domingo, 20 de abril de 2014

MARINA ABRAMOVIC, LA VIDA COMO PERFORMANCE

Marina Abramovic (Belgrado, 1946) es una artista serbia que en los últimos tiempos ha estado muy en boga por la ópera dedicada a su figura en el Teatro Real, “Vida y muerte de Marina Abramovic”, dirigida por el polémico Gerard Mortier. Como contaba sobre ella un interesante artículo en el cultural Blanco y Negro, su notoriedad le viene de sus rompedores espectáculos, en los que intenta  convocar los fantasmas  del psiquismo  más oscuro del ser humano. En 1974, cuando Stanley Milgram* se encontraba realizando sus famosos experimentos sobre ética colectiva, Abramovic llevó a cabo una performance en Nápoles con el título Ritmo 0. Durante las seis horas del espectáculo, la artista permaneció inmóvil, rodeada de numerosos objetos, entre ellos cadenas, látigos, plumas, rosas…exhibiéndose ella misma como una cosa ante el público, a quien autorizó a actuar  con plena libertad. 
Lo que sucedió es imaginable: la desnudaron, la arañaron, le dibujaron grafittis, le colgaron cadenas…En definitiva, la dejaron maltrecha y después se marcharon del lugar “de autos” a toda velocidad. La reflexión de la artista acerca de esa actitud es que  no pudieron soportar su presencia como persona, después de todo lo que le habían hecho como objeto. He descubierto una palabra nueva de origen griego, anasyrma, que resulta aplicable a esas actuaciones de la artista: el desnudo no con fines eróticos ni exhibicionistas sino como rito religioso o como gesto de provocación. En este caso, como medio de sacar a la luz y explorar las reacciones humanas.
Anasyrma para espantar al diablo
En la década de los 90, las actuaciones de Abramovic giraron en torno a las atrocidades de la guerra de los Balcanes, problemática que le tocaba de cerca: asesinatos y violaciones en masa, delaciones entre quienes hasta entonces habían sido buenos vecinos, y todas esas pasiones destructoras que se desatan cuando el sujeto ingresa en la turba y, con ello, se siente liberado de responsabilidad personal. Desde luego, es una de las explicaciones para esa vergonzosa mancha en el historial de la humanidad - entre otras muchísimas de esa inacabable historia universal de la infamia que no nos cansamos de escribir-, que constituye el período hitleriano. Otra es la excusa de la cadena de mando. Es muy interesante al respecto la novela El lector, del juez alemán Bernard Schlink, adaptada en una excelente película de Stephen Daldry en 2008. 
Pero lo verdaderamente llamativo de la cuestión es que la masa humana puede generar también felicidad, solidaridad, el sentimiento profundamente consolador de pertenencia a una colectividad. No hay más que prestar atención a las manifestaciones de euforia de los participantes en eventos multitudinarios, conciertos, marchas, espectáculos deportivos…El reto para la neurociencia es averiguar el modo en que podría potenciarse esa fuerza pacífica y beneficiosa y, sobre todo, cómo evitar que el grupo pueda ser manipulado hasta deshumanizar a las personas, despertando en ellas los instintos  egoístas y antisociales que esperan agazapados en las capas más antiguas del cerebro humano, siempre dispuestos a saltar al menor sentimiento de amenaza.
* Tenéis una explicación a los experimentos de Milgram en el siguiente enlace: https://www.youtube.com/watch?v=iUFN1eX2s6Q

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