Desde la década de 1870, no por casualidad coincidiendo con una de las grandes olas de colonialismo del siglo XIX, múltiples exposiciones etnológicas itinerantes recorrieron las principales ciudades europeas con gran afluencia de público. Estos auténticos zoos humanos buscaban satisfacer la curiosidad, inevitablemente morbosa, de las clases urbanas: indígenas de pueblos exóticos (lapones, fueguinos, mapuches o nubios) eran exhibidos en jaulas junto con la fauna procedente de sus respectivos hábitats naturales. Instalados en la creencia de su supremacía racial, los europeos veían así legitimado moralmente su deber de “tutela” sobre estos “salvajes”. Esta oscura y poco divulgada “moda” de los circos etnológicos constituyó en su época un auténtico fenómeno de masas. Baste decir como ejemplo que, durante la Exposición Universal de París en 1889, las dos grandes sensaciones fueron la Torre Eiffel y la exhibición de una tribu de 400 indígenas negros.
La triste historia que queremos contar aquí, sin embargo, es muy anterior.
Se remonta a principios del siglo XIX y está en el origen de esas exposiciones étnicas.
Es la de la Venus hotentote. La infeliz Sara Baartman nació en Sudáfrica en
1789, el año de la Revolución francesa, pero para ella no hubo libertad,
igualdad y, menos que nada, fraternidad. Su exhibición en Londres en 1810 fue
tan vergonzosa que una Asociación abolicionista intentó liberarla, pero está
claro que el explotador había conseguido engañarla hasta el punto de que
declarara que cobraba beneficios del ignominioso espectáculo. Cuando el interés
del público decayó, su amo la vendió a un domador de fieras francés, y entonces
continuó su calvario en París. Al final terminó ejerciendo la prostitución para
poder sobrevivir. Murió muy joven, en 1815,
a los 25 años. Pero no acabó ahí su martirio: en aras de la ciencia, fue
desmembrada y conservada para su estudio. Científicos de prestigio, como Georges
Cuvier, se ocuparon de hacerlo.
En 2002 Nelson Mandela consiguió repatriar sus restos en una ceremonia plenamente
simbólica. En 2010 se estrenó una película que trata de su odisea vital, La Venus negra.
Cuando en el blog Tinieblas en el corazón se suscitó la cuestión de los
zoos humanos en Berlín, al hilo del período de formación del antropólogo alemán
Leo Frobenius, el debate se escoró, inevitablemente, del lado de Sara, quizá el
caso más flagrante de ser humano cosificado. Así. José Biedma López escribió:
“La primera noticia que tuve de la Venus Hotentote (o esteatopigia) fue
por un artículo del fallecido Stephen Jay Gould (*La sonrisa del flamenco*,
Mondadori, Barcelona, 1995), en el que hay sabrosos detalles sobre el 'sinus
pudoris' o "cortina de la vergüenza". Ya Linneo se dio cuenta de esta
curiosa característica genital de ciertas mujeres africanas, pero curiosamente,
cuando escribió "sinus pudoris", la expresión se tradujo por
"sin vergüenza", que las mujeres negras no tenían vergüenza, pues
Linneo ofrecía una descripción muy poco halagüeña de los negros africanos.
Cuvier puso fin al debate con su habitual elegancia: los 'labia minora' femeninos
se desarrollan mucho en las mujeres khoi-san, y pueden colgar hasta 8 o 12 cms.
por debajo de la vagina cuando las mujeres se ponen de pie, dando así la
impresión de que constituyen una cortina de piel independiente y envolvente. Al
parecer, los órganos genitales de esta mujer, diseccionados por Cuvier,
reposaron o reposan todavía -no lo sé- en un anaquel del Musée de l'Homme,
¡inmediatamente encima del cerebro de Broca! Lo que no deja de ofrecer un
irónico simbolismo.
Resulta curioso que mientras los coetáneos de Cuvier buscaban signos
físicos de animalidad en la anatomía khoi-san, los antropólogos identifican hoy
a estos pueblos como probablemente los grupos humanos más pedomórficos, o sea,
los que han evolucionado con un retardo general o disminución de los ritmos de
desarrollo más acentuado, algo que precisamente nos caracteriza (neotenia)
respecto a nuestros antecesores primates, que nuestros cuerpos adultos se
parecen más a los juveniles de nuestros ancestros que a los maduros.
Aquí es posible encontrar referencia a la película a la que aludíais, así
como un par de grabados sobre el tema:
En uno de ellos, satírico de 1812, que reproduce en su libro Jay Gould,
un soldado examina por detrás la esteatopigia de la venus (¡estas formas
traseras encendían entonces a los hombres y no las extremidades famélicas de
las topmodels!), mientras una dama finge atarse los zapatos para echar un
vistazo al "tablier" de Saartjie, que así se llamaba esta desgraciada
pero inteligentísima mujer africana”.
