Hace poco descubrí una
foto de Marilyn Monroe con la baronesa Karen Blixen-Finecke, la autora de Memorias de Africa. Me asaltó la duda de qué podían compartir dos personalidades
tan diferentes. Ilusionada con la posibilidad de que Norma Jean Baker hubiera alcanzado,
por fin, junto a la célebre narradora danesa, el respeto y consideración
intelectual que siempre anheló, decidí investigar los antecedentes del
encuentro. Ocurrió en una fría tarde de febrero de 1959, en la casa victoriana
que tenía la novelista Carson McCullers con vistas al río Hudson en Nyack,
Nueva York. Allí se cumplió el deseo más ferviente de Karen Blixen durante su
primera y única visita a América: conocer a Carson, su escritora favorita, y a la bella e inteligente
Marilyn. Varias fotos atestiguan este encuentro improbable pero absolutamente
seductor para la imaginación. Porque, ¿qué tenían en común la anciana escritora,
la glamurosa estrella y la excéntrica autora sureña? Lo relata con gran talento
Eve Goldberg en Lunch with Carson, que es la base principal para
esta entrada.
Karen Blixen, que escribió bajo el seudónimo
de Isak Dinesen, había sido invitada por la Fundación Ford a viajar a Estados
Unidos para hablar de su trabajo, en el marco de una serie dedicada a los más
grandes escritores vivos. A pesar de su maltrecha salud y sus 74 años, Karen aceptó
la invitación. La élite cultural de Nueva York se volcó para agasajar a esta gran dama de las letras. Truman Capote
y el fotógrafo Cecil Beaton la llevaron a comer al St. Regis, el director de
cine Sydney Lumet y la millonaria Gloria Vanderbilt la invitaron a cenar, tomó
cocktails con el premio Nobel John Steinbeck, y pudo escuchar a María Callas en
El Pirata.
Karen Blixen vista por Cecil Beaton |
Karen Blixen comentó a sus anfitriones que los
cuatro norteamericanos que más le interesaba conocer eran Ernest Hemingway,
E.E. Cummings-un poeta modernista que entusiasma a Woody Allen-, Carson
McCullers y Marilyn Monroe. Hemingway se encontraba fuera del país pero Cummings
pudo acompañarla a la cena anual del Academia Americana de las Artes y las Letras
donde, como invitada de honor, iba a pronunciar un discurso. A la cena, Karen
se sentó junto a Carson y, durante una animada conversación, descubrieron que llevaban
décadas admirándose mutuamente. La aristócrata adoraba El
corazón es un cazador solitario (1940), la primera y rompedora novela de
Carson. Para ésta, Memorias de África (1937)
era su libro fetiche. Sobre él escribió que estaba tan deslumbrada por la
poesía y la verdad de esa gran obra que, cuando llegó la noche, continuó
leyendo Out of África a la luz de una
linterna. Los desiertos ardientes, las junglas y las colinas abrieron su
corazón a África. Como si se tratara de un ritual, Carson releía el libro de la
escritora danesa cada año, para encontrar nuevas fuerzas en su sabiduría. Cuando
se enteró de la visita a América de su heroína literaria, dudó si era prudente acudir
a conocerla, porque la figura de Isak Dinesen estaba tan arraigada en su
corazón que temía que la persona real pudiera perturbar esa imagen. Hizo lo que
pudo para apartar esos temores y, pese a su frágil salud, acudió al evento
organizado por la Academia.
Tenía entonces 42 años pero, ya con 24, había
sufrido un ataque cerebral que le paralizó la mitad del cuerpo. Caminaba con la
ayuda de un bastón y su mano izquierda estaba curvada como si fuera un garfio.
Necesitaba ayuda para vestirse, caminar, subir escaleras e incluso para comer.
Pero el esfuerzo mereció la pena: las dos escritoras quedaron encantadas con su
encuentro y, cuando Karen le mencionó su vehemente deseo de conocer a Marilyn,
Carson se sintió realmente feliz. Como Arthur Miller estaba sentado en una mesa
adyacente, se levantó y anunció: “Tengo el gran honor de invitar a mi amiga
imaginaria, Isak Dinesen, a conocer a Marilyn Monroe, junto con Arthur Miller,
en un almuerzo en mi casa”.
