domingo, 18 de septiembre de 2022

GALA PLACIDIA

 

Gala Placidia (Domina Nostra Augusta, 421-438)
con su hijo Valentiniano.

Aelia Galla Placidia (h. 390-450) fue fruto del segundo matrimonio del emperador Teodosio I el Grande con Gala, hermana de Valentiniano II. Quedó huérfana de madre con cuatro años y se hallaba en Roma cuando los godos saquearon la ciudad en el 410. Fue Serena, la mujer de Estilicón, quien se ocupó de su educación en Milán y Roma. Tal vez no quería vivir ni en Constantinopla ni en Rávena por no llevarse bien con sus hermanastros: Honorio y Arcadio, a los que Teodosio había cedido el imperio occidental y oriental respectivamente.

Placidia heredó la belleza de su madre y el carácter de su padre. Durante el saqueo de Roma cayó en manos de la soldadesca de Alarico, rey que la trató con respeto y se la llevó a Brindisi. Ataúlfo, hermano (o primo, o cuñado) de Alarico, se enamoró de la bella prisionera, que le correspondía. El rey de los bárbaros, que se habían convertido al cristianismo dentro de las fronteras del imperio, que ya no eran tan "bárbaros", aprobaba el idilio en que tan bien se compendiaba su política de integración entre godos y latinos.

Comparado con sus guerreros de origen nórdico, altos y rubios, Ataúlfo no resultaba imponente, pero tenía un temperamento apasionado y caballeresco. El contraste debió gustar a la princesa Placidia criada entre eunucos y poltrones. Ataulfo estaba ya familiarizado con la lengua y leyes romanas e incluso pretendía restaurar la gloria de Roma en vez de destruirla, vigorizándola con sangre germana.

Ataúlfo según Raimundo Madrazo, 1858.
Museo del Prado.

El matrimonio no pudo celebrarse de inmediato porque Honorio había prometido la mano de su hermanastra a su general Constancio, de sangre ilírica, mayor, físicamente repelente y dado a ocurrencias lúbricas y chistes groseros. Tras la muerte de Alarico, proclamado rey su hermano Ataúlfo, este atravesó con su ejército los Alpes y penetró en la Galia. Quiso contentar a Honorio mandándole la cabeza del usurpador Jovino. Ante el regalo, y a pesar de las protestas de Constancio, el emperador consintió el enlace del godo y la romana. 

El matrimonio se celebró en Narbona. Placidia envuelta en la púrpura imperial esperó a Ataúlfo que acudió a recogerla cubierto con una túnica blanca de lana y armado con su hacha de guerra. De los regalos que hizo a la princesa se habló en todo el mundo: cincuenta bellísimos adolescentes esclavos con sendas bandejas repletas de oro y joyas procedentes del saqueo de Roma. Prisco Átalo (que había disfrutado de los honores de efímero emperador con el apoyo de Alarico) declamó un discurso en que exaltaba el himeneo como símbolo de unión entre los dos pueblos. Días y noches de juerga subrayaron la distensión entre germanos y latinos.

Obligados por las tropas de Constancio al servicio de Honorio a abandonar la Narbonense, atravesaron los Pirineos y penetraron en la Tarraconense, estableciéndose en Barcelona (Barcino), donde Gala Placidia dio a luz un niño. Ataúlfo pretendía poner orden en Hispania, cuyo territorio y saqueos se disputaban suevos, alanos y vándalos. Esperando tal vez que su cuñado el emperador Honorio le cediera esta provincia, fue asesinado junto con su hijo en setiembre del 415. Algunos historiadores culpan del atentado a Sigerico. Cuando Ataúlfo expiró recomendó a los suyos: “Vivid en amistad con Roma y restituid Gala Placidia al emperador”. Sigerico no hizo caso, esclavizó a la princesa viuda y la obligó a seguirlo a pie mientras él desfilaba a caballo.

Gala Placidia en una moneda acuñada por su hijo Valentiniano III

Placidia dio pruebas de su fortaleza y a pesar del hondo dolor de la pérdida de su marido y de su hijo sufrió los ultrajes sin pestañear y con una sonrisa en la boca, como una reina. Tal vez su actitud contribuyese a abreviar la carrera de Sigerico que una semana después fue asesinado por sus furibundos soldados. Le sucedió por aclamación Walia que cumplió la voluntad de Ataúlfo y acompañó a Placidia a los Pirineos donde el general Constancio la recibió con gran pompa. 

La despedida de Placidia a “sus” godos valió un tratado de paz estable con Honorio. Ya no volvieron a Italia y combatieron en nombre del emperador contra alanos, vándalos y suevos hasta establecer un reino con capital en Tolosa. Se dice que Walia, usando a Placidia como rehén, la canjeó por 600.000 modios de trigo y el beneplácito de Honorio para la conquista de Hispania en nombre del Imperio. Y en efecto, en poco más de dos años los visigodos aniquilan a los vándalos silingos que estaban asentados en la Bética y prácticamente a todos los alanos de la Lusitania.


En Rávena, ciudad pantanosa, melancólica y romántica, Placidia resistió durante tres años el agobio de Constancio y la insistencia de Honorio en que lo desposara. Al fin cedió a “la razón de Estado”. Del matrimonio nació una niña a la que llamaron Honoria y luego un niño llamado Valentiniano, al que se proclamó príncipe heredero, “Nobilísimo". Cuatro años después Honorio asoció a Constancio al trono y Placidia fue proclamada Augusta.

Cuando siete meses después Constancio murió, Placidia tuvo que enfrentarse a un tercer cortejador, el menos esperable, su propio hermano. No supo cómo defenderse del capricho incestuoso y escapó con sus dos hijos a Constantinopla, junto a su sobrino Teodosio II. Se le acusó de conspirar con los godos contra Honorio, pero este, el Porfirogénito murió poco después. Sólo tenía treinta y nueve años y seguramente sólo le echaron en falta sus gallinas y pollos.

Un tal Juan quiso hacerse con el poder en Rávena; entonces era muy frecuente que un señor de la guerra o un general ambicionaran usurpar el poder de lo que quedaba del Imperio romano occidental, lo intentase y fracasase. Teodosio II no aceptó las pretensiones de Juan y acompañó personalmente hasta Salónica a la Augusta y al principito confiando su protección a otro general de sangre bárbara, Ardaburio. A Juan el usurpador lo hicieron prisionero, lo llevaron a Aquilea donde estaba Placidia y su hijo, le cortaron la mano derecha, lo montaron en un asno para burlarse de su “victoria” y la soldadesca le linchó. No fueron tiempos plácidos los de Placidia, sino muy violentos.

A fines del 425 un cortejo imponente avanzó desde Rávena a Roma con Placidia y el pequeño Valentiniano a la cabeza, quien con siete años se revistió de púrpura en el Capitolio, se coronó la diadema y el pueblo le aclamó como Augusto. En lo político y militar, Placidia no se mostró muy activa como regente. Le interesaban más las cuestiones espirituales, por eso ponía gran celo en la persecución de las herejías mientras el imperio se derrumbaba y las cloacas de Roma se atascaban. Dirigía concilios y dictaba edictos. Nestorio y Dioscuro eran condenados en Éfeso y Calcedonia respectivamente. Para ella los herejes eran más peligrosos que los longobardos, los francos y los vándalos. Dejó la defensa de Occidente en manos de dos generales Bonifacio y Aecio.

No supieron o no pudieron llevarse bien los dos generales. Fue el mismo Bonifacio, que mantuvo correspondencia con san Agustín y echó fama de santo quien invitó a los vándalos a establecerse en África, que entonces era una provincia romana rica y fértil. Aecio y Bonifacio acabaron enfrentándose en guerra abierta que concluyó en un duelo personal a muerte, episodio ya muy de tono medieval. 

Gala Placidia visita su mausoleo en Rávena,
recreación de Vasilyi Smirnov (1880).

Enérgica y voluntariosa supo aprovechar su posición y las circustancias de la turbulenta época que le tocó vivir para encumbrarse hasta la cima del poder autocrático, como dice su biógrafo Fuentes Hinojo. En cualquier caso fue mucho más que un peón o una moneda de intercambio en el tablero en que jugaban godos contra romanos y cristianos contra paganos. 

