La almeriense Carmen Ochoa Bravo es autora de una sugerente
propuesta fotográfica, Mujeres leyendo
que, entre otros lugares, se expuso en 2018 en una librería de Chamberí, barrio
madrileño en el que reside, y este verano en la Biblioteca de La Rioja,
despertando gran interés. Desde luego a mí me pareció muy atractiva la idea
cuando escuché la noticia en televisión. La cultura es elitista también en un
sentido geográfico: lo que resulta interesante no puede exhibirse en todas
partes. Pero algo bueno aporta la Red al permitir democratizar el arte, hacerlo
accesible a un público más amplio y de manera permanente. Y eso es lo que pretendo
hacer aquí: explicar el proyecto de Carmen Ochoa Bravo y añadir su nombre a
nuestra lista de Ateneas. Se lo merece sobradamente. Ya lo veréis.
La propia autora narra de una
manera muy gráfica cómo, paseando hace años por las calles de París, se le
ocurrió la idea matriz de este proyecto así que, para entender qué busca con su cámara, nada mejor que cederle la
palabra:
“Paseando por Le Marais, en un pequeño jardín, dos mujeres sentadas cada
una en un banco leían apaciblemente un libro con el frescor que una tarde de
agosto podía ofrecer. Al cabo de más de una hora pasé de nuevo por el mismo
sitio. Allí seguían. Casi en la misma postura. Imagen de sí mismas”.
Pues es verdad, las ideas
fructíferas cristalizan así de sencilla y rápidamente, en un flash. Veamos
ahora algunas otras de sus fotos, en las que atisbamos por qué las mujeres
son lectoras apasionadas, cómo son capaces de abstraerse del mundo arrastradas
por su libro de ficción o ensayo, eso da igual, ajenas al calor, al bullicio
de la ciudad o en un lugar recoleto. Las contemplamos, con nuestra mirada indiscreta, mientras están a su aire, en su elemento.
Pero si los
pintores nos han legado imágenes maravillosas de jóvenes ensimismadas en la
lectura, ¿dónde está la novedad en la propuesta de Carmen Ochoa? Pues en que esos cuadros
geniales nos presentan a la mujer con un libro en la mano pero en un ámbito que habitualmente es el doméstico. La pintura tradicional muestra cómo la lectora no transgrede ninguna regla sino que ocupa el lugar que le ha asignado la sociedad. Es el único esparcimiento mental que tiene permitido pero resulta intransitivo, improductivo. La novela abre a la lectora de los cuadros una ventana a otras
realidades pero solo puede vivirlas vicariamente entre cuatro paredes. El libro
es un balón de oxígeno para esa lectora enclaustrada del siglo XIX pero quizá también una
fuente de frustraciones vitales, al mostrar lo que no puede
experimentar de primera mano y solo puede atreverse a soñar. A veces son cuadros que incluso moralizan sobre los peligros subversivos de la lectura. Así que cuando contemplamos a las mujeres de los cuadros, enfrascadas con un libro entre las manos, ausentes, quietas y silenciosas, intuímos que es un gesto más entre los que se consideran adecuados a las reglas de comportamiento impuestas desde fuera a la mujer. Esos cuadros ratifican el rol atribuido, enseñan cómo debe ser la actitud femenina. No muestran rebeldía, aunque pudiera haberla internamente, ni individualidad. Por otra parte, hay una clara dimensión social: las lectoras de los cuadros son burguesas, mujeres que cuentan con una formación y con tiempo libre para entregarse a la lectura. Sería impensable una pintura mostrando a una lectora proletaria, aunque seguro que habría muchas, agotada tras las maratonianas jornadas de trabajo y con la casa llena de niños y, a pesar de ello, robándole horas al sueño para empaparse de saber.Y, por último, los cuadros decimonónicos de mujeres leyendo son escenas de costumbres: las lectoras, casi siempre jóvenes, están relajadas pero adecuadamente sentadas o reclinadas en buenos asientos y espléndidamente vestidas. No hay ninguna objeción que oponer a su toilette.
William Churchill, "Mujer leyendo". |
Fragonard, "Muchacha leyendo". |
Por el contrario, las lectoras
de Carmen Ochoa salen del hogar y ocupan la calle. Son un modelo de ser cultural,
lejos del viejo estereotipo de encargada de la casa y cuidadora de la familia. Se sientan en el suelo, se descalzan...en definitiva, se saltan las normas del decoro social que tanto constreñían a su predecesores. Estas
lectoras se ensimisman con sus libros en el ámbito urbano o en plena
naturaleza. Leen en parques, en cafeterías, solas o acompañadas...Se ponen cómodas y se sienten cómodas en este papel. Como dice la autora, nos muestran una imagen de sí mismas, con toda
naturalidad.
Carmen Ochoa Bravo, nacida en
Almería, es también madrileña de adopción y vocación. Vive en el barrio de
Chamberí desde 1968. Se licenció en Filosofía y Letras por la Universidad
Complutense y ejerció como profesora en la enseñanza pública en Institutos de
Enseñanza Media y Secundaria. Pero hay más “amores” en su vida aparte de la filosofía.
En los años 80 se interesó por la fotografía, un campo en el que viene
realizando aportaciones desde revistas como Viento
Sur, de cuya sección “Miradas” es responsable desde 1997. También publica
en la revista Asparkía. Investigació
feminista. Ha realizado numerosos trabajos de investigación con
fuentes orales sobre la posguerra y el franquismo, perteneciendo al Seminario
de Fuentes Orales “Carmen García Nieto”.
En la actualidad Carmen Ochoa es
una jubilada muy activa y con muchos proyectos en marcha.
Fuentes:
https://www.20minutos.es/noticia/3733815/0/biblioteca-rioja-acoge-desde-este-viernes-exposicion-mujeres-leyendo-carmen-ochoa/
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