En medio de
aquella tormenta de problemas, Marilyn se marchó a Nueva York, donde dio una
conferencia de prensa para anunciar que había creado su propia compañía, para
poder interpretar la clase de papeles que le interesaban. Su primera película
sería un biopic sobre Jean Harlow, la rubia platino trágicamente fallecida en
los años 30. Pero la prensa se burló con crueldad de su iniciativa. Para ellos,
no era más que una rubia exuberante pero tonta, como cualquiera de los
personajes que encarnaba en sus comedias. Marilyn se sintió totalmente humillada
y hundida. El siempre fiel DiMaggio vino una vez más a rescatarla. La llevó a
una pequeña habitación en el hotel Gladstone, en pleno Manhattan, donde conoció
a la sociable novelista Carson McCullers.
Como Marilyn, Carson también se
encontraba en una encrucijada de su vida cuando sus caminos se cruzaron. Había
alcanzado un gran éxito con su primera novela, El corazón es un cazador solitario, publicada en 1940 con solo 22
años. Fue una auténtica sensación literaria. Los críticos destacaron en ella la
asombrosa humanidad que permitía a una escritora blanca, por primera vez en la
novela sureña, describir a personajes de color con más facilidad y acierto que
los de su propia raza. Era una historia de cuatro solitarios en un pequeño
pueblo del sur, que giran en torno al sordomudo John Singer, su personaje más
acabado. La novela conseguía un perfecto equilibrio entre la tragedia y el humor,
la pasión y la política. Su segunda novela, la oscura y perturbadora Reflejos en un ojo dorado, hasta dió lugar
a que comparasen a la jovencísima autora con el consagrado William Faulkner. Después vino Frankie y la boda, un gran éxito en
Broadway por el que fue muy alabada y que
le reportó pingües beneficios. Mas, como los personajes de sus novelas, Carson
tenía un alma atormentada.
Cuando conoció a Marilyn Monroe, en 1955, había
intentado suicidarse, tras lo cual pasó una temporada en un psiquiátrico. Su
tumultuosa relación con su esposo, Reeves McCullers, con quien se casó dos
veces, había terminado dramáticamente con su suicidio el año anterior. Parcialmente
paralizada por la apoplejía, y enganchada al alcohol y a las pastillas, Carson
vivía como una inválida desde los 35 años. Su íntimo amigo, el dramaturgo
Tennessee Williams, llegó a decir que la vida de Carson era una tragedia
aterradora. En su opinión, la nobleza de espíritu de Carson, su profunda
comprensión de la soledad, su corazón siempre anhelante, habían hecho de ella la más grande escritora
de su país, si no del mundo.
A pesar de su invalidez, Carson
se movía entre la tranquilidad de su retiro a orillas del río Hudson y el
bullicio incansable de Nueva York. Tennessee Williams la animó a instalarse en
el Gladstone, donde tenía asegurada la comida y la asistencia doméstica.
Marilyn y Carson sólo podían considerarse unas amigas improbables desde una óptica superficial, pues tenían muchas cosas en común. Ambas eran perfeccionistas en lo tocante a su trabajo, eran consideradas personas “difíciles” por sus amigos y compañeros de trabajo, sufrían de inestabilidad mental, tenían que luchar contra las adicciones, y les tocó jugar el papel de perdedoras en el amor. Marilyn había intentado suicidarse tras la muerte de su novio y mentor Johnny Hyde y todavía estaba intentando superar el fracaso de su matrimonio con DiMaggio. Por su parte, Carson había tenido que soportar, durante muchos años, la bisexualidad de su esposo, lo mismo que tuvo que afrontar sus propios y conflictivos deseos homosexuales.
Marilyn y Carson sólo podían considerarse unas amigas improbables desde una óptica superficial, pues tenían muchas cosas en común. Ambas eran perfeccionistas en lo tocante a su trabajo, eran consideradas personas “difíciles” por sus amigos y compañeros de trabajo, sufrían de inestabilidad mental, tenían que luchar contra las adicciones, y les tocó jugar el papel de perdedoras en el amor. Marilyn había intentado suicidarse tras la muerte de su novio y mentor Johnny Hyde y todavía estaba intentando superar el fracaso de su matrimonio con DiMaggio. Por su parte, Carson había tenido que soportar, durante muchos años, la bisexualidad de su esposo, lo mismo que tuvo que afrontar sus propios y conflictivos deseos homosexuales.