Mientras Bonifacio y Aecio se zurraban la badana Placidia siguió enclaustrada en su palacio de Rávena litigando contra las heterodoxias. Tal vez fuese consciente de que sólo la Iglesia sobreviviría a la catástrofe del mundo romano. En aquel Imperio occidental anquilosado y saqueado, hundido demográficamente y prácticamente reducido a la bota italiana con unos cuatro o cinco millones de habitantes eximidos de reclutamiento, dependientes y esquilmados por los señores de la guerra y las fuerzas mercenarias, cualquier innovación podía contemplarse con recelo, como gota que colmaría el vaso.

Cuando sintió que la muerte se acercaba, Placidia trasladó su corte a Roma, cuyo papa León I era más un Jefe de Estado que un teólogo. Placidia sabía que el verdadero sucesor sería el Jefe de la Iglesia y que los próximos funcionarios territoriales serían sus obispos. Expiró antes de cumplir los sesenta, el veintisiete de noviembre del 450 mientras los hunos de Atila entraban en Aquicum (Budapest). 

Su cuerpo embalsamado fue llevado a Rávena y colocado en un sarcófago en la Iglesia de los Santos Nazario y Celso. Su mausoleo es uno de los monumentos más extraordinarios que nos han llegado desde aquel siglo convulso. Allí permaneció su momia, visible por una rendija durante mil años, hasta que un idiota en 1577 para verla mejor acercó una antorcha a la abertura, los mantos ardieron y los restos mortales de Placidia fueron definitivamente reducidos a ceniza.

 

El mural pintado por Bohemio en la fachada principal
del centro temático de Las Termas de Alameda.

Paulo Orosio en su Historia contra los paganos (417) nos presenta a Gala Placidia como "una mujer de agudo ingenio y espíritu religioso" cuyo influjo en el gobierno del Estado fue tan beneficioso como favorable. Otros cronistas e historiadores próximos a su tiempo corroboran este perfil. Sin embargo, tiempo después, ya entrado el siglo VI comenzó a extenderse, con fines interesados e interesantes para Constantinopla, la imagen devaluada de una gobernante débil que favoreció la desintegración del Imperio occidental. Esta "mala prensa" justificaba que Bizancio arremetiese manu militari contra Italia, África e Hispania.

***

El músico español Jaume Pahissa escribió la opera Gal·la Placidia en 1913, basada en la tragedia del mismo nombre del poeta y dramaturgo Ángel Guimerá.

En la actualidad el artista malagueño Juan María Rivero 'Bohemio' ha llevado esta relevante figura romana al pueblo de Alameda a través de la recreación de los mosaicos de su mausoleo en Rávena.

Pablo Fuentes Hinojo ha publicado una biografía extensa de Gala Placidia (ed. Nerea, 2004).

Rosa de la Corte, profesora gaditana, publicó en 2016 una novela protagonizada por Gala Placidia. Memorias de una reina (Hélade ediciones).

Otras fuentes además de las citadas: Indro Montanelli y Roberto Gervaso. Historia de la Edad Media, Debolsillo, Barcelona 2002.

martes, 6 de septiembre de 2022

AMALASUNTA


Amalasunta, cabeza de mármol



Tigre soy, que al viento alcanza
y con materna afición
he de seguir la venganza
de mis hijuelos, que son
el honor y confïanza.

Amalasunta. Jonarda III de
Las lises de Francia, del occitano
Antonio Mira de Amezcua.


A principios del 494 el rey ostrogodo Teodorico había conquistado Italia, o lo que quedaba de ella. Y se instaló en Rávena tras degollar a su rival Odoacro exterminando a toda su familia. Aunque se había educado en Bizancio, o habían intentado domesticarle, la espada era su juguete favorito y salió de la escuela griega como analfabeto funcional, aunque hablaba latín y chapurreaba la lengua helénica. Había crecido entre guerreros de origen nórdico y se había acostumbrado a dormir en una tienda, junto a su caballo. Su "larga marcha" hacia Italia con todo su pueblo (alrededor de un cuarto de millón de personas con cincuenta mil hombres armados) la hizo invitado a ello por el emperador bizantino Zenón, que daba el imperio de Occidente por perdido y quería liberar los Balcanes quitándose a los godos de encima.

Teodorico mantuvo la estructura administrativa romana, o lo que quedaba de ella, reduciendo, eso sí, el número de funcionarios. Entregó tierras a su pueblo, que tendía ya a abandonar el nomadismo y a hacerse agricultor. Sus biógrafos suelen considerarle un hombre justo, aunque no integrador; se sirvió de los romanos para enriquecer el tesoro godo y gobernar Italia, sin contemplaciones. Nombró secretario al historiador y ornitólogo Casiodoro y colaboradores civiles a Símaco y Boecio, que era yerno del primero.

Manlio Torcuato Severino Boecio (475-524) era romano de pura cepa y traductor del Organon de Aristóteles, que serviría de manual de Lógica durante toda la Edad Media, Teodorico le nombró cónsul, maestro de oficios y primer ministro. Por desgracia, Boecio se vio complicado en una conjura contra el emperador orquestada por el pontífice y ciertos senadores que se entendían con Bizancio y fue condenado a muerte por traición, magia y espiritismo. Encerrado en la cárcel de Pavía, el 23 de octubre fue ejecutado. En su celda quedó el manuscrito de Consolatione Philophiae, escrito en un hermoso latín. Todavía se discute si la espiritualidad de este libro, que fue best-seller en la Edad Media, es cristiana o pagana.

Teodorico, apodado El Grande, conservó los monumentos que pudo. Su condición de guerrero no le impedía cultivar con esmero flores en su jardín. Murió con setenta y dos años. Su mausoleo en Rávena es una síntesis de arquitectura romano-bárbara, que emula el Panteón romano. Indro Montanelli dice de él que fue el primer bárbaro que supo elevarse por encima del nivel de un simple jefe de tribu, de confesión arriana, sus godos llevaron a Italia, junto al carácter selvático y supersticioso de la horda, el sentido del honor, el culto a la mujer y un cierto espíritu aventurero y caballeresco. En Pavía, sintiéndose morir, convocó a sus condes y a su hija Amalasunta, viuda de Eurico y madre de Atalarico.

Árbol genealógico de Amalasunta



Amalasunta tenía suficiente carácter para haberse casado en secreto con un esclavo llamado Traguilla, que fue ejecutado por su madre, Audofleda (hija de Clodovedo I, rey merovingio de los Francos), cuando sorprendió a la pareja in fraganti. La casaron en 515 con un noble ostrogodo procedente de la Hispania visigoda, Eurico, que la dejó viuda poco después. Convertida en regente por la minoría de edad de su hijo Atalarico, no tuvo inconveniente en hacer asesinar a tres nobles godos de los que sospechaba que conspiraban contra su gobierno. Los tiempos eran violentos, pero Amalasunta era también, además de fuerte y dominante, una mujer culta y hermosa. Hablaba latín y griego, además de lenguas germánicas, conocía a los clásicos y amaba la filosofía.

Nombró primer ministro al romano Casiodoro y suavizó las penas legales con indulgencia promoviendo el retorno a la civilidad. Rehabilitó la memoria de Símaco y Boecio. Seguramente debemos a ella la salvación de la Consolación de Filosofía (Filosofía a la que personificó el autor como una dama sabia). Y devolvió a los hijos de aquellos los bienes que le habían sido confiscados. Subió el salario de los maestros de Retórica (profesores de Humanidades) y fundó nuevas escuelas. Se reconcilió con el pueblo romano y con el Senado y confió la educación de sus hijos a preceptores latinos, impregnada como estaba de su civilización. Los señores godos de la guerra protestaron, para ellos un rey debía ser ante todo un guerrero, a ser posible casi analfabeto como Teodorico. Obligaron a la reina a despedir a los maestros romanos y a entregarles al niño, que murió con dieciocho años sometido a toda clase de excesos.
Figurín de A. Gandaglia para I Goti (1873)


Entonces Amalasunta asoció al trono a su primo Teodato (algunos pinensan que se desposó con él). Sentía simpatía por él porque había estudiado filosofía en Roma y escrito un ensayo sobre Platón. Teodato poseía un castillo en la Toscana y vastas propiedades, que había conseguido mediante la violencia. Pronto se dio cuenta la reina de que bajo el disfraz del intelectual subyacía el pelo de un bárbaro que le detestaba.

