En el Diccionario de la Real Academia
Española de la Lengua
encontramos las definiciones que siguen:
a)Comadrón,na: m. y f.
Partero
b)Matrona.f.Mujer especialmente autorizada para
asistir a las parturientas.
c)Partero,ra:m.y f.
Persona con títulos legales que asiste a la parturienta. Mujer que sin tener
estudios o titulación, ayuda o asiste a la parturienta.
Si las analizamos detenidamente, vemos cómo hay un sesgo de género en el
uso de estas palabras que pueden parecer sinónimas. Tanto comadrona como
partera se pueden usar tanto en masculino como en femenino, pero lo curioso
está en las definiciones de partera/o: mientras que sin marcar la persona que
lo ejerce es alguien en posesión de un título legal, en femenino se subraya la
carencia de títulos o estudios ,un terreno que durante mucho tiempo le estuvo
vedado a las mujeres .Sin embargo, una vez que éstas tuvieron acceso a los
estudios y/o titulaciones, se encontraron con la competencia de los
practicantes, y mucho tiempo antes con la de los médicos que quisieron tomar
para ellos el pastel de la asistencia a partos, eso sí, de las clases más
altas.
Hagamos un repaso por el parto asistido y la formación de comadronas y
parteras. Dos textos son esenciales para este trabajo:
1.- El
primer viaje de nuestra vida, de Juan Luis Arsuaga . Editorial Planeta.
Temas de Hoy. Madrid, 2012.
2, “Las matronas y la transmisión de
saberes científicos sobre el parto en la España del siglo XIX”. Teresa Ortíz Gómez.
Universidad de Granada. 1998.
Pero hablar de comadronas pide una revisitación del diálogo platónico Teeteto
(1), en el que Sócrates hace una comparación entre su método dialéctico y
la profesión de comadrona, que era la de su madre:
“(…)Sabes,
sin duda, que no se dedican a este menester las mujeres que todavía pueden
concebir y dar a luz, sino las que ya no son capaces de engendrar.”(149b)
…
“Ciertamente, las comadronas saben aplicar drogas y fórmulas mágicas
para despertar los dolores del parto o hacerlos más suaves, a discreción;
incluso llevar a buen fin los partos más difíciles y, si les parece
conveniente, hacer abortar, producir efectivamente el aborto”(149 c).
…
“Pues bien:si hasta ahí llega la tarea de las comadronas, no menor es la
mía.
(…)Mi arte mayeútica tiene seguramente el
mismo alcance que el de aquellas, aunque con una diferencia y es que se
practica con los hombres y no con las mujeres, tendiendo además a provocar el
parto en las almas y no en os cuerpos.(…) A mí me ocurre con esto lo mismo que
a las comadronas: no soy capaz de engendrar la sabiduría, y de ahí la acusación
que me han hecho muchos de que dedico mi tiempo a interrogar a los demás sin
que yo mismo me descubra en cosa alguna, por carecer en absoluto de sabiduría,
acusación que resulta verdadera.Yo mismo, pues, no soy sabio en nada ni está en
mi poder o en el de mi alma hacer descubrimiento alguno.”(150 c-d).
Con esta aportación platónica, el arte de
las comadronas quedó para siempre ligado al saber filosófico, aunque las
mujeres todavía tardaran bastante tiempo en tener libre acceso al conocimiento.
La pregunta que aquí se considera esencial
es la siguiente: ¿por qué somos la única especie que necesitamos ayuda en el
parto?¿Por qué necesitamos comadronas? Juan Luis Arsuaga la responde en la obra
anteriormente citada afirmando que el parto humano es “otra increíble solución
de la madre naturaleza a un “conflicto de intereses” entre la encefalización
(crecimiento del cerebro y la postura bípeda” (op.cit., pág 24).Será brillante,
pero también lo es dolorosa.
Para llegar a ser una especie bípeda y
cabezona – tal como somos – nuestra anatomía cambió radicalmente,
diferenciándonos de los grandes simios por unas señas de identidad que son: una
cabeza grande y globosa, una columna vertebral recta, pero a la vez flexible
gracias a sus curvaturas lumbares, dorsales y cervicales, una cadera en forma
de mariposa con los acetábulos tan próximos como es posible, y una piernas
rectas acabadas en unos pies especialmente eficaces para permitir nuestra
peculiar postura y marcha. De todos estos cambios, los más dramáticos y que aquí nos interesan son los que tuvieron
lugar en la pelvis.
