ya antes se ha citado:
(las) “series consisten en autorretratos integrados en diferentes fondos temáticos, en muchos casos florales. En sus fotografías sufre ella misma una metamorfosis. Su cuerpo ha sido pintado acorde al tema elegido, y mediante el camuflaje, ella desaparece y se fusiona sutilmente en el fondo y la forma, percibiendo relieves que ocultan su cuerpo. Sin embargo, en la serie más reciente, el fondo desaparece para convertirse en una atmósfera neutra, y toda la intervención y carga visual la centra en su propio cuerpo integrado, revestido de texturas y formas. Sus cuerpos pintados, son como tatuajes mutantes que se dibujan en su piel recreando, en algunos casos, diversas posiciones animales en actitud para formativa. Cuéntanos Cecilia, un poco acerca de cómo creas este tipo de imágenes.
En algunas fotografías reproduzco alegorías de animales, para lo cual, me pongo una crema blanca espesa sobre mi piel. Luego cubro con una red todo el cuerpo, añado polvo negro y posteriormente retiró la red para que quede la trama tatuada en mi cuerpo. Este proceso, lo realizó trabajando con un espejo para verlo constantemente.
En las fotos de la última serie, el paisaje llano está presente, ya no necesito el paisaje; el paisaje lo llevo yo. En mi última serie fotográfica de 2015, hay alguna parte del cuerpo que dejo sin pintar. Cuando fui a Asia comencé a hablar sobre los dos mundos, el mundo asiático y el mundo occidental. La idea de dejar una parte del cuerpo sin pintar surgió de los japoneses. Para ellos, el hecho de dejar sin pintar una parte del cuerpo significa el precipicio. Es una referencia erótica.


¿Utilizas Photoshop en tus fotografías para recrear esas estas transformaciones?
En estos trabajos no hay Photoshop. No es que no use Photoshop porque no me guste. Me encanta, pero en estos trabajos no lo uso. Es pintura en la piel. Al acercarse, tenemos que poder ver los errores: los trazos en el cuerpo, los fondos con los papeles pintados o telas, etc. Mi intención no es hacerlo perfecto. Siempre dejó una parte de la piel sin pintar, como un ancla a la realidad. Hay siempre una parte de la foto que no está pintada, por ejemplo, la oreja.
En las fotos exteriores, salgo al campo y tomo las fotos a las 6 de la mañana para ganarle al sol. Las fotografías en las que simulo ser un pájaro, las realicé en un bosque de Pensilvania, en un día helador, semidesnuda, forrada de plumas… De esta manera intérprete al pájaro. El silencio y el color plateado del ambiente era el signo previo a la nevada. Fue una sesión mágica. Hay días que obtienes mucho más de lo que esperas.
¿Necesitas personas que te ayuden en la realización? ¿Quién te hace las fotografías?
 La parte técnica de las fotografías las hace una fotógrafa, y el cuerpo me lo pintan ayudantes.”

Dafne

Un espléndido trabajo de equipo, sin duda que me recuerda, en alguna medida, el de la fotógrafa y cineasta Shirin Neshat (http://mujeresparalahistoria.blogspot.com/2014/03/shirin-neshat-el-cuerpo-como-texto.html),  que también hace de su cuerpo un lienzo reivindicativo, aun que en ella el centro de la reflexión es la mujer en el islam. También en Cecilia Paredes encontramos esa vocación de protesta política. Su implicación personal en la década de los años setenta le costó un exilio a México y más tarde a Costa Rica, donde residió durante 24 años. Desde hace dos décadas imparte clases en la Universidad de Pennsylvania y reside en Filadelfia. Esa experiencia vital permanentemente en tránsito se plasma también, como ya hemos indicado, en su reflexión artística sobre los fenómenos migratorios que, lejos de ser una experiencia a la que se ven obligados los desposeídos de la tierra, es consustancial al ser humano desde el comienzo de su andadura en la tierra. Esa perspectiva, que todos somos emigrantes, obliga a ver el problema con una mayor empatía.


Zanzíbar
El Viaje

 En Pamplona podrá verse una interesante retrospectiva de la obra de Cecilia Paredes hasta el uno de septiembre de 2019. No hay que perdérsela.