Temiendo por su vida y la de sus hijos decidió huir a Bizancio, pero su nave fue abordada por los soldados de Teodato y ella arrestada y conducida a la torre de una isla del lago de Bolsena, donde aún refrescan su memoria. Amenazada de muerte, firmó una carta diciéndole al emperador de Bizancio que había cambiado de idea y quería permanecer en Italia. Después, Teodato dio orden de que la mataran. Amalasunta fue estrangulada mientras dormía en el año 535. Procopio afirma que su muerte fue lamentada por godos y romanos. No obstante, su asesinato ofreció al emperador del Imperio Oriental, Justiniano, un buen motivo para intervenir y reconquistar la península italiana.




Su hija Matasunta casó con Vitiges, rey de los ostrogodos, mientras los Bizantinos invadieron Italia. Fue capturada por el famoso general Belisario y pasó en Constantinopla el resto de su vida. Cuando enviudó, Matasunta casó con el patricio Germano, primo del emperador Justiniano, al que dio un hijo.

***
Notas

- Las Cartas de Casiodoro y las Historias de Procopio y Jordanes son la principal fuente de información sobre Amalasunta (o Amalasuntha, Amalasuentha, Amalawintha, Amalasuintha...). 
- Cfr. Indro Montanelli y Roberto Gervaso. Historia de la Edad Media (Debolsillo, Barcelona 2002).
- Sobre el personaje Amalasunta, el dramaturgo Antonio Mira de Amescua (1577-1644) escribió el drama más o menos histórico Las lises de Francia.

viernes, 12 de agosto de 2022

SEMBLANZA DE CARMEN DE BURGOS



COLOMBINE Y SU PERSONAL ENCOGIMIENTO DE HOMBROS

Debo a mi viejo amigo el profesor José Heras el interés por Colombine, seudónimo literario de aquella mujer extraordinaria que anduvo siempre mirando al Sol (el bien común y la justicia) sin escuchar los perros que ladraban a su paso…, ni siquiera a los que meneaban, halagadores, la cola -como ella misma dejó escrito. Me refiero a Carmen de Burgos Seguí (1867-1932), almeriense a la que consideramos hoy la primera periodista profesional y corresponsal de guerra española. Mi amigo me envió el artículo “A vuela pluma” que dicha autora publicó en El Radical de Almería, el cuatro de abril de 1909, como requerido retrato de sí misma.

¡No tiene desperdicio! Contrasta nuestra periodista la confesión cristiana con la expresión artística, hija de esa necesidad que nos impulsa a desgarrarnos el alma y verterla sobre papel y que exige, como el sacramento o la confidencia amorosa, sinceridad, que es también requisito “de quien entrega las exquisiteces de su intimidad bajo el disfraz de un libro”.

Carmen fue anticlerical declarada, pero sobre todo se oponía al fanatismo de los “neos”. Estaba convencida de que España padecía una “plaga de frailes” y no sentía ningún afecto por la “doctrina de Loyola”. En su crónica “Por Europa” definió a Pio X como “Pontífice de los carcas”. Estas posiciones le valieron vetos, calumnias y repudios inmerecidos.

Carmen debe definirse “a vuela pluma”, pero enseguida se ríe en su artículo de la unidad del yo, porque lleva dentro muchos yoes: hombres, mujeres, chiquillos viejos…, y les deja hacer a cada uno lo que le dé la gana porque “¡todos son buenas personas!”, aunque reconoce que a veces, imprudentes, obran con ligereza y deben arrepentirse. Entonces interviene ella, Carmen, consuela al culpable y despierta a los demás para que lo aturdan con sus cantos. Es como decir que no consiente que ninguna manía la ciegue.

Tras esta introspección humorística y surreal la autora confiesa que envidia las vidas sencillas porque la suya no lo es; a ella le gusta lo impensado e incierto, le atrae lo desconocido… Si fuese rica, no tendría casa y viajaría siempre, respirando el aroma de las cosas sin analizarlas. 

Y confiesa que ha sufrido mucho (su temprano matrimonio fue un desastre, su marido adúltero la maltrató y sus tres primeros hijos fallecieron prematuramente). Reconoce que ha padecido hasta haber experimentado el placer del sufrimiento… “Se me desbordó el pecho en amor, en placer, en esperanzas…, en anhelo de bien y de justicia… ¿Qué más da? Lo hermoso es sentir la vida”. Sin embargo, afirma que se libró de excitar la morbosidad del dolor y que “hoy” (abril de 1909, en diciembre cumpliría Carmen los cuarenta y dos años) su gesto favorito es el encogimiento de hombros, a sabiendas de que hay pocas cosas que merezcan nuestro apasionamiento…

“Ni soy ambiciosa, ni me importa el juicio ajeno. La calumnia se estrella a mis pies, lamiéndolos mansamente como el agua del mar a las rocas inquebrantables”. 

Hace gala Colombine de su independencia, de su odio a la hipocresía… 

“Jamás pensé en el medro personal a costa de mi libertad o de adjurar de mis convicciones”.

María del Carmen Ramona Loreta de Burgos Seguí fue la primogénita de diez hijos de José de Burgos y Nicasia Seguí. El padre poseía tierras, minas y el cortijo La Unión. Se crió en Rodalquilar, lindo valle almeriense, oculto en las últimas estribaciones de Sierra Nevada, a la orilla del mar, frente a la costa africana. Allí, “nadie me habló de Dios ni de Leyes y yo me hice mis leyes y mi Dios. Allí sentí la adoración del panteísmo, el ansia ruda de las ofertas nobles, la repugnancia a la mentira y los convencionalismos”. Cuenta, sin embargo, de qué manera descubrió en la gran ciudad las pequeñeces y miserias de los hombres. La anemia, la prostitución y otras enfermedades (del cuerpo y del espíritu) imperan en las grandes ciudades cuando se pierden los frutos de la Naturaleza en las selvas vírgenes donde para todos hay aire y sol (parafraseo). Y cito:

“El progreso verdadero de los pueblos está en la Ética. Nada de ñoñeces ni convencionalismos… que los derechos individuales acaben en donde principia el dolor ajeno. Será obra de Siglos (…). Vale más ser buenos que ser artistas”.

 No obstante esta afirmación antiesteticista, Colombine, desengañada por la injusticia del mundo, afirma en el mismo artículo que ya no cree sino en el Arte y no siente amor sino por los artistas, aunque en la ciudad también encontró almas leales y no dejó nunca que el odio calase en su alma… Nada de falsa modestia:

“Los fuertes escondemos en la piedad del perdón el concepto de inferioridad de los que nos ofenden”.

El mismo año del artículo de marras, Carmen de Burgos inició una larga relación intelectual y amorosa con Ramón Gómez de la Serna, veinte años más joven que ella. Colaboraban periodísticamente, escribían al alimón y se paseaban juntos por los cafés de la Puerta del Sol animando tertulias hasta medianoche. Un año antes, en 1908, fundó Colombine la Alianza Hispano-Israelí, en defensa de la comunidad sefardita internacional: “Conmueve el amor que guardan a la ingrata tierra española; ver cómo conservan nuestro viejo romance y nos contestan con voces hermanas”. La autora dio espacio a dichas voces en la Revista Crítica por ella fundada, en la que les dedicaba una sección.

Traductora, prologuista, conferenciante, maestra de sordomudos… Confiesa que sus penas como profesora fueron dos: 

“la imbecilidad de gentes inferiores que dirigen a los que valemos más que ellos… y haber visto un día un sitio vacío en el banco que ocupaba una pobre alumna pálida… ¡La mató la Primavera!”.

Literariamente, Carmen de Burgos se definió como “naturalista romántica”. Sus cuentos fueron traducidos al francés, alemán, italiano…, sus artículos, ¡miles!, atravesaron fronteras. Publicó ensayos y novelas (Puñal de claveles, sobre un crimen en Níjar, que inspiró las Bodas de sangre de Lorca) y hasta un libro de cocina y una colección de coplas populares. Tras su experiencia como corresponsal en la Guerra de Melilla, publicó un artículo “¡Guerra a la guerra!” en el que defendía a los pioneros de la objeción de conciencia. Hizo campaña por la legalización del divorcio, lo que le valió la admiración del rondeño Giner de los Ríos, maestro de maestros del pensamiento liberal español, y la complicidad de Blasco Ibáñez, pero algunos conservadores buscaron desacreditarla, aunque salió bastante indemne de aquellas trifulcas.