Una tarde, Carson invito
a Marilyn a participar en una fiesta, en la cual la actriz se sentó junto al
productor Cheryl Crawford. Este se sorprendido por su inteligencia y honestidad,
por lo que la invitó a una sesión en el prestigioso Actors´ Studio. Esa era la clase de vida que
deseaba Marilyn, codearse con Marlon Brando, Montgomery Clift o Shelley Winters.
Deseando superar su imagen de sex symbol y reinventarse a sí misma como un
artista seria, acudía habitualmente a las clases del Actors´ Studio y reforzaba ese trabajo con las clases
particulares que recibía del gurú del Método, Lee Strasberg. Al final, Marilyn ganó su batalla contra la
Fox y pudo protagonizar Bus Stop, en
la que demostró que era una auténtica actriz, además de conseguir un gran éxito
comercial, que hizo olvidar sus fracasos previos en Río sin retorno y Luces
de candilejas.
Aunque lo verdaderamente importante de esta etapa es que
Marilyn se enamoró del autor teatral Arthur Miller. No puede pasarse por alto
que, en la cima de su popularidad, Marilyn arriesgó su puesto en la industria
cinematográfica por apoyar públicamente a Miller, cuando esté rehusó cooperar
en las investigaciones del Comité de Actividades Antiamericanas. Este organismo
tenía como fin acabar con los comunistas en Hollywood, una plataforma muy
peligrosa para la difusión de ideologías que se consideraban equivocadas. Los
amigos de Marilyn, los productores y los representantes de los estudios le suplicaron que se
distanciara del conflicto político en el
que se hallaba involucrado Arthur Miller. Pero, en un acto de lealtad hacia él
y de desdén por el odiado Comité, Marilyn permaneció firme al lado del escritor
y se casaron poco después de la vista. Marilyn creyó encontrar con Miller la
seguridad emocional que siempre se le había mostrado tan esquiva. El escritor
sería acusado de desacato al Congreso por negarse a revelar nombres de los
sospechosos-a diferencia de su amigo, el director Elia Kazan, que había
sido amante de Marilyn-, aunque al final
Miller no fue condenado a prisión.
La inestabilidad psíquica de Marilyn sometió
su matrimonio a constantes dificultades. Para complicar aún más las cosas, el
primer film de su compañía, El príncipe y
la corista, estuvo cargado desde el principio con tensiones casi
insoportables. Su relación con el coprotagonista y director Laurence Olivier
fue desastrosa. Los desencuentros comenzaron con los ensayos y, desde entonces,
la situación no hizo más que empeorar. Marilyn pensaba que Olivier no la
valoraba como actriz. El británico, muy estirado, opinaba que Marilyn era una
persona maleducada y poco profesional. Para remate, la película fue un fracaso de crítica y
público.
Poco después la actriz sufrió un aborto, que intentó olvidar con una
creciente adicción a las pastillas y el alcohol. A pesar de ese cúmulo de
dificultades, Marilyn fue capaz, casi milagrosamente, de realizar la mejor interpretación
de su carrera como la dulce Sugar Kane en Con
faldas y a lo loco (1959), su
segunda película a las órdenes del genial Billy Wilder.
Para Carson McCullers, el
final de los años 50 estuvo marcado por un sufrimiento físico casi constante,
por sus adicciones y por la desasosegante impresión de estar perdiendo su
capacidad creadora. Su obra The Square Root
of Wonderful (1957) sólo alcanzó 45 representaciones en Brodway. Sus amigos
insistieron en que debía recibir psicoterapia y, gracias a ella, logró
recuperar la confianza en su talento.
Como Carson y Marilyn, en la década de los 50
Karen Blixen había experimentado un tremendo éxito creativo, logrando fama
mundial. Incluso se llegó a mencionar su nombre como candidata al premio Nobel.
Sin embargo, ella siempre se sintió mas como una narradora de historias que
como escritora. Esos relatos orales eran lo que había dado sentido a su vida
desde que tenía 8 años. Nacida en 1885, se educó en un estricto hogar burgués en Rungstedlund, cerca
de Copenhagen. Su padre, oficial militar y explorador, vivió 3 años entre los
indios Chippewa de Wisconsin, y se suicidaría cuando Karen solo contaba 10 años.