Si miramos nuestra pelvis desde arriba, es
una estructura ósea con cierta forma de embudo que se estrecha en el medio,
donde las dos espinas ciáticas dejan paso estrecho por el que debe pasar el
feto a término en el momento del parto. Pero no es todo más fácil a partir de
esta angostura, sino que el trayecto que le queda por recorrer es hasta más
complicado, ya que deberá esquivar el sacro y el coxis, y atravesar un canal
estrecho y en ángulo para salir por una abertura entre tirantes paquetes
musculares. Para llevar a cabo este peligroso viaje, el feto se ve obligado a
realizar unas rotaciones de cuerpo y hombros, flexiones y deflexiones de la
cabeza, que, junto con el hecho de que nacen presentando a la madre no la cara,
sino la coronilla, hacen muy difícil que ella sola pueda ayudarlo en el momento
en el que asoma a la salida y mucho menos en cualquier momento anterior. Es
cierto que se dan partos espontáneos y partos en solitario, pero el patrón más
extendido transculturalmente es el parto asistido por otra persona, la
comadrona, matrona o partera.
La figura de la comadrona o partera fue
indiscutiblemente femenina hasta que en la
Edad Media , con la creación de las
universidades y las licenciaturas en Medicina, los médicos comenzaron a
apartarlas de esta labor, sobre todo entre las clases ricas, y así siguió hasta
el siglo XIX, cuando ya ellas consiguieron el acceso a estudios (información de
http://www.entretantomagazine.com/2013/04/11/de-heroinas-filosofos-comadronas-y-parteras/)
Teresa Ortiz en su artículo “Las matronas y
la transmisión de saberes científicos sobre el parto en la España del S.XIX”, cuenta
que la matronería era un oficio que unas mujeres aprendían de otras,
normalmente familiares, y de manera informal. También podían llegar a un
acuerdo con otra matrona para aprender con ella durante un período de tiempo
acordado o un número determinado de partos. Pero no se encuentran muchos
testimonios de parteras que reflejaran qué era lo que hacían de forma
cotidiana, excepto unas pocas en las que se reconocían a sí mismas como dotadas
de una pericia excepcional o habilidades que solían achacar más a la “gracia
divina” que a un dominio técnico. Siempre que se quería recurrir a una
autoridad en la materia, esta autoridad era un médico, que tenía instrucción, y
además, era hombre.
No obstante nos han llegado algunas obras de
matronas a lo largo de la historia, entre las que destacan:
1.-
Louise Bourgoise, nacida en París y casada con el cirujano Martin Boursier, de
quien pudo aprender medicina y cirugía. Comienza su labor en 1593, después de
haber tenido tres hijos, aunque su diploma para ejercer la profesión lo
consiguió en 1598. Su reputación creció rápidamente, y así fue llamada a la
corte de María de Médicis, a la que ayudó a dar a luz a sus seis hijos.
Sus experiencias se recogen en el libro Observaciones
directas sobre la esterilidad, el aborto, la fertilidad, el parto y
enfermedades de la mujer y los recién nacidos.(2)
2.-
Mdme de Condray (1715-1794) pasó 30 años instruyendo a matronas por toda
Francia.
3.-
Martha Ballard (1734 – 1812), partera desde 1785 hasta 1812. Lo más relevante
de esta figura es que escribió un diario sobre su actividad como partera y
sanadora, en el que también solía incluir acontecimientos sociales, y que Mary
Hobart, una descendiente suya y primera mujer en ingresar en la Sociedad Médica de
Massachussets, donó a la
Biblioteca del Estado de Maine. Este diario fue encontrado
por la historiadora Laurel Thatcher Ulrich, quien lo utilizó como base para su
obra A Midwife’s Tale: the life of
Martha Ballard base on her diary
(1785-2812) . (3).
4.-
En la España
del siglo XVIII hay registro de una curiosidad: la matrona Luisa Rosado (4),
que luchó por mantener la matronería como espacio exclusivo para las mujeres
frente a los cirujanos,hizo un cartel donde publicaba sus buenas artes en este
oficio, y se enfrentó con el Protomedicato para ejercer su profesión. Consiguió
su título en 1765 y en 1768 se trasladó a a Madrid, donde trabajó como matrona
en el Real Colegio de Niños Desamparados.
El enfrentamiento de las matronas con los
médicos que en España se da en el siglo
XVIII, se une al enfrentamiento que las mismas matronas mantienen contra las
parteras, mujeres sin estudios y depositarias de saberes populares; las matronas quieren acercar el parto a la
ciencia médica. La instrucción para matronas comenzó en España a fines del
siglo XVIII dentro de las Facultades de Medicina y Colegios de Cirugía de
Madrid, Cádiz y Barcelona.