Con la República se afilió al Partido Republicano Radical Socialista y en noviembre de 1931 ingresó en la masonería fundando la logia Amor de la que fue gran maestre. Cuando cayó enferma durante un curso sobre educación sexual en 1932, fue atendida por su amigo Gregorio Marañón, lamentablemente sin éxito. Falleció con sesenta y cuatro, el nueve de octubre de ese año. A su sepelio acudieron los principales políticos e intelectuales del momento. Por desgracia, el franquismo hizo desaparecer su nombre y obra de manuales, bibliotecas y librerías. Tampoco la democracia ha sido demasiado generosa con su figura y con su extraordinaria obra, siendo a veces relegada a la condición de “amante” de Ramón Gómez de la Serna.

Contraria a cualquier tipo de fanatismo, Carmen de Burgos (Colombine, Perico el de los Palotes, Marianela, etc.) termina su autobiografía “a vuela pluma” haciendo alarde de femineidad, del amor a su hija “una preciosa gitanilla”, y afirmando que no desdeña 
“las labores propias del sexo y entretenerme fácilmente con nimiedades que no entienden los genios. Aparte de que me gustan los cintajos y los trapos y no me suena mal algún piropo, aunque no sea literario”.
Aunque hoy sea considerada abanderada del “feminismo”, a Carmen de Burgos no le gustaba el término. Definía así su vindicación en La mujer moderna y sus derechos (1927):
“No es la lucha de sexos, ni la enemistad con el hombre, sino que la mujer desea colaborar con él y trabajar a su lado”.

Del autor:

https://www.amazon.com/-/e/B00DZLV35M
https://dialnet.unirioja.es/servlet/autor?codigo=1636897
https://aafi.es/NOCTUA/noctua00.htm


martes, 9 de agosto de 2022

PUELLAE DOCTAE. Luisa de Medrano

 

"Profetas y Sibilas" de Juan Soreda, h. 1530. Atienza.

Durante el siglo XV las mujeres fueron ganando consideración, autoridad, prestigio y libertad, mientras decaía la misoginia medieval. La cultura cortés revalorizó la educación femenina y muchas doncellas brillaron en las redescubiertas humanidades y descollaron en el dominio de las lenguas clásicas y el pensamiento renacentista. Fueron apodadas por sus contemporáneos puellae doctae, doncellas doctas o chicas sabias

En su Historia, ó pintura del carácter, costumbres, y talento de las mujeres en los diferentes siglos, escribe Monsieur Tomas, de la Academia francesa (Madrid, 1773): "El siglo XVI, que vio nacer y ventilarse esta cuestión [la cuestión de la igualdad o superioridad de los sexos] fue quizá la época más brillante para las mujeres". Cornelio Agripa, médico, filósofo y alquimista publicó en 1509 su tratado De la excelencia de las mujeres sobre los hombres. No es pertinente denunciarle por hipócrita porque entonces le conviniera hacer la corte a la famosa Margarita de Austria, gobernadora de los Países Bajos, aunque dejamos constancia del hecho. 

En Italia, el cardenal Pompeo Colonna, el Porcio, el Lando, el Dominichi, el Maggio, el Bernardo de Spina y otros escribieron sobre la perfección de las mujeres. Según Monsieur Tomas, la más singular obra de este género es la de Ruscelli, publicada en Venecia en 1552, que excogitó nuevas pruebas sobre la superioridad de las mujeres copiando además los argumentos aportados por Agripa. 

Modesta di Pozzo di Zorzi todavía en 1592, nada modesta, sostenía la superioridad de su sexo, con gran éxito póstumo. Ya en el XVII hay noticia de un Elogio de las mujeres publicado en España por Juan Espinosa que las celebra -dice Monsieur Tomas- "con toda la imaginativa de su país y con toda la majestad de su lengua". En Francia, Madamisela de Gournay, elogiada por Montaigne, escribió también a favor de su sexo, pero más modesta o menos temeraria, limitó sus pretensiones y se contentó con la igualdad.

Por supuesto, las Puellae doctae eran hijas de aristócratas o de profesionales liberales: médicos, escribanos, abogados, altos funcionarios..., y crecían en ambientes favorables y prósperos donde podían contar con ocio creativo y "habitación propia", con buenos maestros y acceso a bibliotecas particulares, verdadero lujo en el tiempo de los incunables.

Isabel I de Castilla, amiga de las artes y de las letras, practicó cuanto pudo el mecenazgo y favoreció el estudio y erudición femenina en su corte y en las universidades de su reino, igual que su colega María de Portugal. Entre las lecturas favoritas de la reina, que ya madura quiso completar su formación en latín, estaba la obra de Cristina de Pisa (o de Pizan), poeta y filósofa francesa fallecida en 1430, autora del Livre de Trois Vertus or le Tresor de la Cité de Dames (1405), famoso en la llamada "Querelle des femmes". 

Del triunfo de la monarquía en España escribe el padre Pedro Lamoyne en su Galería de mujeres fuertes (Madrid 1794) que no se debió a Fernando, príncipe astuto pero “tímido y sedentario” y dependiente del consejo de sus tenientes, ni a Carlos Quinto, “capitán feliz y atrevido…, tan grande en campaña como en gabinete…, señor y artesano en todas sus empresas". Tal obra no fue ni del tímido ni del conquistador, sino del espíritu y de la animosidad de Isabel de Castilla, y la prueba es su edificio de Estado, que se extiende a dos hemisferios y “abraza la naturaleza descubierta y la que está por descubrir… Nada hubo que no fuese grande y heroico en todas las empresas de su vida. Todos sus días fueron de trabajo”. 

Privada tempranamente de las ternuras y dulzuras de su padre y de su madre, dice Lamoyne que Isabel “mamó menos leche que médula de león en sus primeros alimentos”, que en su infancia severa y disciplinada “se adiestró en la adversidad y aprendió a vencer a la fortuna”, que tuvo que lidiar con la malquerencia de su hermano Enrique como la palma tierna que resiste al vendaval, que fue “oráculo doméstico de Fernando y visible inteligencia de su consejo”, que aseguró la unidad de su reino, conquistó Granada y envió su fortuna con Colón “en busca de un cielo escondido y una naturaleza desconocida”. Isabel patrocinó la Biblia Complutense de Cisneros, mucho antes de que el torrente de plata y oro de las Indias se derramara desde el Guadalquivir por Europa, porque “no son los grandes medios los que hacen cosas grandes, sino las grandes almas”.



La reina católica incorporó a su corte a profesores de la universidad de Salamanca y Alcalá, y a eruditos italianos. Las puellae doctae fueron educadas en la corte por los maestros de la Escuela Palatina: Diego de Deza, Elio Antonio de Nebrija, Pedro Mártir de Anglería… Los estudios incluían lectura, escritura, música, canto, danza, natación, esgrima, arco, ballesta, latín, oratoria, ajedrez y juego de pelota. La hija de Elio A. de Nebrija colaboró con su padre en la redacción de la primera Gramática Castellana y a la muerte de este en 1522 le sustituyó en la cátedra de Retórica de Alcalá de Henares. Se dice que la humanista Beatriz Galindo, apodada la Latina, talento precoz, instruyó a la reina en la lengua de los césares. También destacó Juana de Contreras, alumna de Lucio Marineo Sículo, que la describió como “de muy claro ingenio y singular erudición”. Se escribía con el maestro en elegante latín y conferenció en Salamanca. No obstante, el caso más extraordinario y enigmático puede que sea el de Luisa de Medrano (1484-1527).