Por su parte, Mari Angeles Boix
escribió: “Comenzaré por hablar de esos zoos humanos que se prodigaron por la
Europa del XIX y hasta del XX, a los que iban a parar gentes de todos los
lugares donde se establecían gobiernos coloniales, reduciendo a esos seres
humanos a algo monstruoso por su diferencia respecto al canon occidental de
belleza. Tú señalas acertadamente que es debido a las ideas evolucionistas de
la época ,que muestran a la raza blanca
como su culminación ,y ello hace que se perciba a "los otros" como
escalones previos a nosotros y necesitados de tutela para salir de su atraso y
minoría de edad - idea que trato, dentro de la jefatura tradicional y la
colonial en Samoa (Podéis leerla en http://anthropotopia.blogspot.com.es/2013/07/antropologia-en-el-cine-y-la.html
). Esta idea culminaría con la teoría del desarrollo, ya en el siglo XX, que se
puede entender como un nuevo colonialismo. Un personaje conmovedor dentro de
los zoos humanos fue la conocida como Venus Hotentote, mujer sudafricana que
había sido sometida a la manipulación genital denominada "delantal
hotentote", descubierta y explotada por un blanco, y que acabó sus tristes
días alcoholizada y añorando su tierra. En estos casos sería recomendable una
buena dosis de Kant, instándonos a tratar a todo ser humano como un fin en sí
mismo, y nunca como un medio”.
De una forma muy diferente a lo que le ocurrió a Sara Baartman, en la
línea que indica Mari Angeles Boix, el antropólogo americano Frank Hamilton Cushing,
que vivió con los indios Pueblo en la década de 1870- 1880, cuando ya estaba
bien afianzado entre los Zuni, animó a
sus líderes a salir de viaje con él para conocer los Estados Unidos. Pero no se
trataba de esos zoos humanos de los que venimos hablando. Cushing era muy
consciente de que el proceso de aculturación de los indígenas era irreversible
y que su modo de vida tradicional estaba en trance de desaparecer. Quería que
aprendieran inglés, - él mismo les dio clases-, para que pudieran conocer de
cerca la civilización del hombre blanco, con todas sus posibilidades para
mejorar su formación y su economía agrícola.
Así que, en 1882, Cushing salió de
Zuniland acompañado por su “padre” adoptivo,
Piño Wawantan, y los jefes de los órdenes sacerdotales. Se dirigieron a Boston,
Washington y otras grandes ciudades de la costa Atlántica, donde recibieron una
cálida recepción y un atento seguimiento por parte de la prensa. Cushing estaba
inventando también lo que mucho más tarde se llamaría la antropología
reflexiva: los pueblos estudiados no son
especies naturales, simples objetos pasivos de observación científica, sino
sujetos de observación compartida. El antropólogo intercambia con ellos ideas
acerca de sus respectivas culturas y trata de romper las fronteras que creamos
artificialmente entre los grupos para
reconocer nuestra común identidad
humana.
Este texto a tres voces se ha construido al hilo de los artículos y
reflexiones contenidos en dos artículos del blog Tinieblas en el corazón, cuyos
enlaces pongo aquí por si es de vuestro interés consultar su tenor completo:
Como hombre, aprecio mucho su punto de vista. Es muy rico y se puede aprender mucho. Saludos
ResponderEliminarComo hombre, aprecio mucho su punto de vista. Es muy rico y se puede aprender mucho. Saludos
ResponderEliminarMe parece un muy buen post sobre este tema tan delicado y controversial que sin duda nos afecta hasta el día de hoy, pero estoy en desacuerdo con la cita de Mari Angeles Boix y la referencia a Kant como un defensor de la igualdad.... nada más lejos! Kant compartía y repetía los prejuicios raciales que se habían construido siglos antes, desde la Antiguedad y sobre todo con el inicio de las exploraciones y conquistas portuguesas y españolas en el mundo. Nada más hay que leer la obra de Kant "Observaciones sobre lo bello y lo sublime", para reparar en su profundo desprecio a todos los pueblos que no fueran europeos y blancos, y particularmente alemanes, que eran los mejores. Una buena obra para consultar al respecto es el excelente libro del historiador Francisco Bethencourt "Racismos. Das Cruzadas ao século XX".
ResponderEliminarTe lo agradezco mucho por publicar esta triste historia. Aprendi mucho.
ResponderEliminarMuchas gracias a ti por leer y comentar. Es un tema que me gustaría trabajar con mucha más profundidad.
EliminarMuy impresionante la manera en la que nos hemos comportado socialmente desde el inicio de la sociedad e inclusive hasta hoy.
ResponderEliminarEn el año 1994, casi 170 años después de la muerte y disección del cuerpo de Sara, Nelson Mandela pidió a Francia la devolución de los restos que estaban en el museo. 170 años que parecen no haber sido suficientes para los defensores de la igualdad y fraternidad ya que se tomaron 8 años para hacer efectiva la repatriación! Una pierna más de que libertad, igualdad y fraternidad no es más que una utopía.
Muchas gracias por el artículo
Muchas gracias a ti por leer y comentar, Eric.
ResponderEliminarSaludos, muy buena su reseña.
ResponderEliminarMuchas gracias.
ResponderEliminarMuchas gracias me gustó mucho su reseña triste vida tuvo la Venus negra 🥺
ResponderEliminarMil gracias por el comentario . Un saludo.
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