En 1857 se promulga la
Ley Moyano de Educación, que incluye
cambios sustanciales en materia educativa, y al amparo de la cual, en 1861, la
instrucción de las matronas sale de las facultades de Medicina y pasa a
hospitales y casas de maternidad. Pero el magisterio siempre era ejercido por
varones, médicos desde ahora y ya no profesores universitarios. En este momento
se establece la formación de practicantes, que pueden asistir a partos
naturales. Hay unos requisitos diferentes para cada una de estas profesiones :al
practicante varón sólo se le exige ser mayor de 16 años, y su función se
establecía en “ayudar al médico en la parte mecánica y subalterna de la
medicina”; en cambio, a la mujer se le pedía ser mayor de 20 años y “casadas o
viudas de probada moralidad”, y sus funciones quedaban circunscritas a la
asistencia de partos y sobrepartos naturales y ser “meros auxiliares
facultativos” en el caso de parto con complicaciones. Observamos así la
absoluta asimetría de sexos en cuanto a la regulación y requisitos de una
profesión tradicionalmente femenina; cómo subyace un esencialismo que considera
a la mujer como un ser ontológicamente inferior al varón, más disminuida y
menos dotada, y por ello, subordinada.
La revolución liberal de 1868 trajo consigo
cambios políticos sustanciales que se reflejaron en cambios educativos.Se
promulga ahora la Ley
de Enseñanza Educativa en virtud de la cual cualquier persona puede crear,
dirigir y administrar centros docentes .Se abre así la puerta para que las
matronas puedan transmitir ellas mismas sus conocimientos y destrezas técnicas.
Dos escuelas para matrona destacan en
Madrid, en las que sus fundadoras son conscientes de la dimensión política de
su acción: mujeres que enseñan a mujeres. Estas dos escuelas son:
1.- Escuela Especial de Obstetricia para
Señoras o Enseñanza de Matronas (1870), fundada por Francisca Iracheta,aunque
dirigida por su marido, el médico José López de Morelle). En ella se obviaba el
requisito de edad, estado civil y moralidad de la ley Moyano ,y se pedía a las
alumnas que fuesen mayores de 18 años y tuviesen instrucción elemental.
Iracheta entiende que la matrona debe ser instruida en ginecología por ella misma, no como un
elemento subordinado a la labor del médico. Además entiende esta instrucción
como un medio para alejar el saber vulgar y las supersticiones, y con este
mismo objetivo, proponía dar unas nociones científicas básicas a familiares y
vecinos de la parturienta para mejorar los cuidados de las mujeres y los recién
nacidos.
Iracheta fue la primera mujer en escribir un
libro técnico dirigido a mujeres que buscaban obtener el título de matronas: Examen
de matronas conforme hoy son y conforme deben ser (1870).Se trata de un
texto sencillo que incluye un glosario de términos médicos y un patrón para
construir un modelo de pelvis que permitía el estudio de la anatomía y mecánica
del parto.
2.-
Escuela de Pilar Jaúregui de Lasbennes, dirigida por ella misma en colaboración
con el médico Ángel Pulido. Esta escuela estaba vinculada al Museo
Antropológico de Madrid y a su fundador, Pedro González de Velasco ,editor de la
revista “El Anfiteatro Médico Español”(1873-1883),donde escribía Jaúregui sus
artículos técnicos.
Pilar Jaúregui propugnaba la formación
teórica y práctica para las matronas, así como su instrucción en ginecología,
pero, a diferencia de Iracheta, como ayuda para el médico, no como formación esencial
para la matrona, y aceptando así la subordinación femenina.El requisito que
exigía a las jóvenes era que fuesen mayores de 20 años.
Una vez más los cambios políticos traen
cambios en las leyes educativas, y en 1876 se abole la Ley de Libertad de Enseñanza,
desapareciendo así las Escuelas de Matronas. La profesión de matrona se
reglamenta como un saber práctico, por lo que se elimina la docencia de la
misma, incluida la hospitalaria, y se pide un examen para obtener el título.
Con este fin se crean academias como la Academia de Matronas de
Barcelona (1893-1900), en las que, a pesar del nombre, los docentes eran
médicos. En ellas se formaba también a los practicantes, quienes podían asistir
los partos naturales, ya que además, ellos recibían instrucción en obstetricia,
ahondando así en la diferencia de género en lo relativo al acceso al
conocimiento y a la vida laboral.
CONCLUSIONES
El parto humano, tan difícil y tan brillante
evolutivamente hablando, marcó una diferencia de nuestra especie respecto a las
demás: la necesidad de vivir en el marco de un grupo social colaborador y
altruísta, ya que se necesita ayuda para parir, pero también pasar sacar
adelante a unos recién nacidos totalmente desvalidos y necesitados de cuidados
durante un largo período de tiempo.
La figura de la comadrona , tan humana, ha
sido desde sus orígenes y hasta hace relativamente poco, una figura femenina,
ya que el género femenino es el que tradicionalmente ha estado en contacto con
los tabúes y restricciones relacionados con los pasos del hombre: el nacimiento
y la muerte; la mujer ha sido tradicionalmente la manipuladora de recién
nacidos y cadáveres, y a la que se ha apartado de las esferas públicas y de
poder por su supuesta contaminación por sus propios fluidos y fuerzas, así como
por la de aquellos que tocaba.