Posible retrato de Luisa Medrano
como Sibila Samia

Luisa de Medrano Bravo de Lagunas Cienfuegos nació en Atienza, actual provincia de Guadalajara. Su padre, don Diego López de Medrano, señor de San Gregorio, murió en 1487 en la toma del castillo de Gibralfaro durante la campaña de la reconquista de Málaga a las órdenes de Fernando el Católico. Su madre, Magdalena Bravo de Lagunas, era tataranieta de Guzmán el Bueno y prima hermana del capitán comunero de Segovia Juan Bravo de Lagunas, siendo Luisa la séptima de nueve hijos alumbrados por Magdalena, la cual, ya viuda, fue acogida con sus vástagos en la corte de los Reyes Católicos. Se contaba que los Medrano procedían de un príncipe árabe converso a la causa cristiana en tiempos del rey Ordoño.

El caso es que, protegida por Isabel, Luisa recibió una educación esmerada y fue poetisa, pensadora y profesora. Sin embargo, tal vez por la participación de Juan Bravo y otros familiares en la rebelión de los comuneros, Carlos I mandó censurar su nombre y condenó su actividad y obra al olvido (damnatio memoriae, que la llamaron los romanos).

Sin embargo, en su Opus Epistolarum de 1514, Lucio Marineo Sículo se refiere a Luisa Medrano llamándola "Lucía" -no sabemos si por error voluntario o involuntario- y la describe como “una mujer llena de gracia y belleza, y en plena juventud. He aquí a una jovencita de bellísimo rostro que aventaja a todos los españoles en el dominio de la lengua romana”. Y, antes de despedirse de ella en su epístola poniéndose a su disposición, el humanista siciliano añade: 
“Te debe España entera mucho, pues con las glorias de tu nombre y de tu erudición la ilustras. Yo también, niña dignísima, te soy deudor de algo que nunca te sabré pagar. Puesto que a las Musas, ni a las Sibilas, no envidio; ni a los Vates, ni a las Pitonisas. Ahora ya me es fácil creer lo que antes dudaba, que fueron muy elocuentes las hijas de Lelio y Hortensio, en Roma; las de Stesícoro, en Sicilia, y otras mujeres más. Ahora es cuando me he convencido de que a las mujeres, Natura no negó ingenio, pues en nuestro tiempo, a través de ti, puede ser comprobado, que en las letras y elocuencia has levantado bien alta la cabeza por encima de los hombres, que eres en España la única niña y tierna joven que trabajas con diligencia y aplicación no la lana sino el libro, no el huso sino la pluma, ni la aguja sino el estilo”.
El bibliotecario Juan Bautista Cubíe en su tratadito Las mujeres vindicadas de las calumnias de los hombres, con un catálogo de las Españolas que más se han distinguido en Ciencias y armas (Madrid 1768) recoge bajo el nombre de Lucía Medrano: “natural de Salamanca, fue mujer de grande erudición y elocuencia, según se manifiesta en la carta que le escribió a Lucio Marineo Sículo, y está copiada en la Biblioteca de Nicolás Antonio”.

Es posible que Luisa Medrano Bravo fuese retratada bajo el nombre de Sibila Samia en una tabla de Juan Soreda conservada en Atienza, su ciudad natal a pesar de lo que dice Cubíe, que en aquel tiempo dependía de Soria. 

Luisa murió muy joven, pero es seguro que dejó alguna obra escrita, poética o filosófica, que por desgracia hemos perdido. Un instituto lleva su apellido en Salamanca, igual que un premio internacional ofrecido por la comunidad de Castilla-La Mancha a la Igualdad de Género. 

En 1935 la estudiosa alemana Thérese Oettel quiso confirmar que a principios del XVI ejercieron mujeres en las cátedras de las universidades españolas y escribió Una catedrática en el siglo de Isabel la Católica: Lucía de Medrano, que es obra de referencia. A pesar de lo cual, investigadores e investigadoras han negado este estatuto de la joven Medrano. Eruditos posteriores que sí la reconocen como profesora universitaria en Salamanca han sido González Dávila (1650), Nicolás Antonio (1672), Bernardo Dorado (1776), Clemencín (1821), Manuel H. Dávila (1849) y hasta Menéndez Pelayo (1896). 

El hermano de Luisa, Luis de Medrano, fue rector de la universidad de Salamanca (1511-1512), como Pedro de Torres, quien afirma en su Cronicón: “el día 16 de noviembre de 1508, la hija de Medrano lee en la cátedra de cánones”. Puede que sustituyera ese año a Nebrija, que se trasladó a la universidad de Alcalá de Henares. Es una lástima que la literatura de esta y otras importantes humanistas del Renacimiento español, puellae doctae, mujeres doctas y ejemplares, no se nos halla conservado.

Fuentes

Borregero Beltrán, Cristina. "Puellae doctae en las cortes peninsulares", Universidad de Burgos, disponible en la Red (Dialnet).

“Lucía de Medrano, la primera mujer catedrática de la historia”, https://www.teinteresa.es/espana/Lucia-Medrano-primera-catedratica-historia_0_988102921.html

“Luisa de Medrano, profesora de Universidad y poetisa del siglo XVI”, por María Sol Antolín Herrero: https://eldiariofeminista.info/2021/05/29/luisa-de-medrano-profesora-de-universidad-y-poetisa-del-siglo-xvi/

“Luisa de Medrano, primera mujer en una cátedra de universidad (1484–1527)”, por Luis Núñez Burillo y Ginel de Medrano: https://lavozdetomelloso.com/33370/luisa_medrano_primera_mujer_catedra_universidad_14841527

Wikipedia: Luisa de Medrano.

Más las obras que aparecen con sus iconos de portada, ilustrando este artículo.

martes, 21 de junio de 2022

LYNN MARGULIS Y LA SIMBIOGÉNESIS

 

Lynn Mangulis (1938-2011)


Lynn Margulis nació en Chicago y fue una destacada bióloga estadounidense. Estudió en profundidad las células eucariotas (del griego 'eu-', bien, y 'karyon', nuez), es decir, las que cuentan con un núcleo celular organizado cuya envoltura contiene ADN. Las células eucariotas se distinguen de las procariotas porque estas, más antiguas que aquellas, carecen de núcleo definido y su material genético se halla disperso por el citoplasma. Los organismos con células eucariotas se llaman eucariontes. Nosotros, sin ir más lejos, somos eucariontes.

El paso de la célula procariota a la eucariota fue tan decisivo como el origen mismo de la vida porque las células con núcleo posibilitaron la aparición de organismos pluricelulares. La membrana nuclear habría sido resultado de una invaginación de la membrana celular. A parte de las primitivas células procariotas (quinto reino de seres vivos), los cuatro reinos restantes son el resultado de este salto cualitativo, así como la extraordinaria biodiversidad que le siguió. El taxón Eukaryota incluye también organismos unicelulares, microscópicos: microsporidios, protozoos, levaduras, mohos... 

Animalia, Plantae, Fungi y Protista son los cuatro reinos de seres con células eucariotas. "Protista" es "un cajón de sastre" para incluir a los seres que no son ni animales, ni plantas ni hongos y por tanto no pueden clasificarse dentro de los otros tres reinos. Animales, plantas y hongos descienden de diferentes grupos de protistas tanto unicelulares como pluricelulares.

Pues bien, esta ordenación de los "Cinco Reinos" de la vida resultó bastante nueva y se debe a la teoría mejor confirmada o más difundida sobre origen de la célula eucariota que es la de la endosimbiosis seriada propuesta por Lynn Margulis. "Endo" significa dentro y "simbiosis" refiere a la relación de beneficio mutuo entre dos organismos. Puede que uno de ellos fuese parásito del otro y luego llegaran a ser mutualistas. "Si no puedes con el enemigo, únete a él". Los gérmenes pueden enfermar a un organismo, pero también convertirlo con el tiempo en una nueva especie. Margulis insistió en que las bacterias son las principales responsables de la transformación química de la bioesfera.

Antes de ella, la teoría consolidada de la evolución, llamada Síntesis consolidada moderna, explicaba el surgimiento de nuevas especies por mutaciones azarosas. Sin embargo, tras sus estudios y experiencias, Margulis insistió en que la acumulación de mutaciones no desemboca en el surgimiento de nuevas especies, ni siquiera de nuevos órganos o nuevos tejidos....