Tanya, o Tanne, como le gustaba que la llamasen los amigos, heredó de su progenitor el
espíritu aventurero, que la llevó a pasar los mejores años de su vida en
Africa. Se casó con un primo lejano sueco, el Barón Bror von Blixen-Finicke,
trasladándose con él a Kenia, donde pretendieron cultivar café en una granja de
montaña. En el continente africano, Karen encontró una nueva clase de libertad con
la que, hasta entonces, sólo había podido soñar.
Pero su matrimonio resultó un
fiasco. Su marido le era infiel e incluso le contagió la sífilis. Cuando se
divorciaron, la baronesa se quedó con la plantación, aunque acabó perdiéndola. A
lo largo de su vida sufrió depresión y cambios de humor. Su amor más duradero,
Denys Finch Hatton, también la abandonó. El aristocrático cazador blanco moriría en un
accidente de aeroplano.
Cuando Karen tuvo que marcharse de África, el lugar al
que siempre se sintió unida por una profunda conexión emocional, volvió a su
tierra natal. Allí empezó a escribir con el nombre de Isak Dinesen. Su primera
obra, Siete cuentos góticos,
publicada en 1934, fue muy aclamada. Más tarde llegó Memorias de África, que Truman Capote consideró uno de sus los
libros más bellos publicados en el siglo XX. Escribió también Cuentos de invierno (1942) y Ultimos cuentos (1957), inspirados en
las sagas islandesas, los cuentos de hadas de Hans Christian Andersen, en la
Biblia, Las mil y una noches y Homero. La salud de Karen Blixen era
verdaderamente delicada. Estaba esquelética por un abigarrado cuadro médico:
una sífilis avanzada o, quizá, los efectos de su tratamiento con mercurio; una
severa anorexia, probable resultado de
la amplia resección de estomago, la única posibilidad disponible entonces para
eliminar una úlcera; y su dependencia a las anfetaminas. La escritora estaba realmente
muy débil cuando hizo su primer y único viaje América. Entonces pesaba poco más
de 36 kilos y era una fumadora empedernida.
Cuando
se acercaba la fecha para el almuerzo convenido, Carson se sentía eléctrica y
aterrorizada al mismo tiempo. Después de enterarse, en el último momento, que
Karen solo comía uvas blancas y ostras y únicamente bebía champán, envió a la
desesperada a su mayordomo para conseguir esos productos. Pero la ansiosa
escritora pronto descubrió que no era la única que estaba de los nervios con el
encuentro. Marilyn, siempre tímida e insegura, la llamó tres o cuatro veces
para saber qué vestido debía ponerse, y si el protocolo mandaba que fuese largo
o corto. Carson la tranquilizó asegurándole que estaría maravillosa con
cualquier cosa que se pusiese. Al final llegaron los invitados. Los Miller se
encargaron de recoger a Karen, tarde, cómo no, tratándose de Marilyn. Esta entró radiante del brazo de su
esposo, enfundada en un ajustado y escotadísimo vestido negro, con una estola
de piel al cuello. Karen Blixen iba muy elegante con un conjunto gris oscuro y
un largo chal a modo de turbante y alrededor del cuello. Carson pensó que
brillaba con la luminosidad de una vela en una vieja iglesia. También
participaron en el encuentro el sobrino de Carson, Jordan Masse, la secretaria
de Karen, Clara Svendsen, y Felicia Geffen, secretaria ejecutiva de la Academia.
Las uvas, las ostras y el soufflé se
sirvieron en una distinguida mesa de mármol negro. Después de la comida, Karen
entretuvo al grupo con una historia acerca del primer león que mató, cuya piel envió
al rey de Dinamarca. Era una conversadora fabulosa y le encantaba charlar,
según recordaría Carson. Marilyn escuchó la historia embelesada, con sus
soñadores ojos azules bien abiertos, como una niña a la que le estuvieran
contando un cuento. Miller preguntó a la anciana dama qué médico le había
recomendado esa dieta tan extraña, y ella contestó que los médicos estaban horrorizados
con su dieta, pero que a ellos también
les gustaban el champán y las ostras, así que no le decían nada y añadió que, fuera
de la temporada de ostras, solo tomaba espárragos. Después volvió al recuerdo
de sus amigos en África.