La figura de la comadrona, además, tiene
otro rasgo ya destacado por Platón: no ser ya fértil más que no haberlo sido
nunca. Esta restricción puede ser una plasmación cultural de algo que
seleccionó la evolución y que seguimos preguntándonos para qué lo hizo: la
menopausia. Juan Luis Arsuaga explora este fenómeno en el libro señalado más
arriba, y ante la pregunta de por qué la selección escogió mujeres cuya vida
reproductiva se acaba mientras continúa la vida biológica, piensa que su papel
es determinante en el aumento de posibilidades de supervivencia del grupo al
estar libres para ayudar a los nacimientos y crianza de los niños de otras
mujeres jóvenes del grupo, sobre todo si hay cercanía genética.
NOTAS
(1)Platón: Teeteto. En Obras Completas.Editorial Aguilar. 2ª Edición. Madrid, 1981.
(2)http://www.mujeresenlahistoria.com/2011/06/la-partera-real-louise-bourgeois-1563.html
(3) http://www.mujeresenlahistoria.com/2012/06/el-diario-de-la-partera-martha-ballard.html
(4)http://www.mujeresenlahistoria.com/2012/01/el-cartel-de-la-matrona-luisa-rosado.html
(1)Platón: Teeteto. En Obras Completas.Editorial Aguilar. 2ª Edición. Madrid, 1981.
(2)http://www.mujeresenlahistoria.com/2011/06/la-partera-real-louise-bourgeois-1563.html
(3) http://www.mujeresenlahistoria.com/2012/06/el-diario-de-la-partera-martha-ballard.html
(4)http://www.mujeresenlahistoria.com/2012/01/el-cartel-de-la-matrona-luisa-rosado.html
Muy interesante y original, y extraordiariamente bien documentado este texto. Me ha encantado el acento puesto en la asimetría de los roles, y en esas reflexiones antropológicas del final. Hay que llevarlas a Tinieblas en el corazón. Enhorabuena.
ResponderEliminarMuy interesante. Sólo una precisión de filólogo, a pesar de que "mayéutica", el nombre que dio el Sócrates platónico a su dialéctica, viene en efecto del verbo griego μαιεύω, que tanto en su voz activa como media significa 'partear', debe escribirse en español con tilde en la e, pues no hay en el término hiato, sino diptongo. No extrañe que la mujer haya estado y esté más cerca de los grandes momentos de la vida, y en los rituales de paso sea tan imprescindible, biológica y estadísticamente, es mucho más relevante... Por eso, en caso de emergencia o peligro de muerte del grupo, el grito atávico y actual debe ser: ¡las mujeres y los niños que se salven primero! Troyanos y argivos son muy conscientes de que protegen a mujeres y niños exponiendo su vida en el combate, total, con unas cuantas gónadas masculinas que sobrevivan sobra, pero cada útero sólo puede engendrar un hijo al año, a lo sumo dos, y luego habrá que amamantarlo... Las matemáticas no engañan.
ResponderEliminarEl parto del que procedo, ¡qué viejo soy!, fue asistido por una famosa y autorizada comadrona local, la misma que se encargó de fajarme cuando me quebré (una hernia) de niño, artes muy femeninas, por entonces... A la misma se le daba el título de doña, en reconocimiento de su autoridad, aunque no mediaran papeles...
A propósito de la extraordinaria dificultad biológica para parir de la hembra humana, siempre me fascinó la justeza mítica de la maldición bíblica tras el pecado original: "ganarás el pan con el sudor de tu frente y parirás a tus hijos con dolor"... Debió de ser una gran ventaja biológica tener una cabeza tan gorda, para que tantas hembras empeñaran o sacrificaran su vida por ello. Benditas sean.
ResponderEliminarMuchas gracias por los comentarios de ambos, Encarna y profesor Biedma, a quien agradezco mucho la precisión ortográfica, ya que me suele perder la pulsión por ver lo rumiado mentalmente plasmado que el buen hacer y el detalle.
ResponderEliminarEl tema de la entrada forma parte de algo más ambicioso, y se puede decir que estoy todo el verano leyendo sobre la evolución del parto y la sexualidad humana, y es un tema muy, muy interesante,porque , en definitiva TODO lo que tenemos, en tamaño y forma ha sido seleccionado...luego, algo habrá para que no haya desaparecido. En cuanto a las aportaciones del profesor, es cierto evolutivamente el óvulo es costoso, y debe ser cuidado, y de ahí esos gritos, pero , a pesar del "malgasto" de espermatozoides, la partenogénesis es inviable, ya que la formación de la placenta, esencial para el desarrollo del feto humano se produce a partir de un gen que solo se porta en el cromosoma Y...luego, todo cuenta! Un saludo a ambos y muchas gracias por vuestras aportaciones.