"Demostraremos aquí que la fuente principal de variación hereditaria no es la mutación aleatoria, sino que la variación importante transmitida, que conduce a la novedad evolutiva, procede de la adquisición de genomas. Conjuntos enteros de genes, e incluso organismos completos con su propio genoma, son asimilados e incorporados por otros. Es más, demostraremos también que el proceso conocido como simbiogénesis es el camino principal para la adquisición de genomas".

Lynn Margulis y Dorion Sagan, Captando genomas. Una teoría sobre el origen de las especies. Editorial Kairos, 2003
Por supuesto que Margulis valora la extraordinaria y revolucionaria aportación de Darwin, pero también rescata la figura y teoría de Lamarck. Según la teórica de la simbiogénesis, el mismo Darwin tuvo que acabar inventándose una explicación lamarckiana -su hipóteis pangenética- para explicar el origen de las variaciones heredables que hoy también estudia la epigenética. El hecho es que se da, se ha dado en la historia de la vida, la herencia de características adquiridas durante la existencia de los ancestros, como suponía Lamarck.

Según la teoría de Margulis de la Endosimbiosis seriada, la simbiogénesis, es decir el intercambio mutualista de simbiontes, habría sido la principal causa de novedad y la principal fuente de diversidad biológica, no la mutación genética. En contra de la ortodoxia neodarwiniana que apoya la actual teoría de la Síntesis evolutiva moderna, Margulis indicó que las mutaciones son en un 99'9 % dañinas para el organismo, no considerándolas como el principal origen de las novedades evolutivas. La Teoría de la endosimbiosis, de confirmarse, pondrá fin a cien años de dominio de la Síntesis evolutiva moderna, y su alcance está todavía por ver y por dar sus frutos.

Especialmente interesante fue también la intensa colaboración que Margulis mantuvo con el químico James Lovelock, autor de la hipótesis Gaia, que considera la Tierra como un super-organismo capaz de autorregularse y que ordena su superficie de modo muy diferente a como lo haría un planeta similar en tamaño y posición relativa respecto al Sol, pero carente de vida...

"Lovelock postula que tanto la composición química de la atmósfera, como su temperatura global, la salinidad de sus océanos y la alcalinidad de la superficie de éstos (pH 8,2), no son parámetros aleatorios, sino que presumiblemente vienen regulados por el metabolismo de la suma de la vida sobre la Tierra. Esta clase de modulación global no significa que la superficie de nuestro planeta sea el equivalente a un organismo, porque, a diferencia de la biosfera, no puede sobrevivir de sus propios residuos ni respirar sus propias excreciones gaseosas. Sin embargo, la superficie de la Tierra sí presenta algunos rasgos propios de los organismos. Está construida en gran medida a base de células que se reproducen, toma sus nutrientes del agua y produce incesantemente residuos. Ambos entran en asociaciones ecológicas, en ocasiones simbióticas, absolutamente necesarias para el reciclado de residuos, lo cual determina que el reino celular se expanda. El resultado consiste en que, con el paso del tiempo, el medio ambiente se vuelve cada vez más organizado, diferenciado y especializado".

L. Margulis & D. Sagan, Ibidem.
Lynn Margulis demostró que la colaboración
mutualista lleva al éxito evolutivo

***

Efraim Pavlov – Lynn Petra Alexander (1938-2011) nació en Chicago en el seno de una prominente familia judía. Fue aceptada en la Universidad de Chicago con 15 años y se licenció cuatro años más tarde. Ese mismo año se casó con Carl Sagan, en camino de convertirse en científico de renombre mundial. Tenía veinte años y adquirió según ella al mismo tiempo: "un título, un marido y un más duradero escepticismo crítico". 

De la universidad de Chicago dijo que "allí la ciencia facilitaba el planteamiento de las cuestiones profundas en las que la filosofía y la ciencia se unen". (Lo que hoy llamamos Consiliencia, más una aspiración que un logro de nuestra cultura, por desgracia dividida entre una tecnociencia sin humanidad y un humanismo sin realidad). 

Espiroquetas de Treponema Pallidum.



Interesada por las bacterias, completó su formación en Wisconsin, obteniendo su maestría en genética y zoología, más un doctorado en Berkeley. Se divorció y se casó con otro científico que le prestó el apellido Margulis. Lo mantendría, aunque también se divorció de él. Fue brillante y rebelde profesora (contra el dogmatismo de la teoría evolucionista dominante) en distintas universidades. Interesada por las bacterias, que hasta ella eran consideradas como meros gérmenes patógenos, se percató de su importancia evolutiva, dándose cuenta de la relevancia del mundo microbiano en la evolución. Rescató la obra de científicos olvidados hasta plantear la hipótesis de que las partes no nucleadas de las células eucariotas eran formas evolucionadas de bacterias anteriormente libres.

Su artículo de 1967 “Sobre el origen de las células mitosas” (Origin of Mitosing Cells) fue rechazado inicialmente por quince revistas y suscitó una gran controversia antes de ser confirmado experimentalmente en 1978. El artículo se convirtió luego en libro, publicado depués de numerosas resistencias, por Yale University Press: Origin of Eukaryotic Cells (1970). 

Ya reconocida por sus descubrimientos, fue distinguida con numerosas condecoraciones. Perteneció tanto a la Academia de Ciencias de EEUU como a la Academia Rusa de las Ciencias. Nombrada doctora honoris causa por las universidades de Valencia, Vigo, Autónoma de Madrid y Autónoma de Barcelona, en colaboración con esta última realizó trabajos de microbiología en el Delta del Ebro.

Con la ayuda de su hijo, Dorion Sagan, Margulis ha publicado amenos libros de divulgación científica y la abreviatura "Margulis" se emplea hoy como autoridad en la taxonomía zoológica actualizada.

Su clasificación de la vida en cinco reinos agrupados en dos grandes taxones: bacterias y eucariotas ha hecho historia y hoy es ampliamente admitida. Antes de su muerte, provocada por un derrame cerebral, estudiaba las espiroquetas y su protagonismo en procesos simbióticos. Dimaris Acosta, catedrática de biología en la universidad de Puerto Rico, la celebró por mezclar biología y humanidades. Más que científica, Lynn Margulis fue una sabia de nuestro tiempo.


lunes, 2 de mayo de 2022

IRIS MURDOCH


"Nos descubrimos en nuestras aflicciones"
Iris Murdoch. La máquina del amor...


Ni Ferrater Mora ni Patricio Lóizaga nombran a Iris Murdoch (1919-1999) en sus diccionarios. Tampoco aparecen sus obras filosóficas en el gran Diccionario-resumen de la editorial Ariel (2004). La Wikipedia la describe más como escritora que como filósofa, "más conocida por sus novelas". Publicó veintiséis novelas, pero también escribió ensayos, teatro y poesía. No dejó nunca de lado la filosofía. En 1977 todavía publica
Por qué Platón desterró a los artistas.

Sus relatos son un mundo bastante exclusivo, como un party benéfico en que los invitados beben jerez y toman canapés sin atiborrarse mientras conversan pacíficamente sobre nuestros principales compromisos y preocupaciones. Amor, muerte, culpabilidad, sexo, amistad, religión, fidelidad, creencias..., son diseccionados con el más fino de los bisturíes y analizados con el más preciso de los microscopios. Sus tramas son rocambolescas y giran alrededor del amor ("nombre último y secreto de todas las virtudes") y de los estropicios sociales que causa el enamoramiento. Sirven para explorar la moralidad de los personajes, su (nuestra) vulnerabilidad, y para plantear y resolver dilemas... En realidad son novelas que tienen mucho de teatro, como los primeros diálogos de Platón, y de dialéctica o filosofía moral. Murdoch imagina para ello situaciones convencionales y líos sentimentales, sin duda con el trasfondo recordado de lo vivido, más unos diálogos ágiles, inteligentes e ingeniosos, generalmente impregnados de humor, a veces negro y hasta cruel, en un ambiente social de alto nivel intelectual, con ecos de clásicos griegos. 