Marilyn no se quedó a la zaga como narradora y
obsequió al grupo con el relato de sus aventuras como cocinera. Una vez estaba
preparando pasta casera para una fiesta con la receta de su suegra, pero se le
hizo muy tarde y los invitados estaban a punto de llegar, así que tuvo que
recurrir al secador de pelo para terminarla. Karen, encantada con el ingenio de
Marilyn, dijo de ella que no solo era increíblemente preciosa, sino que se
parecía al cachorro de un león, irradiando todo el tiempo una vitalidad incansable
y una increíble inocencia.
Las crónicas discrepan acerca de lo que sucedió
después de la comida. Carson escribió que ella, Marilyn y Tanya bailaron al son
de un fonógrafo, e incluso se dijo que
se encaramaron para ello a la mesa de mármol negro. Miller, en cambio,
desmintió esa leyenda. Carson parecía muy enferma, estaba incluso inválida,
paralizada. Simplemente no habría sido capaz de bailar encima de ninguna mesa.
Sea como fuere, todos estuvieron de
acuerdo en que la reunión fue un gran éxito. Pero Carson, Marilyn y Karen nunca
volvieron a encontrarse. Tres días después, la anciana escritora tuvo que ser
internada en un hospital con el diagnóstico de malnutrición aguda. Los informes
clínicos reseñaron que su estado era similar al de los supervivientes de los campos
de concentración. Continuó con su extrema delgadez, hasta el punto de que le
salían moratones solo por tocarla.
Moriría tres años después, a los 77 años.
Marilyn sólo pudo rodar completa una película más, The Misfits, Vidas rebeldes, obra escrita por Arthur Miller y
dirigida por John Houston. Tras casi cinco años de matrimonio, el escritor y la
actriz se divorciaron. En 1962 la encontraron muerta por sobredosis en su casa
de Los Ángeles. Sólo tenía 36 años. Carson también vivió ocho años mientras su
salud se deterioraba progresivamente. En 1967 sufrió otro ataque cerebral.
Murió a los 50 años, tras permanecer 47 días en coma. Fue enterrada en el
cementerio de Oak Hill, a la orilla del Hudson, justo debajo de la casa donde
se reunieron esas tres mujeres que, por unas breves horas, compartieron amistad
y fueron felices en aquella irrepetible tarde de invierno de 1959.
Fuentes consultadas:
-Lunch with Carson. Eve Goldberg
-When Isak Dinesen met Marilyn Monroe. Nancy Caldwell Sorel
-Blixen, McCullers, Marilyn Monroe. Steve King
Ordenando papeles, me he encontrado un artículo de Anna Caballé, siempre estupenda, comentando un libro reciente en el que Thomas Dinesen recoge su correspondencia con su hermana Tanne, Karen Blixen/Isak Dinesen, nombres diversos bajo los que esta alma nómada le encantó esconderse. Transcribo un corto párrafo muy elocuente acerca de la herida psíquica que está en la base de Memorias de Africa. Después de 17 años de intentar mantener en marcha la granja en las colinas de Ngong, volvió a Dinamarca con un desgarro anímico por haber dejado la mitad de sí al Sur, y con una dolorosa sensación de fracaso. Creyó que le sería imposible adaptarse de nuevo a su tierra natal."El sentimiento de pérdida y de fracaso personal fue tan acusado que hizo que madurara en ella una escritora excepcional."
ResponderEliminarTu nueva entrada en el blog yo también la titularía " Breve encuentro" por la película de D. Lean; me habría gustado estar allí; tres mujeres tan dispares y de mundos tan diversos. Creo que fue un momento único y sin continuidad. A veces los destinos de las personas confluyen en un mismo punto temporal y espacial, después se vuelven a dividir para seguir sus propios rumbos. Como siempre muy bien documentado su contenido. Enhorabuena. KFK.
ResponderEliminarEs verdad, Karlos. Los anales no registran más contactos entre estas amigas por un día. Quizá se llamaron por teléfono alguna ocasión, pero aquellos tiempos no eran como estos, de móviles y correos electrónicos, ni ellas eran burguesas de provincias con todo el día por delante para las relaciones sociales. Eran mujeres muy ocupadas y seguro que no pudieron perseverar en aquella amistad que, si bien lo piensas, es muy exigente con el tiempo para cultivarla adecuadamente. Pero, como muy bien sabes, los amigos en la distancia no nos olvidamos unos de otros y tenemos el corazón siempre abierto al otro. Seguro que a ellas les pasó lo mismo. Muchísimas gracias por tu comentario, e insisto en que el mérito de la entrada es haberle dado voz en castellano a Eve Goldberg, que escribió un texto estupendo.