Su éxito como novelista siempre fue acompañado de reticencias como escritora genial o filósofa de mérito. Harold Bloom terminó por incluir a Iris Murdoch en su Genios, declarándose un lector voraz e insomne de la autor irlandesa, a la que sin embargo reprocha algunas carencias, como que sus personajes sean poco convincentes. No puedo estar menos de acuerdo en esto con el maestro Bloom, a pesar de su indiscutida autoridad. Algunos de sus personajes son extraordinariamente complejos, sofisticados, pero eso no los hace inverosímiles. Uno de los hechos que pone de manifiesto la narrativa de Murdoch es que el teatro de sombras de los motivos que explican las acciones humanas es de una insondable ambigüedad. Cuando los realizamos todos nuestros actos nos parecen justificados e inevitables, hasta que descubrimos que fueron contingentes o extravagantes.

Dice también Bloom que Murdoch se preocupaba demasiado por la bondad humana y sin embargo no duda en atribuirle a Iris poderes sobrenaturales y demoníacos, supongo que no lo hace del todo en serio. Como Barthes (El placer del texto), Murdoch pensaba que "la literatura es para disfrutarla, para verse arrebatado por el placer", porque una novela es una ocupación inocente que aparta a la gente de sus problemas y de la televisión, "puede que incluso les mueva a reflexionar sobre la vida humana, los personajes, la moralidad" (v. Estandarte).

Nacida en Dublín, su padre provenía de una familia de granjeros presbiterianos y su madre de otra anglicana de clase media, pero pronto abandonaron Irlanda y se establecieron en Londres donde la futura escritora recibió una buena educación liberal. Leyó a los clásicos, historia, filología antigua y filosofía en Oxford. Murdoch reconoció como maestros, sobre todo, a Donald M. MacKinnon y a Eduard Fraenkel. MacKinnon era un filósofo y teólogo que la inició en los grandes problemas de la filosofía moral. Fraenkel, por su parte, un prestigioso helenista judío alemán que había huido de la Alemania nazi. Antes de la guerra ya mostró la autora su interés por Platón, un filósofo al que sacó de la catacumba académica para revalorizarlo y relacionarlo con los problemas morales que investigó en sus ensayos.

Iris Murdoch, genio del pensamiento universal

Después de la guerra, Murdoch trabajó en Bélgica y Austria para la UNRRA, una institución de Naciones Unidas dedicada a la ayuda de personas desplazadas. Estudió más filosofía como postgraduada en el Newnham College de Cambridge, donde tuvo como maestro a Ludwig Wittgenstein, por cuya filosofía se sintió siempre tan atraída como repelida. Ella misma se difinió como una wittgensteniana neoplatónica. De esa época son las tres conferencias que se recogen en La soberanía del bien (Taurus, 2019)En 1948, devino profesora del St Anne's College de Oxford hasta 1963. Como tal, publicó diversos trabajos, entre los que destaca Sartre, Romantic Rationalist (1953), el primer ensayo en inglés dedicado al filósofo existencialista, al que había conocido personalmente. Algunas de sus compañeras, como Philippa Foot o Elizabeth Anscombe, acabarían siendo filósofas muy influyentes. A lo largo de su vida mantuvo relaciones intelectuales y afectivas con escritores europeos como Raymond Queneau, Franz Steiner –un antropólogo y excelente poeta en alemán– y, sobre todo, con el búlgaro Elias Canetti, al que conoció en 1950.

Murdoch prefirió la ficción, sin renunciar por ello a un pensamiento de profundo alcance como moralista sagaz e irónica. Su primera novela, Bajo la red (1954) tuvo gran éxito. Gonzalo Torné la considera la mejor novelista de Inglaterra entre 1973 y 1978. Dos años después de su primera novela casó con John Bayley (1925-2015), profesor de literatura y también escritor. El matrimonio duró 45 años. Bayley la cuidó hasta sus últimos días. Iris murió en sus brazos, destrozada por el alzheimer. Los síntomas aparecieron en una conferencia que daba en Israel en 1995. Después de su muerte, Bayley escribió una "Elegía por Iris". Dijo de ella: "estoy casado con la mujer más inteligente de Inglaterra y la verdad es que nunca hemos sostenido una conversación seria". Y también: "Sus lágrimas parecen significar todo un mundo interior cuya entrada quiere impedirme y, a la vez, quiere protegerme de él". El viudo da muestra en otras obras autobiográficas del tierno amor y camaradería que les unió. En Una derrota bastante honrosa (2ª, 9), escribe Murdoch sobre "la telepatía del silencio", ese denso y continuo sentido magnético de comunicación que se da en todo matrimonio feliz.

Sin embargo, en algunas de las novelas de su esposa aparece un tipo de personaje masculino de inteligencia privilegiada, prepotente, dominador y con ramalazos de sádica crueldad hacia los que le rodean, quieren y admiran. Según confesión propia, este personaje está inspirado en la figura de Elias Canetti, el pensador y escritor premio Nobel con el que Iris Murdoch tuvo un affaire de tintes sadomasoquistas y al que un crítico describe como gran odiador pero también infalible detector de imbecilidades, verdadero maestro de la ira y de la queja insaciable.

Monty, escritor y protagonista de La máquina del amor sagrado y profano, tal vez tenga mucho de alter-ego de la autora. No puede soportar la destrucción del respeto de sí. Atormentado por la pérdida de su frívola esposa, con la que tampoco era feliz, afirma que "el espíritu puede procurar unas vacaciones de la moral mucho más durables que puede hacerlo el pecado" y a continuación se pregunta si lo que busca es la verdad, la salvación o la bondad..., pareciéndole a veces que estos caminos divergen y sólo se unen concebiblemente en algún punto final que nunca ganará... Por lo menos sabemos que "se puede ver a través del bien. Es transparente. El mal es opaco" (Una derrota bastante honrosa, 1ª, 17).

Kate Winslet interpretando a la joven Iris
en la película de Richard Eyre.


Sus intelectuales bailan con la duda sin caer en "la tontería del relativismo". La verdad de uno parece mostrarse sobre todo, más que en la aburrida teoría, en las tareas cotidianas, en lo que hacemos con respecto sobre todo a nuestras relaciones con los demás, a los cuidados que demandamos y les otorgamos... La verdad y belleza del mundo, en los pequeños detalles (Murdoch lee y se deja influir por la exquisita sensualidad de Proust), en la contemplación de la mariposa resistiendo el viento agarrada al tallo de una glicinia, en las flores de un rosal silvestre que trepa por la osamenta de un cerezo, en la extrañeza del rostro de un gato, en el placer de un jerez en conversación con el amigo, en un atardecer de murciélagos revoloteando entre luces con delicadas y contenidas elipses; también, por supuesto, en la degustación de un Timbale de foie de volaille o en el formidable diseño de un Bentley (automóvil de lujo). La justicia, la honestidad resultan demasiado abstractas para encajar en los acontecimientos reales, y nosotros somos seres embriónicos, inacabados, en continua transformación. Las personas se ayudan a sí mismas ayudando a las demás, y eso les anima porque es un ejercicio de poder. A fin de cuentas, "cada cosita tiene su importancia" y "casi todo lo que uno piensa sobre sí mismo es pura vanidad". Cada detalle importa y la codicia o "superioridad moral" resultan insoportables, porque no se necesitan vaporosas visiones de gran altura moral para ser decente.

Murdoch hace del intenso y mutuo amor erótico algo exclusivo, ya que "implica junto con la carne el más refinado ser sexual del espíritu, que revela y quizás incluso crea ex nihilo el espíritu como sexo". Tal relación es rara en este inconveniente mundo y se presenta como un valor tan embriagadoramente superior, "que hasta el decir que uno lo 'disfruta' parece ser un sacrilegio". Desde luego, casi todo amor humano es condenadamente egoísta. Si se tiene algo a que sujetarse, se aferra uno a eso sin cesar... refugiarse en el amor es un instinto, y un buen instinto. Desprendido de su consistencia sentimental, emotiva y espiritual, el sexo aparece como un lío grotesco, un cuerpo que se inserta con cierta dificultad en un agujero de otro, un mero sistema mecánico poco seguro y falto de imaginación: "un lamentable y feo mecanismo carnal" (Una derrota bastante honrosa, 1ª, 5).

Una biografía (Peter J. Conradi) y una película (Richard Eyre, 2001) reconstruyen la compleja intimidad de la autora. En el film citado, Judi Dench interpreta a la vieja Murdoch acorralada por el alzheimer y Kate Winslet a la joven de intensa vida sexual, sentimental e intelectual. 

Como Sócrates, Iris Murdoch fue una gran seductora, ni siquiera se privó de amoríos con un estudiante de veinticuatro, cuando ella tenía cuarenta y cuatro. Se relacionó con él de por vida (mientras esta fue lúcida). Nuestra autora admitió que había militado en el Partido Comunista, pero que se cansó pronto convencida de lo “espantoso” que era el marxismo... Durante la guerra había trabajado como auxiliar en Hacienda y en 1987 fue nombrada Dama Comandante de la Orden del Imperio Británico. De inclinaciones liberales, de curiosidad universal, interesada también por el budismo, encarnación del individuo superior, desdeñosa con los débiles y fiel a la narración pura, Iris Murdoch tuvo el encanto y mereció el respeto de una semidiosa o de una musa, servidora de Apolo y Atenea, con una poética rigurosa:

"Con independencia de su estilo, el arte elevado tiene las cualidades de la dureza, la firmeza, el realismo, la claridad, la objetividad, la justicia y la verdad. Es obra de una imaginación libre, sin tapujos, que no está corrompida. Mientras el arte malo es el trabajo desordenado, autoindulgente y sumiso de una fantasía esclava”. 

Los críticos atribuyen a Murdoch una “desdramatización” de lo dramático. En efecto, tras los sucesos y embrollos tremendos que a menudo ocurren en sus novelas, la gente sigue viviendo, quizá de una forma diferente, pero con normalidad. El caso es que Iris Murdoch fue una excelente novelista, pero, además, era filósofa, y los dos aspectos de su personalidad van juntos, como los de su admirado Sartre, del que aprecia sobre todo, y hace bien, su obra dramática.

No obstante, se distanció del existencialismo. Excelente conocedora del psicoanálisis, echa mano de los sueños para describir "el estercolero de la mente" de sus personajes. "Hasta las cosas horribles en los sueños tienen estilo", sin embargo uno no debe interrogarlos demasiado, aunque debamos dejarlos acudir a nuestra mente, como pájaros fugitivos. Forman parte de la higiene del ego...

Evidentemente, la ficción le permite exponer ideas categóricamente, que se atribuyen a los personajes y no necesariamente a la autora. Exposición que puede hacerse a título de tentativa o para mostrar el esteticismo amoral de un personaje. Virtudes y vicios producen automáticamente sus efectos.... Alguien afirma, por ejemplo, que la religión está basada en la necesidad del autocastigo o que "cuando los dioses hayan muerto de abandono, podrá empezar la auténtica religión". También la práctica de la meditación aparece bajo una luz crítica... 

"Esta cuestión de querer desembarazarse del ego frecuentemente le parecía una idiotez..., un disparate oriental... Podía ser que 'el mundo' no fuera sino ripio, un galimatías, un sueño, mas ¿no era un soberano engaño el hacer que esa insensatez pareciese la esencia misma de uno?... Sin duda era mejor vivir como viven las personas listas y normales, del ingenio y el dolor y el sexo, hallando éstos por fin en el pináculo del espíritu de uno. Era mejor recurrir a la sublimidad del sufrimiento del ser de uno, que intentar ese radical desbarajuste de una esencia natural". 

¡Qué cierta puede llegar a ser la ficción y qué falsa la realidad y etérea la verdad! ¡Y cuánto poder puede obtenerse cuando una ha asimilado el fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal! Porque lo psicológico y lo moral (y su control) van unidos en lo episódico de la vida y relaciones de las personas y de sus personajes. La dramática disociación de la salvación y la bondad no da en tragedia en las novelas de Murdoch, sino más bien en comedia, en adaptación a la circunstancia, en joie de vivre con cierto esteticismo o incluso en un hedonismo refinado de bon vivant.

Sus análisis psicológicos son muy interesantes: "la memoria falsifica con el fin de ocultar desagradables conexiones casuales". Uno puede hallar también en su narrativa preciosos juicios críticos sobre pintura italiana (Il Tramonto de Giorgine, por ejemplo) o agudos e inusuales puntos de vista sobre la filosofía: "la ansiosa conexión de una cosa con otra, la satánica proliferación de programas de dominio conceptual, la duplicación de un mundo ya duplicado..., como el inútil peregrinaje de los insectos", "- Filosofía, filosofía, todas las cosas humanas vuelan de la conciencia. La bebida, el amor, el arte son métodos de fuga. La filosofía es otra, quizá la más sutil de todas ellas. Incluso más sutil que la teología. - Por lo menos uno puede intentar ser verídico... El sólo intento ya tiene un significado. -... El Venerable Bede observaba que la vida humana era como un gorrión que vuela por un salón iluminado. Entrando por una puerta y saliendo por otra. ¿Qué puede saber ese pobre gorrión? Nada. Estos intentos de verdades son tejidos de la ilusión. Teorías".

"Kant era estúpidamente cristiano. Y también nosotros lo somos, aunque lo neguemos. El cristianismo es una de las más grandiosas y brillantes fuentes de ilusión que la raza humana ha inventado". De la ironía escribe que puede ser una estrategia para criticar los propios anhelos a la vez que se satisfacen calladamente. "Esta ocultación es posiblemente la principal función de la ironía"... 

"El amor no correspondido es, en cierto modo, una contradicción. Si es verdadero amor, de alguna forma contiene su objeto. Hay así prueba de la existencia de Dios" . O sea el amor de Dios le abre un lugar a Dios en el corazón (supongo). Poco antes, hay referencia a Antifón, el sofista que curaba con la palabra; y a Empédocles que "pensaba que el Amor lo fundía todo en el universo en un dios esférico que no hacía sino pensar" (La máquina del amor sagrado y profano, 1974).

De la curiosidad dice que es necesariamente maligna si está divorciada del amor o de la ciencia. Uno de sus personajes femeninos sufre positivamente de "un puro exceso de amor no distribuido, como el tener demasiada leche en los pechos" (Ibidem). Leyendo sus novelas uno se pregunta si es preciso ser mujer para calar de tal forma en la complejidad sentimental del corazón humano y muy particularmente del femenino. A Iris no le importa mostrar los malos sesgos del sentir femenino: "Las mujeres siempre queréis que los hombres se derrumben para volver a ponerlos en pie". "Ella era mujer, esto es una inquisitiva y entremetida fisgona". 

Juega a veces con los géneros, haciendo que sus personajes masculinos se sueñen como mujeres o las mujeres adopten papeles masculinos. Tampoco faltan las inquietantes lolitas. Presente está siempre la fragilidad de los vínculos humanos. Nada de puritanismo ni de melindres respecto al tratamiento -discreto pero realista- del bisexualismo o la homosexualidad. 

Harriet, uno de los personajes femeninos mejor construidos de La máquina del amor, tras sufrir la infidelidad de su esposo y el desinterés de su hijo adolescente se descubre a sí misma como persona, como individuo "con rebordes"... 

"Cuando me sentía feliz yo era... apenas puedes imaginártelo porque tú siempre has sido una persona... puede que los hombres lo sean siempre más que las mujeres... cuando me sentía feliz yo era tan indefinida. Vivía en otros y a través de otros, no vivía en mí misma. Parece un modo grato de vivir... Pero yo no era nada real o sólido en el centro, no tenía una estructura... Por primera vez en mi vida soy libre. Tengo que tomar decisiones y hacer elecciones en campo raso. Tengo que cuidarme de mí misma".

Nota: 

En los catálogos de Impedimenta, Lumen, Siruela o Taurus se pueden encontrar algunos de sus libros recién traducidos al castellano y con interesantes estudios como el de Andreu Jaume en La soberanía del bien (Taurus), el de Rodrigo Fresán en El libro y la hermandad (Impedimenta) o el de Ignacio Echevarría para El unicornio (novela gótica, también en Impedimenta). Destino publicó en 1974 La máquina del amor sagrado y profano, traducida por Camila Batlles. El mismo año, Planeta publicó Una derrota honrosa, traducida por Rafael Vázquez Zamora. Cedida por Ultramar, Salvat dio curso público en 1987 a El hijo de las palabras, traducida por Mirta Arlt, en una letra tan diminuta y espesa que no es recomendable su uso para la salud visual. He usado estas tres últimas para las citas de esta entrada.