EliminarMuchas gracias, Encarna! Me ha encantado conocer más profundamente a estas tres mujeres tan interesantes, con vidas tan excitantes y me encanta la idea de que la amistad puede unir a gente muy distinta. Para que haya amistad solo hace falta una sola en común y a estas tres mujeres les valió para su encuentro o el hecho de ser mujeres en una época difícil, o la encrucijada que mencionas por la que pasaba cada una a su manera o que, simplemente, conectaron. Gracias Encarna, amiga, con la que conecto en la vida real y en las redes sociales!!! Marisa
ResponderEliminarMuchas gracias, Marisa.¡Qué bonita y qué gran fuerza tiene la amistad! Carson consideraba a Karen Blixen su amiga imaginaria. Estuvo dialogando con ella, interiormente, durante casi 20 años. Después maniobró lo que hizo falta para que la sentaran junto a la escritora danesa en la cena de la Academia. Y Karen Blixen no cejó hasta conocer a la dulce Marilyn/Norma Jean. Junto a ellas, el gran intelectual que fue Arthur Miller, por una vez, quedó en mera comparsa.Seguro que siguieron recordando ese breve encuentro durante el resto de sus días.
EliminarUna estupenda entrada, tanto como ese encuentro que relatas. La obra de Blixen, además de las novelas escritas, queda siempre ligada al cine por la película "Memorias de África", de mitad de los ´80, con lo que se estrechan más los lazos de este singular encuentro.
ResponderEliminarPero, dentro de la obra de Blixen, más allá de la historia de amor, que es la más subrayada por el cine, encontramos el documento etnográfico, de los kikuyu, las gentes a las que ella trata como personas, por las que se interesa y a quienes encomienda a aquellos que se quedasen con sus tierras. Ella marca una diferencia notable con el trato que este pueblo recibía por parte de los colonos ingleses.
Muchas gracias por tus atinadas reflexiones. Le debemos un post a Karen Blixen en Tinieblas en el corazón, que se lo tiene muy muy merecido. Hollywood, como tú bien indicas, se inclinó a fijarse más en su romance con el honorable Finch-Hatton. Las chicas nos quedamos entonces más con lo guapo que estaba Robert Redford, con el erotismo de aquel lavado de cabello en la sabana y, por supuesto, con el K.622 como sinfonía para cruzar las nubes. Ahora prestaremos más atención a los kikuyu y a ese personaje maravilloso del fiel Farad. A ver cuándo nos ponemos a ello.
EliminarFactor común de tres criaturas extraordinarias: gracia, talento, enfermedad, desamor, soledad...
EliminarMuy muy muy interesante este encuentro tan excepcional que relata. Tres almas perdidas al cabo. Suelen terminar así,a la deriva, las más sensibles y extraordinarias. Gente así no termina de encajar, cómo van a sobrevivir en un mundo como éste?
ResponderEliminarGracias por el texto tan interesante.
Muchísimas gracias por tu comentario. La verdad es que la primera vez que vi la foto de Marilyn y Karen Blixen me imagine que había detrás una gran historia, y así era. Todavía más interesante aún por la intervención de Carson. Como tú muy bien dices, tres almas sensibles a la deriva, y su encuentro fue mágico, por supuesto. Un placer tenerte como lectora.
EliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarLlegué a este artículo por casualidad navegando por internet y ha resultado una agradable sorpresa lo bien documentado que está, la buena elección de las fotos y su profundidad psicológica. Leeré más entradas del blog. Muchas gracias por compartir.
ResponderEliminarPues muchas gracias por tu comentario. Todas las entradas están hechas con muchísimo cariño e ilusión por compartir con gente agradecida como tú.
ResponderEliminarMe encanta llegar a uno de tus territorios buscando información sobre este encuentro entre Karen Blixen, Carson McCullers y Marilyn Monroe, pero más que nada porque es donde mejor y en mayor profundidad lo has explicado, que es lo que necesitaba. Mil gracias!!!!
ResponderEliminarMil gracias a ti, Luis, que eres un prodigio intelectual. Me hace mucha ilusión tu comentario.
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